San Jorge por Ermes Dovico
EL LEGADO DE FRANCISCO

En 12 años se ha borrado la Doctrina Social de la Iglesia

Las intervenciones sociales del Papa Francisco han sido sin duda muchas, pero los criterios de juicio han sido evidentemente mundanos, sobre todo porque han desaparecido los supuestos filosóficos y teológicos de la tradición católica, además de la relación entre naturaleza y sobrenaturaleza y entre razón y fe.

Ecclesia 23_04_2025 Italiano English

Al examinar las transformaciones que se han producido en estos doce años, es inevitable notar que durante el pontificado de Francisco se ha perdido el rastro de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). No solo se han dejado de utilizar su expresión, sus principios y sus criterios para evaluar los numerosos fenómenos sociales nuevos, sino que, sobre todo, han desaparecido sus supuestos filosóficos y teológicos, sin los cuales se reduce a moralismo social y a un humanismo solidario genérico. El marco de referencia de estos fundamentos se había mantenido, aunque con algunas dificultades, hasta Benedicto XVI, pero luego se perdió mucho y quienes habían cultivado su compromiso con la DSI se vieron puestos a prueba duramente. A partir de cierto momento, lo que antes se decía y se hacía ya no se podía decir ni hacer. De la noche a la mañana se impuso un nuevo esquema.

El principal de estos supuestos es la relación correcta entre la naturaleza y lo sobrenatural, es decir, entre la razón (incluida la razón política) y la fe religiosa. Es sabido que la teología de las universidades pontificias ya no utiliza estas palabras metafísicas, que han sustituido por la perspectiva histórica y existencial, mucho más horizontal. Sin ellas, sin embargo, se hace imposible la DSI, es decir, la mirada de Dios sobre la comunidad humana, con todas sus exigencias salvíficas, que se encuentra con las verdades de la razón política, reforzándolas y purificándolas.

La DSI necesita basarse en la Palabra de Cristo Salvador y también en la verdad de la razón natural que, en última instancia, proviene de Cristo creador. La DSI necesita basarse en un orden natural y finalista, innato en la naturaleza social del hombre y capaz, a pesar de la situación decadente posterior al pecado, de llegar a los preámbulos de la fe, para permitir que la Palabra se pueda expresar en un lenguaje comprensible.

En este orden natural finalista se encuentran los principios de la moral social y política que la revelación confirma y la Iglesia protege, sin los cuales no hay DSI, porque se perderían el concepto del bien común y el fundamento de la autoridad política. La DSI necesita el derecho natural y la moral natural.

En este pontificado, sin embargo, no se han retomado los conceptos que acabamos de recordar. El derecho natural y la moral natural ya no se han invocado. Se han negado y olvidado los principios no negociables que emanan de la ley natural. Se ha propuesto una Iglesia inclusiva de todos los comportamientos, según la cual solo existe el ser y ya no el deber ser, puesto que Dios nos ama no solo tal y como somos, sino también tal y como seguimos siendo; una Iglesia que no juzga los acontecimientos históricos, sino que se limita a acompañarlos. Una Iglesia que se refiere solo a la misericordia y descuida la verdad está desfasada con respecto a las exigencias de la DSI, que es juicio sobre la historia y sobre el mundo a la luz de la razón natural y de la revelación.

Esta ausencia de la perspectiva del derecho natural también se ha puesto de manifiesto en documentos de carácter no estrictamente social o político. La nueva interpretación del adulterio en Amoris Laetitia no tiene en cuenta que va contra el derecho natural y no solo contra el derecho divino. La bendición de las parejas homosexuales en Fiducia supplicans olvida que es la misma razón natural, antes que las normas evangélicas, la que dice que ni siquiera se trata de parejas. Negligencias de este tipo en el orden de la razón natural tienen repercusiones en la DSI, que fundamenta la sociedad en la familia y el matrimonio. Las aperturas al reconocimiento jurídico de las uniones civiles, incluso homosexuales, expresadas directamente por el propio Francisco, y los estímulos a los movimientos favorables al transgénero han debilitado, si no imposibilitado, la coherencia entre la fe y la política en la que se basa la DSI. Nunca como en este pontificado los fieles laicos han sentido el malestar de no ser guiados y formados orgánicamente en su compromiso con el mundo.

Si examinamos las intervenciones de Francisco sobre temas de moral social, nos damos cuenta de que siempre se ha dirigido a todos, sin distinción, y nunca a los católicos y creyentes. Los discursos a los movimientos populares de diversa índole, las intervenciones dirigidas a las fundaciones globalistas y los mensajes a los movimientos por los “nuevos derechos” jamás han hablado de Cristo. Dirigidas a todos indistintamente, con un criterio extensivo e inclusivo, esas intervenciones se situaban, por tanto, en un nivel meramente humano. Juan Pablo II escribía en la Centesimus annus que la DSI es anuncio de Cristo en las realidades temporales y que tenía como fin la evangelización, de la que era instrumento. Nada de esto se ha dado en el pontificado de Francisco, durante el cual se ha excluido la evangelización por considerarla una forma de proselitismo, y al cristiano se le ha pedido que se ocupe de los pobres, pero ya no de construir la sociedad, cuyos criterios arquitectónicos se conservan en la DSI.

Al abordar los principales procesos en curso en nuestras sociedades, como la COVID, la inmigración, el medio ambiente o la unificación europea, nunca se han aplicado los principios y criterios de la DSI. En cambio, se ha preferido intervenir caso por caso, planteando preguntas más que dando respuestas, favoreciendo un discernimiento de las conciencias que sin doctrina se encuentra perdido, proponiendo a la Iglesia como acompañante y ya no como guía. Así ha sucedido que, al final, en las grandes cuestiones mencionadas la Iglesia ha estado ausente, acabando por alinearse con las corrientes más fuertes del globalismo imperante. Y, además, feliz de estar ausente, considerando esta posición como más “evangélica”.

Alguien podría recordarnos que Francisco también ha escrito dos encíclicas propuestas y consideradas de carácter social, la Laudato si' (18 de junio de 2015) y la Fratelli tutti (3 de octubre de 2020). ¿Cómo se puede entonces decir que ha descuidado la DSI? La Laudato si' está dedicada a un tema sectorial, el medioambiental, a diferencia de las encíclicas anteriores. Su redacción -tal y como admitió en su momento el propio Francisco- se debe a Leonardo Boff; gran parte de su texto está ocupado por lugares comunes sobre el ambientalismo queridos por la “prensa del régimen”; hay graves concesiones a la visión del hombre como parte de una madre tierra más amplia y a formas económicas, como el decrecimiento feliz, ya criticadas por Benedicto XVI. A esta encíclica se debe el “delirio ecologista” de tantas conferencias episcopales y comunidades cristianas y su alineamiento con los planes de los grandes del mundo en este sentido. En cuanto a Fratelli tutti, la encíclica pretendía fundar la fraternidad entre los hombres no en la naturaleza humana común fruto de la creación y en la elección como hijos del Padre, sino en el hecho de estar “en el mismo barco”, es decir, en una solidaridad puramente existencial. Estas dos encíclicas no pueden considerarse en continuidad con toda la tradición de la DSI.