San Juan Evangelista por Ermes Dovico
LA COMIDA DE LA BIBLIA/4

La higuera, el árbol presente desde el Génesis hasta el Apocalipsis

En las Sagradas Escrituras hay 44 versos que mencionan la higuera. Algunos creen que el Árbol del conocimiento del bien y del mal del que Eva arrancó el fruto prohibido era precisamente una higuera. Ciertamente tiene un gran simbolismo y Jesús se refirió a la higuera varias veces en su vida pública. Incluso hoy en día Israel está lleno de estos árboles y su florecimiento puede ser un signo mesiánico.
-LA RECETA

Cultura 09_01_2021 Italiano

En el Libro Sagrado hay un fruto que está más presente que otros: la higuera. Hay 44 versos que lo mencionan.

En el Jardín del Edén, la higuera, considerada por algunos como el Árbol del conocimiento del bien y del mal, fue uno de los árboles importantes que el Señor plantó, después del Árbol de la Vida. Ordenó a Adán y Eva que no comieran el fruto del árbol prohibido para evitar su muerte y ellos desobedecieron. Pero para muchos historiadores lo que es emblemático cuando se habla del pecado original y de la expulsión del Edén es que el misterioso fruto que Eva cogió por invitación de la serpiente, y que luego también ofreció a Adán, fue un higo. ¿La prueba? Una vez que abrieron los ojos, los progenitores se cubrieron con hojas de higuera (Génesis 3:7): se infiere así que habían utilizado las hojas del árbol del que habían recogido el fruto. Pero el misterio sigue ahí...

Como también sigue envuelto en el misterio el lugar donde habría estado realmente el Jardín del Edén. El arqueólogo estadounidense Juris Zarins (profesor de la Universidad de Missouri, especializado en estudios del Oriente Medio) cree haber identificado la ubicación del Edén, que estaría situado en la llanura atravesada por el río Shatt al-'Arab (más precisamente en la región del sur de Mesopotamia). Estaría enterrado bajo decenas de metros cúbicos de sedimento. En el Shatt al-'Arab fluyen hoy en día dos de los ríos mencionados en el Génesis: el Tigris y el Éufrates. Considerando también el hecho de que el Golfo Pérsico (que estaba completamente seco durante la última edad de hielo) fue inundado por el mar unos 5.000-6.000 años antes de Cristo, es posible que el Edén esté ahora en el fondo del mar. La teoría de Juris Zarins también identifica los otros dos ríos mencionados en el Génesis, el Pisón y el Gihon.

Pero volvamos a la higuera. Era un árbol muy frecuente en la tierra de Israel, y fue valorado desde los primeros tiempos por todos los pueblos antiguos: los egipcios, asirios y griegos lo consideraban una importante fuente de alimento, tanto fresco como seco. Con esta última variante se resolvían los problemas de alimentación de muchos pueblos nómadas o de la gente que viajaba (1Samuel 25:18; 30:12; Judith 10:5).

En esas tierras áridas, la higuera, además de ofrecer frutos, daba sombra en los oasis y marcaba el cambio de estaciones: “Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. Aparecen las flores en la tierra, el tiempo de las canciones es llegado, se oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra. Echa la higuera sus yemas, y las viñas en cierne exhalan su fragancia. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente!” (Cantar de los Cantares 2,11-13).

La higuera era un árbol con un rico simbolismo, y el principal de ellos era la fertilidad y la fecundidad. Pero también era una fuente de medicina (2 Reyes 20,1-7): el rey Ezequías, afligido por las úlceras, fue tratado con “una cataplasma de higos” y se curó.

También era una planta de la Tierra Prometida, en los libros proféticos la higuera es un símbolo de paz (Miqueas 4,4), prosperidad (Joel 2,22), y de la fidelidad del pueblo a su alianza con Dios (Ageo 2,19; Juan 1,48-49; Zacarías 3,10). El profeta Jeremías también utiliza el simbolismo del fruto de la higuera para mostrar la diferencia entre la liberación y la condenación, entre el bien y el mal: una cesta contiene frutos buenos, que simbolizan al pueblo primero deportado y luego liberado por Dios, mientras que la otra está llena de frutos malos, como la condenación del rey de Judá, Sedecías (Jeremías, 24,1-10; 29,17-18).

