Escándalo de inmigración: “falsos cristianos” para poderse quedar en Reino Unido
Violencia, asesinatos, terrorismo: trágicos sucesos informativos han levantado el velo en Inglaterra sobre el fenómeno de las “falsas conversiones” del Islam para obtener asilo político. La Iglesia anglicana, bajo el punto de mira.
130 en East Midlands, 200 en Liverpool, 200 en Teeside, 20 en Essex, 40 en la barcaza Bibby Stockholm. Estos números son sólo la punta del iceberg de las falsas conversiones al cristianismo de cientos de solicitantes de asilo, entre ellos delincuentes convictos, violadores, asesinos y traficantes de drogas. Debido a su elevado número, los críticos han bautizado el fenómeno como “rezar para quedarse”. Ahora, el Ministerio del Interior británico ha puesto en marcha una investigación sobre la validez de las conversiones al cristianismo de inmigrantes y solicitantes de asilo. El temor es que “encontrar a Jesús” esté ofreciendo una vía más rápida para obtener asilo en Gran Bretaña.
El tema ha vuelto a la luz pública con fuerza recientemente, después de que un hombre musulmán de Afganistán fuera acusado de arrojar ácido a una mujer que conocía y a sus dos hijos el 31 de enero en el sur de Londres. Posteriormente se ha descubierto que Ezedi había llegado ilegalmente al Reino Unido viajando escondido en un camión, tenía dos condenas por delitos sexuales y exhibicionismo, y que su conversión al cristianismo había formado parte de su solicitud de asilo. Sus carniceros halal de Newcastle han declarado a la policía que era un buen musulmán a pesar de su aparente cambio a la fe cristiana unos años antes.
Pero la primera polémica de un extranjero peligroso cuya conversión del islam al cristianismo le valió el asilo se produjo en 2021. El terrorista iraquí de Liverpool Emad al-Swealmeen fue el primero en aparecer en los titulares cuando se inmoló en lo que presuntamente fue un atentado fallido frente al Women’s Hospital. Él también inició una conversión al cristianismo en 2015 tras agotar sus derechos de apelación de asilo. Fue bautizado en la catedral anglicana de Liverpool en noviembre de ese año. Sin embargo, en su piso se encontraron un Corán y una alfombra de oración islámica, lo que sugiere que seguía practicando el islam.
Desde el 2018, la gran mayoría de las “pseudoconversiones” siguen el mismo patrón: hombres musulmanes de países de Oriente Medio donde se persigue a los cristianos -y especialmente cristianos que han desertado del islam- que alegan que sus vidas correrían peligro si fueran expulsados. Como es difícil determinar si las conversiones son auténticas, los solicitantes de asilo suelen ampararse en la Ley de Derechos Humanos para respaldar su petición de permanecer en el Reino Unido.
El caso de un hombre bangladeshí de 43 años que pasó 12 años en prisión por matar a su esposa es un buen ejemplo. El hombre recurrió con éxito el intento del Ministerio del Interior de deportarlo, alegando que era un cristiano converso que correría peligro si se le deportaba a Bangladesh, país de mayoría musulmana. El juez estimó su recurso basándose en el artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), que prohíbe la deportación de personas que corran el riesgo de sufrir daños graves por tortura o tratos inhumanos o degradantes.
Otro caso se refería a un iraní que llevaba 18 meses encarcelado en el Reino Unido por agresión. Un juez dictaminó que no podía ser deportado a pesar de las pruebas de que no era un verdadero converso porque se había cubierto los brazos con tatuajes cristianos que podrían hacer creer a los funcionarios iraníes que se había convertido, por lo que su vida correría peligro si era deportado.
