Cristo Rey por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Evitar la ceguera del alma

Rabbuní, que recobre la vista. (Mc 10,51)

Y llegan a Jericó. Y al salir él con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó: «Rabbuní, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. (Mc 10,46-52)

 

Para aquellos que han perdido la vista, el sufrimiento es mayor con respecto a los que han nacido ciegos. Los primeros, de hecho, saben lo que se pierden al no tener ya el más importante de los sentidos; los demás, en cambio, lo perciben menos al no haberlo sentido nunca. Así sucede también en la vida espiritual: cuando un alma se da cuenta de la ceguera en la que ha caído alejándose de la Luz de Dios, siente nostalgia y empieza la conversión. Seguramente esta conversión es más difícil, aunque no es imposible a la Gracia de Dios, para quienes nunca han conocido el amor de Dios. Jesús vino a la tierra hace dos mil años por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, por lo cual esforcémonos por evitar la ceguera del alma debida al pecado.