San Juan de Kety por Ermes Dovico
DÍA DE LA TIERRA

El Vaticano se entrega por completo al ecologismo anti-humano

Ayer hubo una gran participación de los medios de comunicación del Vaticano y del Papa en la celebración del 50º Día de la Tierra, dedicado a la encíclica Laudato Si'. Un evento que marca la unión definitiva entre la Santa Sede y los lobbies ecologistas del mundo, a pesar de que las fuerzas detrás del Día de la Tierra son herederas de las sociedades eugenéticas.

Creación 24_04_2020 Italiano English

Lo que ayer hemos visto en el Vaticano podría ser archivado como otra gran manifestación del pensamiento ecológico que es el “sello” particular de este pontificado. Sólo esto ya sería bastante serio, pero lo que pasó ayer fue aún peor: la unión definitiva del pensamiento y la acción entre la Santa Sede y los lobbies ecologistas del mundo.

Y es que ayer se celebraba el 50º Día de la Tierra. Un aniversario importante que ha caído en un momento muy particular, debido a la conocida pandemia en curso. Teniendo que evitar las plazas, se ha preferido realizar una maratón multimedia de doce horas con el significativo título de #OnepeopleOneplanet (Un pueblo, un planeta), al que asistieron los medios de comunicación del Vaticano (Vatican News en primer lugar) y Tv2000 (la emisora de la Conferencia Episcopal Italiana). No sólo: al caer el miércoles, el Papa Francisco dedicó su audiencia al Día de la Tierra, interrumpiendo para la ocasión el ciclo de catequesis que está llevando a cabo. Si ya la definición de “pecados contra la tierra” ha sido inédita y muy cuestionable, aún más significativo es el horizonte religioso que propuso el pontífice refiriéndose, sin mencionarlo, a la Hipótesis de Gaia (la diosa griega de la tierra): la idea de la tierra como un organismo vivo que reacciona a las agresiones, e incluso se venga.

Una razón que justifica toda esta atención por parte del Papa y de los medios del Vaticano ha sido también el hecho de que el Día de la Tierra se haya dedicado dedicado a la encíclica Laudato Si', que celebra su quinto aniversario. Y es aquí donde el tema se vuelve interesante, porque completa el proceso de integración entre un cierto cato-ecologismo, promovido por el propio Papa y por los movimientos detrás del Día de la Tierra.

Y en este punto también es interesante saber cómo nació el Día de la Tierra y qué es realmente. Vatican News lo define como un movimiento nacido “desde abajo” que, tras un accidente de petróleo en el mar, decidió unir todas las fuerzas que ya protestaban contra la degradación del medio ambiente. El 22 de abril de 1970 tuvo lugar la primera gran manifestación a favor de la defensa del medio ambiente con la participación de veinte millones de americanos. Un movimiento espontáneo, nacido “desde abajo”, y que al Papa le gustaría que continuase hoy en día a nivel mundial, tal y como dijo ayer.

Es una pena que las cosas no sean así en absoluto. Si bien es cierto que en Estados Unidos había varios movimientos ecologistas muy activos que protestaban sobre todo contra la elevada contaminación atmosférica de las grandes ciudades americanas, su convergencia en un movimiento político de fuerte impacto fue una operación “desde arriba”, que tuvo sobre todo dos protagonistas: el senador de Wisconsin (demócrata) Gaylord Nelson y el multimillonario Hugh Moore. El primero era un ambientalista convencido, una especie de progenitor de Al Gore, y el otro siempre había dirigido sus esfuerzos a intentar que la política americana controlase la natalidad.

Fue el propio Hugh Moore, ya en la década de 1950, quien acuñó la imagen de la “bomba demográfica” que luego se hizo universalmente famosa gracias el libro que el biólogo Paul Ehrlich escribió en 1968. Y también ha sido Hugh Moore quien ha creado el eslogan que da la perspectiva definitiva al Día de la Tierra: “La población contamina”. De esta manera se unieron el movimiento ecológico y el movimiento para el control de la natalidad (para un relato más amplio sobre el origen del Día de la Tierra haga clic aquí), ambos herederos de las sociedades eugenésicas nacidas en Estados Unidos a finales del siglo XIX.

Desde entonces, los movimientos antinaturalistas y ambientalistas -desde el Sierra Club hasta el Worldwatch Institute, desde Planned Parenthood hasta Zero Population Growth- han hablado el mismo lenguaje, y obviamente estos movimientos se han desarrollado gracias a la generosa financiación de grandes fundaciones americanas.

En estos cincuenta años, las fuerzas que están detrás del Día de la Tierra no sólo no han diluido su identidad, sino que han crecido enormemente, ocupando posiciones clave en muchos gobiernos -empezando por el de los Estados Unidos- y han tomado el control de los organismos de las Naciones Unidas, adquiriendo una dimensión mundial.

Y en los últimos años, es triste decirlo, han ocupado el Vaticano, como hemos denunciado repetidamente. Cuando hablan de la defensa del medio ambiente, estas personas no tienen en cuenta en absoluto el cuidado de la Creación desde el punto de vista cristiano, sino que tienen la idea de que el hombre es el verdadero enemigo de la Tierra y que por lo tanto su presencia debe ser limitada: tanto cuantitativamente (con el control de la natalidad sobre todo en los países pobres) como cualitativamente (freno al crecimiento económico hasta la teorización del llamado “decrecimiento feliz”). Sin embargo, estos son también los pilares de las políticas ambientales mundiales desarrolladas desde los años noventa y que constituyen también el trasfondo cultural de los acuerdos internacionales sobre el cambio climático.

Así que si el primer Día de la Tierra marcó la unión de las diferentes corrientes eugenésicas, el 50º Día de la Tierra, con la celebración de la encíclica Laudato Si' y la entusiasta participación del Vaticano, marca otra unión histórica: la de este movimiento mundial con la Santa Sede, la única fuerza que a principios de los siglos XX y XXI se opuso, en nombre de la defensa de la dignidad humana, a esta homologación del pensamiento. En otras palabras, estamos siendo testigos de cómo la Iglesia se entrega al poder del mundo.