San Isidro Labrador por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Hacia la perdición

No porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón. (Jn 12,6)

 

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis». Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús. (Jn 12,1-11)
 

A diferencia de Dios, el diablo no tiene hijos sino siervos, cuyas obras son las mismas que las de su amo: sospecha, hurto, traición y homicidio. El camino de perdición de Judas, que llegó a traicionar a Jesús, comenzó con la sospecha y el hurto. Sospecha hacia la Magdalena que, llena de amor por el divino Maestro, había utilizado un perfume muy valioso (diez veces mayor que la cifra que le bastará a Judas para traicionar a Jesús) y hurto por el dinero de la caja de los apóstoles. No cometamos el mismo error que el traidor y mantengámonos alerta en la Gracia de Dios para no dar los primeros pasos hacia la perdición.