Hay que recordar que la doctrina de la taqiyya permite a los musulmanes mentir sobre su fe cuando tienen un objetivo religioso o por razones de seguridad. En muchos casos, esta práctica está tan poco disimulada que los jueces preocupados se preguntan abiertamente si los líderes eclesiásticos están siendo engañados por solicitantes de asilo poco sinceros que se convierten al cristianismo para evitar la deportación. El Sunday Telegraph ha publicado recientemente un artículo en el que revelan que los jueces están cuestionando que los líderes de las iglesias den la cara por los solicitantes de asilo provenientes de Irán e Irak cuando no pueden comunicarse fácilmente con ellos debido a la barrera del idioma. En otro caso, el juez Holt criticó la rapidez con la que las autoridades eclesiásticas bautizan a los solicitantes, al conocer la historia de un solicitante de asilo que fue bautizado en la catedral anglicana de Wakefield el 2 de mayo de 2018, habiendo llegado al Reino Unido solo cinco semanas antes.
La cuestión es que la referencia de un sacerdote o pastor suele ser crucial para persuadir a un juez de inmigración de que desestime la recomendación del Ministerio del Interior de no conceder el asilo. Y como la Iglesia de Inglaterra es la principal captadora de musulmanes conversos, se ha convertido en el principal blanco de los ataques. La ex Ministra del Interior Dame Priti Patel se muestra especialmente crítica: “La Iglesia tiene que dejar de prestar ayuda a delincuentes peligrosos y a quienes pretenden aprovecharse de nuestro sistema. Estos criminales violentos deben pasar de la cárcel al avión [en referencia a la propuesta de ley para enviar a inmigrantes ilegales a Ruanda para ser juzgados], eso es lo que quiere la opinión pública”, ha reprochado.
En su defensa, la Iglesia de Inglaterra argumenta que no es su labor examinar a los solicitantes de asilo ni hacer cumplir las fronteras, sino seguir las enseñanzas de la Biblia. El pastor Phylip Rees, de la iglesia baptista de Tredegarville, en Cardiff, ha declarado al Daily Mail que sólo quería ayudar a los inmigrantes necesitados: “Habíamos rezado para que Dios nos enviara solicitantes de asilo y precisamente el Ministerio del Interior abrió una oficina justo al lado de la iglesia”. A continuación, describe cómo organizaba bautizos masivos de inmigrantes por “inmersión total” en el mar, frente al sur de Gales, durante los meses de invierno, como “prueba” de su fe (ver vídeo). Sin embargo, el ministro, de 74 años, también admite que hasta el 60% de las personas que ha bautizado a lo largo de los años no han vuelto a aparecer por la iglesia. En 2016, el deán de la catedral anglicana de Liverpool afirmó que 200 solicitantes de asilo fueron confirmados allí en solo cuatro años. A esto añadía un dato crucial: “No se me ocurre un solo ejemplo de alguien que ya tuviera la ciudadanía británica y se convirtiera aquí del islam al cristianismo”.
Según Mike Jones, de Migration Watch UK, el país está duramente dividido y las iglesias cristianas “no están en sintonía con la opinión mayoritaria”. “Todos esperamos que la Iglesia apoye a los necesitados y fomente la evangelización, el problema es que existen políticas que les permiten ayudar a personas que no conocen bien y sin pruebas de que las conversiones sean auténticas”, ha dicho en el podcast de The Spectator.
Rod Liddle, director de The Spectator, afirma que la realidad impone una respuesta que no levante el puente levadizo a la inmigración, sino que tenga en cuenta que “la razón por la que estos inmigrantes hacen cola para abrazar a la Iglesia de Inglaterra es que los verdaderos enemigos internos, las ONG que se ocupan de los ‘refugiados’, les han dicho que así aumentarán mucho sus posibilidades de obtener asilo”.
El caso de Abdul Ezedi ha reavivado el debate político en el Reino Unido. La opinión pública quiere saber cómo se las ha arreglado para permanecer en el Reino Unido a pesar de su historial como autor de un crimen horrendo con evidentes implicaciones para la seguridad nacional. Mike Jones tiene una respuesta, pero se muestra pesimista sobre la solución: “Si alguien entra ilegalmente en el país, la Ley de Derechos Humanos hace casi imposible deportarlo si procede de un país considerado inseguro”, ha explicado, “la única forma de impedirlo es modificar o abolir la Ley de Derechos Humanos. El plan de Ruanda deroga algunas secciones de la Ley, pero no va lo suficientemente lejos” como para resolver definitivamente el conflicto del asilo.