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SANTA SEDE

Israel, Argentina, Ucrania: los pasos en falso del Papa Francisco

El actual pontificado también está destinado a pasar a la historia por los desatinos diplomáticos que caracterizan sus intervenciones tanto en las crisis internacionales como en la política interna de su país de origen.

Ecclesia 25_11_2023 Italiano

La imagen del pontificado de Francisco atraviesa un mal momento no sólo en el frente interno, sino también en el externo. Tanto es así que el 23 de noviembre llegó un duro golpe del Consejo de la Asamblea de Rabinos de Italia, que en una nota tachó al Papa de “gélida equidistancia” por haber aceptado recibir a los familiares de los rehenes secuestrados por Hamás, como “desde hace tiempo se pedía y siempre se posponía”, sólo cuando se ha previsto otro encuentro con los familiares de algunos palestinos detenidos en Israel. Los rabinos italianos acusan a Bergoglio de haber puesto “al mismo nivel a personas inocentes arrancadas de sus familias con personas detenidas en muchos casos por gravísimos actos de terrorismo”. Además, en la audiencia general ha dado sobradas pruebas de lo que la nota califica como “acrobacias diplomáticas” y “equilibrismos” por acusar implícitamente de “terrorismo” a ambas partes.

Una decepción que no ha pillado a nadie por sorpresa, puesto que ya a finales de octubre uno de los exponentes más autorizados del mundo judío italiano, el Gran Rabino de Roma Riccardo Di Segni, había advertido del riesgo de “establecer una equidistancia inapropiada”. Después fue el turno de la audiencia a la delegación de la conferencia de rabinos europeos, el pasado 6 de noviembre, con el discurso entregado pero no pronunciado a causa de un resfriado que, sin embargo, por la tarde no impidió al Pontífice saludar y abrazar a miles de niños en el aula Pablo VI, realizando incluso declaraciones no preparadas en la plaza de Santa Marta al final del acto.

La tesis de una “frialdad diplomática” ampliamente difundida en los medios de comunicación no le ha debido de gustar a los rabinos italianos que, tras el último movimiento arriesgado del miércoles con el uso de la palabra “terrorismo” y la reunión de los familiares de los rehenes israelíes del asalto del 7 de octubre puestos al mismo nivel que los familiares de los detenidos palestinos, decidieron finalmente posicionarse con la citada nota. Si las relaciones entre la Santa Sede e Israel ya estaban bajo mínimos tras la débil condena del atentado de Hamás, lo ocurrido en las últimas 48 horas podría marcar un retroceso en el diálogo judeo-católico en general, porque el tirón de orejas no vino de la embajada israelí, sino de la Asamblea de Rabinos de Italia. Un campo al que Bergoglio dedicó gran atención ya como cardenal, como demuestran los numerosos encuentros públicos de entonces y su amistad con el rabino Abraham Skorka.

La historia del entonces arzobispo de Buenos Aires desmiente las acusaciones de antisemitismo que algunos lanzan injustamente en las redes sociales contra el actual jefe de la Iglesia católica. Además, su pasado en Argentina confirma su carácter poco diplomático: es bien sabido, de hecho, que como primado en el país de América Latina mantuvo una relación muy complicada con los jefes de Estado de la época, primero con el presidente Néstor Kirchner y después con su esposa y sucesora Cristina Fernández, hasta el punto de que esta última expulsó en 2010 del hospital al sacerdote que el cardenal había enviado para impartir la Extremaunción a su marido moribundo.

Otra prueba de la poca diplomacia del Pontífice actual nos llegada de nuevo desde su tierra natal: el resultado de la segunda vuelta presidencial del pasado domingo, de hecho, envía a la Casa Rosada al candidato que había acusado a Bergoglio de “tener afinidades con dictadores comunistas y sanguinarios” y de tener una idea de la justicia social “contraria a los diez mandamientos”. A la hostilidad de Javier Milei, sin embargo, Francisco había respondido indirectamente en una entrevista concedida en marzo al canal C5N. En ella, hablando de la actualidad argentina, había criticado a quienes se presentan a los electores sin una tradición de filiación política detrás, evocando la tesis del “síndrome de 1933” utilizada por Siegmund Ginzberg para explicar el ascenso del nazismo en la Alemania de Weimar.

En la entrevista con el periodista Gustavo Sylvestre, Bergoglio había comparado la situación actual de Argentina con el intento de los alemanes de la época de probar al “Adolfito” que nadie conocía. Un duro juicio que, si bien no lo interpelaba directamente, fue leído por la mayoría de los observadores argentinos como dirigido precisamente al outsider Milei. El mismo que fue premiado por el pueblo argentino en una ronda electoral en la que, según el comentario de Loris Zanatta, fue el propio Francisco el gran perdedor: Zanatta, experto en América Latina, hablando del nuevo presidente, ha escrito en el periódico Il Foglio que “la impresión es que atacarlo le ha traído votos, que en ningún lugar como en Argentina el Papa Francisco genera rechazo”.

El distanciamiento con Milei, además, no ha ido de la mano de la cercanía al candidato peronista Sergio Massa, que en el mejor de los casos estaba considerado como un “mal menor” en la segunda vuelta. Los viejos desencuentros con el kirchnerismo heredados de los años de Bonaer, de hecho, habrían hecho que las relaciones no fueran fáciles ni siquiera con el ministro de Economía de Fernández. Por otra parte, tampoco es ningún misterio que las simpatías de Francisco se decantaban por Juan Grabois, el candidato movimientista de izquierdas derrotado en las primarias por Massa. De hecho, el público argentino está acostumbrado a ver al joven activista presentado como “amigo del Papa”. Aun así, este apelativo no ha sido suficiente, ya que el asesor del Pontificio Consejo Justicia y Paz de la Santa Sede obtuvo sólo el 5,5% de los votos y fue ampliamente superado por Massa como candidato de la coalición peronista Unión por la Patria.

Además de Oriente Medio y América Latina, los deslices papales sobre el conflicto ruso-ucraniano, con la definición de “monaguillo de Putin” atribuida al patriarca Kirill y la referencia a la “gran Rusia de Pedro I y Catalina II”, también han disgustado a ambas partes en distintos momentos, con el riesgo de socavar el papel de mediación que la Santa Sede –gracias al impulso del propio Francisco– ha tratado de asumir para aliviar las tensiones. Desde el 24 de febrero de 2022, son incontables las veces que la Secretaría de Estado ha sudado frío por las declaraciones del Pontífice. Casi once años después de su elección, es difícil que Bergoglio cambie una actitud que ya había demostrado en Argentina. Entre los muchos rasgos distintivos con los que será recordado el 265º Sucesor de Pedro estará también el de haber sido uno de los menos diplomáticos.