Fratelli tutti, visión opuesta a Juan Pablo II
Comparemos la visión de “Todos hermanos” con la homilía del inicio del pontificado de San Juan Pablo II, la del grito “Abran las puertas a Cristo”. Son dos visiones completamente diferentes, la encíclica del Papa Francisco está en clara discontinuidad con las encíclicas sociales que la precedieron. ¿Qué debe pensar y hacer un simple fiel?
Dicho en extrema síntesis: nuestra propia naturaleza nos indica que todos somos hermanos y que estamos llamados a construir la fraternidad universal; para ello debemos superar nuestro egoísmo individual, nuestro encerramiento, para poder crear una sociedad abierta basada en la inclusión, el amor a todas las personas, la valoración de los pobres y de los más desfavorecidos. Para ayudar a todas las naciones con este propósito, se necesita una “global governance” en varios campos, una autoridad internacional capaz de dirigir a los estados individuales y sancionarlos cuando se cierran; también las religiones, que todas tienen vocación a la fraternidad universal, deben contribuir con este fin, y un ejemplo es el documento sobre la hermandad humana firmado en febrero de 2019 por el Papa Francisco y el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb (la declaración de Abu Dhabi), que es la principal inspiración de esta encíclica.
Este es brevemente el pensamiento rector de “Fratelli tutti”, la encíclica del Papa Francisco publicada el domingo 4 de octubre.
Por una curiosa coincidencia, el día anterior, en la Jornada de la Brújula, volvimos a escuchar el célebre pasaje de la homilía del inicio del pontificado de San Juan Pablo II (22 de octubre de 1978), que fue también el programa y la síntesis de su pontificado: “¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo Él lo conoce!”.
Una breve homilía, en la que se anunció con certeza el poder de Cristo sobre el mundo y la misión evangelizadora de la Iglesia, tal como la definió el Concilio Vaticano II. La incertidumbre, la desesperación tanto de los individuos como de los pueblos, tiene una sola respuesta, decía Juan Pablo II: Jesucristo. “Permitid, pues, —os lo ruego, os lo imploro con humildad y con confianza— permitid que Cristo hable al hombre. ¡Sólo Él tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!”.
El planteamiento de la encíclica “Fratelli tutti” no podía dejar de recordar, por tanto, esas palabras de Juan Pablo II, recién escuchadas, porque expresan dos puntos de vista radicalmente diferentes, diría opuestos. Y esto inevitablemente nos lleva a plantearnos algunas preguntas.
Para el Papa Francisco, el objetivo último de todo hombre, los cristianos a la cabeza, es construir la fraternidad universal: basta la razón humana para concebirla y reconocer las herramientas necesarias para lograrla. Y las religiones, todas sin distinción, deben ayudar a ello porque están llamadas a este fin, todas sin distinción.
Para san Juan Pablo II, sin embargo, solo Cristo es una respuesta exhaustiva a las preguntas del hombre como de los pueblos, el mundo entero está bajo Su poder, solo Él tiene “las palabras de vida eterna”.
La visión que el Papa Francisco expresa en “Fratelli tutti” no es una declinación de esa certeza expresada por San Juan Pablo II, es claramente otra cosa. Más bien está en sintonía con el pensamiento que inspira “Our Global Neighborood”, el Informe de la Comisión de la ONU sobre Global Governance, publicado en 1995, que describe una ética global para un mundo pacífico y fraterno. La inspiración y los valores fundacionales de esta ética global son claramente comparables a los expresados en "Fratelli tutti". Es un manifiesto socialista y utópico que pretende incluir cada “país, raza, religión, cultura, lengua, estilo de vida”. Las religiones, que pueden encontrarse en estos valores comunes, son obviamente necesarias en este plan, porque tienen la capacidad de controlar un porcentaje muy alto de la población.
Por tanto, la primera pregunta surge naturalmente: ¿esta perspectiva es compatible con la visión católica? Si somos Juan Pablo II, que recuerda el Concilio Vaticano II, definitivamente no. La paz, la fraternidad es posible - dice San Juan Pablo II - si las fronteras de los Estados están abiertas al poder de Cristo, no a los inmigrantes; si los sistemas económicos, políticos, culturales, todos los aspectos de la sociedad se abren al poder de Cristo. La Iglesia existe solo para vivir y anunciar esto.
No es necesario razonar mucho para darse cuenta de que “Fratelli tutti” es una inversión de esta visión. Claramente no se trata de dos sensibilidades distintas, ni de subrayar aspectos distintos de una misma visión que da el vivir dos momentos distintos de la historia. Al leer la Rerum Novarum de León XIII y el Centesimus Annus de Juan Pablo II, se perciben los cien años que separan las dos encíclicas, pero la continuidad que existe en la visión de los dos papas es igualmente clara.
Aquí nos encontramos ante algo que rompe esta continuidad y no puede ser casualidad que cerca de dos tercios de las referencias de esta encíclica sean citas de discursos, mensajes y encíclicas anteriores del propio Papa Francisco.
Y aquí se hace inevitable otra pregunta: ¿qué debe pensar y hacer un simple fiel que no quiere cerrar los ojos ante esta evidente discontinuidad?