San Félix I por Ermes Dovico
EL CASO DE CARPI

El obispo defiende la exposición blasfema y culpa a los fieles

Tras nuestro artículo sobre la exposición blasfema, la curia de Carpi ha sufrido un bombardeo de correos electrónicos sin precedentes. La diócesis dirigida por el obispo Castellucci niega la blasfemia y defiende la exposición “Gratia plena” en la iglesia del museo diocesano, invitando a observar la obra sin prejuicios y con una “mirada limpia”. Pero que se trataba de una provocación ya había sido admitido por el guía.

Ecclesia 06_03_2024 Italiano

Se le puede dar vueltas con todas las explicaciones posibles e imaginables, pero si un ojo ve un cuadro en el que se representa a un hombre poniendo la cara delante del pubis de Jesús, se quiera interpretar como se quiera interpretar, el cuadro es pura blasfemia. Y punto. Y lo es, no porque nos moleste, sino porque no hay otra alternativa de interpretación.

Y esto, que se diga sine ira ac studio, sobre todo después de que la diócesis de Carpi nos acusara básicamente de ser unos maliciosos sin “mirada límpia” que no ven las cosas con pureza. Somos unos maliciosos, al igual que lo eran los visitantes que nos enviaron las primeras fotos, y los miles de lectores que reaccionaron al artículo de la Brújula Cotidiana sobre la exposición blasfema de Carpi asaltando la bandeja de entrada de los diferentes correos electrónicos de la diócesis con mensajes indignados.

Y por tanto, debido al inesperado bombardeo de mails sufrido por las oficinas de la curia de Carpi, a última hora de la mañana la diócesis se vio obligada a emitir un comunicado de prensa para tratar de posicionarse sobre el desafortunado asunto protagonizado por el museo diocesano que acoge desde el sábado la exposición del artista Andrea Saltini titulada “Gratia plena” en la iglesia de San Ignacio.
Llegados a este punto, la diócesis de Carpi y su obispo, Su Excelencia Monseñor Erio Castellucci, tenían básicamente tres caminos ante sí: hacer como si no hubiera pasado nada, admitir el error (podría haber habido varias vías, algunas honorables) o bien -tercera vía- defender la obra, al artista, la exposición y llamar “estirados” a los miles de escandalizados creyentes. Han elegido el camino más deshonroso, el de negar una blasfemia evidente y defender una obra indefendible, y para ello han tenido que agarrarse a un clavo ardiendo, pero como única salida pensaron que lo mejor era culpar a los fieles, ofendiendo su sensibilidad.

Que sería como decir: “No entendéis nada de arte. Y dado que no lo entendéis, el problema es vuestro”. No contentos, sin embargo, con tener que admitir que algo falla en esta escuálida exposición. De lo contrario, no habrían tenido que añadir esta frase al final del comunicado, prueba de una mala fe verdaderamente desconcertante para una diócesis y para un obispo como Castellucci, que está escalando posiciones rápidamente en la Conferencia Episcopal Italiana: “Con este fin -leemos al final del comunicado- se preparará un subsidio como anexo al catálogo de la exposición, presentando las obras individuales desde el punto de vista del artista que ilustra su búsqueda religiosa y espiritual, proporcionando los elementos culturales y personales para comprender su significado”. Que es una forma de llamar idiotas a los fieles que no comprenden el arte y por tanto necesitan el glosario explicativo del artista.

Así surge la absurda pretensión de gran parte del arte contemporáneo: no importa lo que la obra representa, lo que importa es lo que el artista ve en ella. Algo que puede ser cierto para el arte abstracto, pero no puede serlo para el arte figurativo, y menos aún para el arte figurativo sacro, que tiene cánones, códigos y leyes propios fijados desde hace mucho tiempo. En cambio, en Carpi el visitante está obligado a sufrir la tortura de entrar en la iglesia y después de soportar la tarea de penetrar en el código lingüístico del artista, que sin duda ha decidido obligar a los demás a ver en su cuadro algo que nadie más puede ver. Pero el cuadro permanece ahí como un recordatorio.

Ahora bien, el hecho de que el pueblo vea algo, pero sólo el artista decida ver otra cosa en él, es problema del artista, no del pueblo. De hecho, para confirmar que el pueblo tiene la última palabra en esto, el propio Magisterio de la Iglesia nos lo dice. Existe un principio moral que asigna la primacía de la ética sobre la estética en las obras sagradas.

Esto es precisamente lo que dice el Concilio Vaticano II, que se suele citar a cada paso como excusa para la revolución, mientras se ignora su letra. Por ejemplo, el decreto sobre los instrumentos de comunicación social “Inter mirifica” (también citado por Evangelii Gaudium en la nota 130) dice en el punto 6 sobre los derechos del arte: “El Concilio proclama que la primacía del orden moral objetivo debe ser respetada absolutamente por todos”. Por tanto, si el pueblo se siente herido, hay que escuchar al pueblo porque la teoría estética está subordinada a la ética.

Lo mismo ocurre con el Sacrosantum Concilium, el decreto sobre la liturgia. En el 124 reitera que “los obispos pongan todo su cuidado en retirar de la casa de Dios y de los demás lugares sagrados aquellas obras de arte que sean contrarias a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana; que ofendan el genuino sentido religioso, ya sea por ser depravadas en su forma, ya sea por ser insuficientes, mediocres o falsas en su expresión artística”. Esto es exactamente lo que ha ocurrido en Carpi: una ofensa a la piedad cristiana con el estilo que ha querido la provocación, y sería deber del obispo, en lugar de arremeter contra los periodistas que muestran el problema o, peor aún, contra los fieles que protestan, actuar en consecuencia y clausurar la exposición.

Toda la exposición, y no sólo la obra incriminada titulada INRI-San Longino (y podríamos abrir otro capítulo aparte sobre la inmediatez de la identificación de la iconografía con el centurión). Como muestra el artículo anterior de la Brújula, hay también otras pinturas altamente ofensivas para la sensibilidad religiosa, y el hecho de que la guía admita la provocación del artista no es sino desvelar que hay una intención precisa. De hecho, que la intención de provocar es inherente a la voluntad del pintor Andrea Saltini nos lo dijo el propio guía, no nos lo inventamos (ojo, tenemos pruebas de lo que afirmamos). Y en esa exposición, además del controvertido cuadro, hay otros.

No es menos grave el cuadro “Gratia plena”, que -según la explicación del artista- muestra a María despojada de su concepción virginal por los incrédulos fariseos. Tampoco lo es el cuadro “Noli me tangere”, que muestra a una santa Magdalena semidesnuda que acoge en su seno a un Jesús harapiento y exhausto.

Cosas que también molestan a los fieles. Que lo superen el Vicario General Ermenegildo Manicardi y el obispo Castellucci. Habría sido más honrado pedir disculpas y desistir humildemente ante la evidencia, en lugar de desafiar arrogantemente la sensibilidad de la opinión pública y defender lo indefendible.



CARPI

Una exposición blasfema en la iglesia del obispo de Carpi. ¡Y lo llaman arte!

06_03_2024 Andrea Zambrano

En la iglesia del museo diocesano de Carpi, una exposición de un artista local provoca reacciones indignadas: pinturas blasfemas de Jesús, la Virgen y la Magdalena. La Brújula Cotidiana ha visto las obras y el guía admite la provocación. Pero también nos encontramos con el engaño de los comisarios diocesanos que hacen pasar el sacrilegio por arte sacro. El obispo Castellucci tendrá que responder por ello.