El sentido de la vida
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí. (Jn 15, 4)
«Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos. Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor». (Jn 15, 4-10)
Ninguno de nosotros puede encontrar el sentido de la propia vida en sí mismo. El único que lo puede hacer es Jesús, puesto que es Dios. Somos, de hecho, unos ceros que, tomados de uno en uno o en grupo, no tienen ningún valor. En cambio, si se ponen detrás de Dios, que en este ejemplo está representado por el número uno, asumen un gran valor. Recordemos, por tanto, que si somos humildes encontraremos el sentido de nuestra vida en la fidelidad a Jesús; es decir, en el permanecer pegados a Él, como el sarmiento a la vid.