La honestidad de los evangelistas
Fueron corriendo. (Lc 2,16)
Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. (Lc 2,16-21)
Los pastores eran despreciados por la gente, que los evitaba. Aun así, fueron ellos los primeros que acogieron sin dilación la invitación de los mensajeros celestes, los ángeles, para adorar al Salvador del mundo que había nacido. Esta circunstancia subraya la honestidad de los evangelistas, que narraron los hechos tal y como sucedieron. De hecho, los escritores de profesión no habrían citado el testimonio de personas despreciadas, por miedo a no ser escuchados por el pueblo. Seamos también nosotros humildes como los pastores de Belén cuando nos llamen a dar testimonio de Jesús en nuestra vida.