San Leonardo de Noblac por Ermes Dovico
FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

La alegría de reencontrar el camino

Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo (Lc 15,1)

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.

Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

(San Lucas 15,1-10)
 

El incansable deseo de salvación que Dios nutre por cada uno de nosotros se manifiesta de manera especial hacia aquellos que, debido a decisiones erróneas, corren un mayor riesgo de perderse para siempre. El pecador habitual, dominado por el vicio, pierde de vista la única meta para la que cada hombre ha sido creado: Dios mismo y la alegría eterna de vivir unidos a Él. Cuando olvidamos esta meta, nuestra vida se reduce a un vagar sin orientación, carente de sentido auténtico. Quizás sea una vida plena, pero llena de nada. Por eso se hace evidente la solicitud de Dios hacia los hijos más frágiles y su inmensa alegría cuando un pecador vuelve a Él porque se deja encontrar. ¿Te das cuenta de los momentos en los que pierdes de vista el verdadero objetivo de tu vida? ¿Crees realmente que Dios tiene un deseo personal y solícito de salvación para ti? ¿En qué momentos de tu vida lo has notado más?