Inicio con desventaja para el Papa Prevost
El Papa Prevost es una sorpresa relativa, pero la elección de los purpurados de elegir a un cardenal perseguido por acusaciones de haber encubierto a sacerdotes acusados de abusos sexuales deja perplejos. Es y será un elemento de chantaje en un mundo que no hace concesiones a la Iglesia que quiere ser ella misma.

Se confirma una vez más el clásico dicho de que quien entra en el cónclave como Papa, sale como cardenal. La rapidez de la elección, apenas cuatro votaciones, hacía presagiar que el nuevo Papa sería el cardenal Pietro Parolin, el exsecretario de Estado y gran favorito, impulsado también por los “dobles deseos” del cardenal Giovanbattista Re durante la Misa pro Eligendo Pontifice. Sin embargo, Parolin sigue siendo cardenal.
La elección de Robert Prevost es sin duda una sorpresa, aunque en los últimos días su nombre había comenzado a circular con insistencia y se había incluido entre los papables. Es fácil suponer que entre quienes impulsaron su candidatura se encuentra el arzobispo de Chicago, Blase Cupich, uno de los cardenales nombrados por el Papa Francisco para desplazar hacia la “izquierda” a la Iglesia estadounidense. Por lo tanto, es sencillo prever que seguirá la línea de la continuidad. Pero ahora será él mismo quien se presente y explique las directrices de su pontificado, así como las razones de la elección de un nombre, León XIV, sin duda inesperado y potencialmente propicio.
Como creyentes no podemos sino reconocer la autoridad de Pedro y adoptar una actitud de respeto y obediencia. Sin embargo, esto no nos exime de manifestar una fuerte perplejidad ante la conveniencia de elegir a un Papa que, tras años en los que la Iglesia ha sido devastada por los escándalos sexuales, arrastra graves acusaciones de encubrimiento de abusos. Ya lo habíamos escrito hace tres días, al ver que su nombre estaba circulando y siendo nosotros mismos quienes el pasado mes de septiembre publicamos el testimonio de tres víctimas que acusaban al entonces obispo de Chiclayo (nos referimos al periodo 2006-2010) de haber encubierto a dos sacerdotes peruanos culpables de abusos.
En el último artículo revelábamos también la carta enviada el pasado 25 de marzo por la SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests, “Red de Supervivientes de Abusos por parte de Sacerdotes”) al secretario de Estado Parolin y a los cardenales prefectos de los dicasterios implicados, Fernández y Artime, así como a la hermana Simona Brambilla, prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada (aquí la versión íntegra en inglés). La carta recoge acusaciones detalladas sobre los delitos de tres sacerdotes y sobre la responsabilidad de Prevost tanto en Chiclayo como en Chicago, cuando era provincial de los agustinos (en este último caso también está implicado el cardenal Cupich).
El asunto que salió a la luz en 2020 aún está por aclararse, pero en estos años se ha hecho todo lo posible para evitar esta aclaración, y en la Congregación para la Doctrina de la Fe aún se encuentran los documentos del caso a la espera de que alguien se digne a escuchar a las víctimas.
Por supuesto, tenemos que decir que toda persona es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad, y eso es sacrosanto, pero también es un hecho que una característica del pontificado anterior ha sido evitar los juicios de los “amigos”.
El hecho es que las sospechas sobre Prevost en relación con una forma incorrecta de gestionar los casos de abusos son graves y esto no puede dejar de condicionar de alguna manera su pontificado. Sobre todo, aunque sea inocente, se encontrará en una posición de vulnerabilidad y será fácilmente “chantajeable” porque este es un mundo que no hace concesiones, ni para los católicos y la Iglesia que quiere ser ella misma. No es precisamente lo que necesita la Iglesia.
Es fácil imaginar que, aparte de las asociaciones de víctimas de abusos, ningún gran medio de comunicación laico se hará eco de esta historia hasta que el Papa moleste. Pero seguirá siendo una espada de Damocles suspendida sobre su cabeza.
La única manera de intentar superar este punto de partida en desventaja es, además de aclarar su posición, resolver de manera correcta, rápida y justa los escándalos de abusos sexuales que dejó abiertos su predecesor, en primer lugar el del padre Marko Rupnik. Que Dios le inspire.