Escuchar la voz de Dios
Y este es el testimonio de Juan. (Jn 1,19)
Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando. (Jn 1,19-28)
Para ser grato a Dios hace falta escucharlo y obedecer su voluntad. Es por esto que es necesario enderezar nuestra vida hacia el único objetivo verdaderamente importante, y que da serenidad: la vida eterna, donde estaremos siempre junto a Dios. Esperemos, entonces, que la voz de ese que grita en el desierto sacuda también nuestras conciencias en la dirección justa hacia Dios.