Jueves Santo por Ermes Dovico
LA IGLESIA Y LA PEDOFILIA

La apisonadora contra Ratzinger, otra vez en funcionamiento

Ratzinger ha sido acusado por el semanario “Die Zeit” de encubrir a un sacerdote pederasta. Los hechos se remontan a 1980, cuando el Papa emérito era arzobispo de Munich y Freising. Pero el asunto ya es conocido y salió a la luz en marzo de 2010. ¿Qué hay detrás de este enésimo ataque al Papa emérito?

Ecclesia 11_01_2022 Italiano English

La apisonadora contra Ratzinger se ha vuelto a poner en funcionamiento. El hombre que será recordado por haber denunciado primero “la suciedad en la Iglesia” en el Vía Crucis de 2005 y luego por haberla combatido una vez convertido en Papa, ha sido acusado por el semanario Die Zeit de haber encubierto a un cura pederasta.

Los hechos se remontan a 1980, cuando el Papa emérito era arzobispo de Múnich y Freising. Según la revista alemana, la “prueba humeante” se encuentra en un documento de 2016 elaborado por el tribunal eclesiástico de la archidiócesis, en el que se afirma que los obispos de Essen y Múnich habían incumplido su deber de proteger a los menores.

El protagonista del caso es el “Padre H”, un sacerdote de la diócesis de Essen acusado de obligar a un niño de 11 años a practicar sexo oral en 1979 y que fue trasladado a la diócesis principal de Baviera en 1980 para recibir terapia con el consentimiento del entonces arzobispo Ratzinger. El “Padre H”, como se le denomina en los artículos sensacionalistas que están apareciendo actualmente, no es otro que Peter Hullermann, y la supuesta implicación del actual Papa emérito en su caso ya había salido a la luz en marzo de 2010.

De hecho, Der Spiegel publicó la noticia justo cuando se había hecho pública la “Carta Pastoral a los Católicos de Irlanda”, el documento-símbolo del pontificado de Benedicto XVI sobre el tema de la pederastia. El momento no fue probablemente casual y tuvo el efecto de hacer tambalear la credibilidad con la que el entonces Pontífice reinante pretendía limpiar la Iglesia.

Ahora, casi doce años después, aquella historia es recordada por otro semanario alemán con la única novedad de un documento del tribunal eclesiástico de la archidiócesis de 2016 que acabó en manos de la prensa justo antes de la anunciada publicación -entre el 17 y el 22 de enero- del informe sobre abusos y encubrimientos en Múnich en el periodo 1945-2019. El documento fue elaborado por WSW, el mismo bufete de abogados que elaboró el primer informe encargado por la archidiócesis de Colonia, que posteriormente fue bloqueado por el cardenal Rainer Maria Woelki porque habría presentado importantes lagunas jurídicas y además violado los derechos de los implicados.

El parón de la publicación le costó al arzobispo de Colonia una campaña masiva de desprestigio a la que siguió una visita apostólica y un periodo de pausa ordenado por Roma. Sin embargo, incluso en Múnich no se respetó la publicación inicialmente prevista del informe, ya que el cardenal Reinhard Marx lo había anunciado para el verano de 2021. El artículo de Die Zeit, recogido por todos los medios de comunicación del mundo, podría tener el efecto de centrar la atención en la próxima publicación, ya que -como explican los autores- el equipo jurídico debería haber prestado “especial atención” al caso del “Padre H”.

La acusación contra Ratzinger de haber encubierto al cura pederasta, en cualquier caso, ya fue desmontada en 2010 tras la publicación del artículo de Spiegel con la explicación que dio, gracias a los documentos que tenía en su poder, la archidiócesis de Múnich y Freising antes dirigida por el cardenal Marx: el antiguo arzobispo dio su consentimiento al traslado del cura a Múnich, pero no a su vuelta a la actividad pastoral. Los hechos fueron los siguientes: la diócesis de Essen, informada de los actos de violencia cometidos contra un niño de 11 años a su regreso de una excursión, ordenó a Hullermann que se sometiera a un tratamiento psicoterapéutico para lo cual debía trasladarse a la capital bávara. El sacerdote pidió entonces a la archidiócesis de Múnich que le diera alojamiento y su petición, que se discutió en una reunión el 15 de enero de 1980 en la que estaba presente el entonces arzobispo Joseph Ratzinger, fue concedida.