Pero el simbolismo no se detiene ahí: El mismo Jesús usa la higuera como ejemplo para impartir sus enseñanzas sobre la entrega y la relación del hombre con Dios. En Mateo (21,17-22) y Marcos (11,12-24) vemos que Jesús maldice y hace que seque una higuera porque es rica en hojas verdes pero carente de frutos. Es un milagro que tiene un fuerte simbolismo aunque la maldición de Jesús a la higuera sea una acción que pueda parecer inconsistente con sus acciones (por cierto, ni siquiera fue “culpa” de la higuera porque “no era tiempo de higos”, ver Marcos 11,13). En realidad es una parábola basada en símbolos: la higuera representa la ciudad de Jerusalén, que no responde a Jesús “en especie”, por lo que sufre un castigo divino. Jesús utiliza el símbolo de la higuera desnuda e infructuosa para llamar al pueblo (que había decepcionado las expectativas de Dios) a la conversión del pecado.

En cambio, en el Evangelio de Lucas, que enfatiza la misericordia de Dios, la falta de higos en el árbol no causa la maldición:
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?”. Pero él le respondió: “Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas”». (Lucas 13,6-9).

Aquí también, Jesús nos informa que la espiritualidad puede ser cultivada, fertilizada y nutrida.  La infidelidad a la Alianza se indica con la imagen de la higuera desnuda y seca: “Han rechazado la palabra del Señor... no hay racimos en la vid ni higos en la higuera, y están mustias sus hojas” (Jeremías 8,13).

La trascendencia se logra manteniendo viva la relación con Dios: la higuera representa un fruto del espíritu, que da seguridad y prosperidad tanto al alma como al cuerpo. En el Primer Libro de los Reyes, la prosperidad del pueblo de Israel en tiempos del rey Salomón se relata a través del símbolo de la higuera: “Judá e Israel vivieron en seguridad, cada uno bajo su parra y bajo su higuera, desde Dan hasta Berseba, todos los días de Salomón” (1 Reyes 5,5). Frecuentemente se encuentra la expresión “sentado bajo la higuera” en los textos bíblicos.

En la tradición rabínica, la higuerea no es sólo un símbolo de bienestar y paz, sino el lugar favorito de los rabinos para estudiar y leer la Torá. La historia de Israel está intrínsecamente ligada al simbolismo de la higuera. En el Nuevo Testamento también podemos ver a Jesús usando la higuera simbólicamente -primero en la llamada a Natanael que estaba “sentado bajo una higuera como un verdadero israelita” (Juan 1,48-50). Más tarde utiliza la higuera como metáfora de cómo debemos reconocer los signos de los tiempos (Mateo 24,32). Este sistema de describir el fin de los tiempos usando la analogía de la higuera se retoma en Apocalipsis 6,13: “Y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera suelta sus higos verdes al ser sacudida por un viento fuerte”.

Así que, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la higuera está fuertemente presente en el simbolismo de las Escrituras. Como hemos visto, hay muchas referencias interesantes en el Cantar de los Cantares y las parábolas de Jesús, pero también en el Libro de los Jueces.

Aún hoy Israel está lleno de higueras: enormes, bien desarrolladas y llenas de frutos. Producen dos cosechas de frutos al año, la primera en primavera en torno a la época de la Pascua, incluso antes de que las hojas se hayan desplegado, mientras que los frutos más grandes, mejores y más jugosos llegan por sí solos en septiembre, cerca de las fiestas judías de Rosh HaShaná, Yom Kipur y Sucot (Fiesta de las Trompetas, Día de la Expiación y Fiesta de los Tabernáculos, respectivamente).

Se puede considerar que el florecimiento de los higos hoy en día en Israel es en sí mismo un signo mesiánico: los pueblos están esperando el regreso de Jesús. La restauración será un despertar espiritual y todo su pueblo saludará a su Mesías, Jesús, diciendo: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Nosotros estamos preparados.