El peso justo
El que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. (Jn 12, 25)
Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará». (Jn 12, 24-26)
Con el ejemplo del odio de la propia vida terrena para llegar a la eterna, Jesús quiere enseñar a los discípulos cuál es el precio que hay que estar dispuestos a pagar para poner en práctica el Evangelio. Si se quiere ser discípulo de Jesús, la verdadera conversión consiste en cambiar los principios a los cuales someter nuestra voluntad por lo que, en el caso extremo en el que se nos impusiera elegir entre la fidelidad a Él y nuestra vida, es necesario permanecer fieles a nuestro divino Salvador a riesgo de ser torturados o asesinados. En un momento de silencio en esta jornada reflexionemos sobre el justo peso que hay que dar a las cosas materiales, incluida nuestra vida terrena, recordando la mayor importancia que hay que dar a la vida eterna.