El actual Papa emérito se limitó a dar luz verde al traslado, no a otorgar funciones pastorales, como señaló en 2010 el portavoz de la archidiócesis, Bernhard Kellner. Sin embargo, un mes más tarde, el entonces vicario general Gerhard Gruber asignó a Hullermann una tarea parroquial. Una decisión que, según Andrea Tornielli -actual director editorial del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede- y Paolo Rodari, que apoyó la tesis defensiva en “Ataque a Ratzinger”, se habría tomado “en contra de lo que Ratzinger había decidido”. Gruber, que sigue vivo, admitió su responsabilidad en una carta fechada el 12 de marzo de 2010, en la que hablaba de su “grave error”. Entre 1980 y 1982 no hubo denuncias ni acusaciones de conducta delictiva por parte de Hullermann, que fue trasladado a Grafing en diciembre de 1982 a instancias del cardenal Friedrich Wetter, que le sucedió al frente de la archidiócesis de Múnich tras el ascenso de Ratzinger a prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

En el municipio de Baviera, el “Padre H” volvió a ser culpable de pederastia, por lo que fue condenado a dieciocho meses de libertad condicional en 1986. Sospechoso de haber cometido abusos también en Garching, donde estuvo de 1987 a 2008, fue suspendido en 2010 de la archidiócesis de Múnich y Freising por haber violado la prohibición del cardenal Marx de prestar asistencia espiritual a menores dos años antes.

Hace unos doce años, cuando Der Spiegel sacó a la luz el asunto y el New York Times lo reprodujo añadiendo la acusación de que Ratzinger había sido informado de la reasignación del sacerdote a pesar de su terapia, la archidiócesis de Múnich levantó un muro, afirmando a través del portavoz que creía que el entonces arzobispo no conocía la decisión de su vicario general. Ahora, sin embargo, se ha filtrado el contenido de este documento del tribunal de la archidiócesis de Marx, fechado en 2016 -ya sin Benedicto XVI-, que supuestamente presenta juicios negativos sobre la gestión del caso Hullermann por parte del entonces arzobispo.

Massimo Introvigne, entrevistado en el citado libro de Tornielli y Rodari, hizo una interesante lectura del escándalo que estalló hace doce años y que apuntó a Benedicto XVI –con peticiones de dimisión- precisamente por las revelaciones sobre el asunto Hullermann. Vale la pena volverla a publicar de nuevo a la luz de los ataques sufridos por el Papa emérito en estas horas tras el artículo publicado en Die Zeit:

“Las polémicas que estallaron en marzo de 2010 muestran una característica típica de los pánicos morales: se presentan como ‘nuevos’ hechos que se remontan a muchos años atrás, en algunos casos a más de 30 años, y en algunos casos ya conocidos. El hecho de que –con cierta insistencia en la zona geográfica de Baviera, de donde procede el Papa (ahora emérito, ed.), y el período en que el cardenal Ratzinger dirigió la Congregación para la Doctrina de la Fe- se presenten en las portadas de los periódicos de los años 80 o incluso de los 70 como si hubieran ocurrido ayer, y que surjan furiosas polémicas con un ataque concéntrico que cada día anuncia a gritos nuevos ‘descubrimientos’, muestra bien cómo el pánico moral es promovido por los ‘empresarios morales’ de forma organizada y sistemática. El caso de Múnich, que -como han titulado algunos periódicos- ‘implica al Papa’, es a su manera un manual a seguir”.