Santa Cecilia por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

La curación del cuerpo y el alma

¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios? (Lc 5,21)

Un día estaba él enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones. En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados». Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?». Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”». Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas» (Lc 5,17-26)

 
Jesús realiza muchos milagros en el Evangelio, e incluso hoy en día. ¡Cuántos santuarios se han construido en lugares donde ocurrió un milagro excepcional! Al ir a esos santuarios, muchas personas reciben milagros. También se requieren muchos milagros para la proclamación de un beato o un santo. Entre todos los milagros, dos tipos son particularmente sorprendentes: los milagros de sanar el cuerpo y los de sanar el alma. Aparentemente, los del cuerpo son más visibles para todos de manera inmediata; pero si lo pensamos bien, la sanación del alma, con el consiguiente perdón de los pecados, es aún más extraordinaria. Es por eso que Jesús, primero, sana el alma del paralítico, demostrando así ser Dios porque, como señalan con razón los escribas y los fariseos, solo Dios puede perdonar los pecados.