“¿Era de pandemias?”. No, democracia del miedo
La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirma que “estamos entrando en una era de pandemias” y que incluso después del Covid “el riesgo sigue existiendo”. Pero la realidad es que las pandemias –como la española, la asiática, etc.- siempre han estado ahí. Siempre ha habido pandemias, pero no han perturbado la existencia como lo hacen hoy. La democracia del miedo es el nuevo escenario que nos espera: quien sea capaz de aterrorizar a las masas estará al mando.
En el mundo las únicas cosas seguras son la muerte y los impuestos. Y ahora podemos añadir las pandemias. Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, ha declarado al Financial Times: “Estamos entrando en una era de pandemias. Si nos fijamos en lo que ha ocurrido en los últimos años, con el VIH, el Ébola, el MERS y el Sars, fueron epidemias que pudieron contenerse, pero no podemos pensar que todo se ha acabado una vez que hayamos superado el Covid-19. El riesgo sigue existiendo”.
Von der Leyen dice que “estamos entrando en una era de pandemias”, pero la realidad es que nunca hemos salido de ella. Recordemos, entre las más mortíferas, la gripe española (1918-1920) con 50 millones de víctimas, la gripe asiática (1957) con dos millones de muertos, la pandemia de 1968 que causó más de un millón de víctimas, el VIH, virus que aún no ha desaparecido de nuestro planeta, con 25 millones de muertos, así como el Ébola (el recuento de muertes hasta 2016 ronda los 11 mil). En definitiva, los virus letales siempre han acompañado nuestra existencia, pero sin perturbarla como ha sucedido en el último año; de hecho siguen haciéndolo aun teniendo muchas más herramientas que en el pasado para combatirlos, y lo harán en el futuro. Así que no hay que asustarse.
En cambio, una persona cualquiera, al escuchar las palabras de la Presidenta de la Comisión Europea se siente comprensiblemente aterrorizada: entraremos en una era de duración geológica de las pandemias, después del Covid nunca se volverá a la normalidad porque “el riesgo se mantiene”. En resumen, la pesadilla viral permanecerá durante generaciones. ¿Por qué ha hecho Von der Leyen estas declaraciones? Desde luego, no para incentivar la investigación en Europa. Su intención más bien parece ser sembrar el pánico.
Después de un año de estrés emocional para la mitad del planeta (el sur del mundo tiene otros problemas en los que pensar además del Covid) ¿qué persona sensata podría considerar razonable aumentar aún más el índice de ansiedad de unos mil millones de personas? Ninguna, y sin embargo la máxima representante de la UE decide conscientemente escribir en uno de los periódicos más autorizados del mundo una especie de remake de la película Profondo rosso en la que todos figuramos como extras.
Pero, ¿por qué sembrar el pánico? La tesis que parece cada vez más convincente es la que al principio olía a conspiración y que ve en el miedo un útil instrumento de control de masas. La democracia del miedo es el nuevo escenario que nos espera: quien sea capaz de aterrorizar a las masas estará al mando. El virus del miedo será la verdadera pandemia del futuro, un virus mucho más contagioso que el Covid porque se transmite con palabras e imágenes, sus víctimas pueden ser jóvenes y mayores, gente sencilla y culta.
El Covid se acabará por sí mismo, por las vacunas, por la inmunidad natural adquirida o por estas tres causas a la vez, pero para la señora Von der Leyen no tienen que terminar el miedo y el chantaje ligados a él. Así que saca la bola de cristal y predice un apocalipsis indefinido. Y las personas con sentido común se preguntan: ¿pero cómo es posible que hasta hace un año las distintas pandemias que se han producido nunca hayan perturbado nuestra vida y ahora, sin venir a cuento, las futuras sean tan devastadoras como para obligarnos a disfrazarnos y encerrarnos en casa para siempre? Algo no cuadra, parece evidente.
Pero no importa. Los que tienen pánico no razonan, sino que obedecen para salvar el pellejo. Y no llamemos “responsabilidad civil” a la observancia ciega de las medidas de seguridad personal, porque, en la mayoría de los casos, quienes usan las mascarillas, se desinfectan y guardan las distancias, lo hacen por ellos mismos, no por los demás. Si esa tan cacareada “responsabilidad cívica” estuviera tan extendida, todo el mundo pagaría impuestos, no intentaríamos emular a Lewis Hamilton al conducir, no aparcaríamos en una zona prohibida y mucho, mucho más.
No, es el miedo el que nos impulsa porque el yo es la persona más querida para nosotros. La señora Von der Leyen, y no sólo ella, lo ha entendido bien y por eso, como ahora se está inyectando en el corazón de la gente algún anhelo esperanzador junto con las vacunas, se corre inmediatamente a cortar de raíz tan repentina confianza, advirtiendo que las pandemias siguen un movimiento perpetuo. Es necesario entonces aplicar una estrategia de control de la conciencia de las masas mediante la difusión, de forma cíclica e ininterrumpida, de dos estados de ánimo colectivos: la ansiedad seguida de la esperanza. Amenazar y luego tranquilizar, amenazar y luego tranquilizar. Por lo tanto, es esencial mantener a unos y a otros siempre en la cuerda floja, pero teniendo cuidado de que la cuerda no se rompa. El que tiene el antídoto contra el miedo es el mismo que lo ha generado.