San Columbano por Ermes Dovico
PRESIDENTE DE LA FIFA

El Mundial de Qatar y la hipocresía sin fronteras de Infantino

El partido inaugural de ayer entre Qatar y Ecuador no debe eclipsar la polémica desatada por las declaraciones del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en vísperas del Mundial. Más allá de los aspectos deportivos, hay que dar prioridad a los morales.

Deporte 21_11_2022 Italiano English

El partido inaugural disputado ayer entre Qatar y Ecuador no debe hacernos olvidar la polémica desatada por las declaraciones del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en vísperas del Mundial. La hipocresía mostrada por Infantino no tiene fronteras. “Hoy me siento árabe, gay y emigrante”, ha dicho en un intento de salvar la cara (desde luego no el alma) con una “salida del armario” digna de la retórica “progresista” más demagógica, ante las cámaras alineadas en la sala de prensa del Estadio Virtual 1 de Doha. Infantino no ha hecho referencia alguna al número de muertos, heridos y violaciones de los derechos humanos que ha presenciado ese estadio, pero ha fingido solidaridad con los “emigrantes” pensando que sería suficiente para hacer olvidar que el principal responsable de lo ocurrido con miles de trabajadores extranjeros, asiáticos en particular, empleados como esclavos en la construcción de las infraestructuras necesarias para albergar la mayor competición futbolística, es él mismo.

Durante años, han llovido desde partes quejas basadas en pruebas irrefutables sobre la organización de la Copa, incluidas las Naciones Unidas, e incluso Qatar, introduciendo un programa de reformas que naturalmente se ha quedado en papel mojado, ha tenido que admitir que efectivamente había algunos problemas en el trato a los “emigrantes”. Pero los negocios deben continuar.

Los horarios y las cargas inhumanas (cuando no insostenibles) se han hecho necesarios para poder compensar los retrasos y la ineficacia, a fin de terminar los trabajos en las obras a tiempo para el inicio de la Copa del Mundo. La comida insuficiente ha servido para ahorrar unos céntimos frente a los gastos ultramillonarios también en forma de sobornos y turbia financiación pagados por los emires del clan Al Thani para obtener (y mantener) la adjudicación de la Copa como país anfitrión. Para más detalles, pregunten a la justicia francesa y a varias investigaciones periodísticas que han desvelado las trampas y los intereses conjuntos del antiguo dúo Platini-Blatter, y este último ha trasladado recientemente toda la culpa al antiguo presidente de la UEFA, admitiendo la existencia de irregularidades: “La FIFA no era corrupta. La gente de la FIFA sí”. ¿Entre ellos también Infantino? ¿Puede aplicársele la lógica de “no podía saberlo” ya que era el estrecho colaborador de Platini en la UEFA en el momento de las fechorías?

Lo que está claro es que Infantino se ha mostrado decidido a continuar de forma inflexible con los planes previamente establecidos, fuera o no consciente de ello. El Mundial es lo primero y está por encima de todo. Sus lamentaciones en vísperas de la Copa del Mundo, una vez conseguido el objetivo gracias a los “emigrantes”, cuyas condiciones de trabajo recuerda “muy bien” (y también “cómo fueron tratados” refiriéndose a sus padres que emigraron de Italia a Suiza) suenan falsas y patéticas. Con lo cual, aún peor. Porque aunque es consciente de las terribles condiciones higiénicas reservadas a los “emigrantes” encerrados en los recintos, muy alejadas de las de los hoteles puestos a disposición a gran precio por sus amigos “emires” de Doha, siempre se ha mostrado sordo a las peticiones de cambiar el país encargado de acoger la Copa.

¿Y qué decir de los miserables sueldos impagados durante meses y de los pasaportes confiscados para evitar que escapen? Vergüenza, sólo vergüenza. Un sentimiento que Infantino ni siquiera conoce, dado que incluso se ha permitido el lujo de dar lecciones de “acogida” a los países europeos, criticados por una conducta considerada poco humanitaria en la interminable crisis vinculada a los flujos migratorios ilegales.

Luego, al identificarse con la comunidad LGBTQ+, especialmente tras las inesperadas y necias declaraciones del delegado del régimen de Qatar para la Copa del Mundo, Khalid Salman, Infantino quiso interceptar otra tendencia para parecer políticamente correcto, olvidando los derechos de las mujeres. ¿Un simple descuido? Quién sabe, en todo caso para Infantino quizá era mejor no recordar a la luz de lo ocurrido en febrero de 2021, cuando el propio presidente de la FIFA, durante la ceremonia de entrega de la Copa del Mundo de fútbol de clubes celebrada en Doha, susurró al oído de dos desafortunadas árbitras que no se detuvieran a saludar al “jeque” Joaan bin Hamad Al Thani, presidente del Comité Olímpico de Qatar y primo del emir Tamim.

El episodio nos remite directamente al apoyo de Qatar al fundamentalismo de los Hermanos Musulmanes, adalides del velo obligatorio e identitario, así como inspiradores del fenómeno yihadista (desde Al Qaeda en adelante) y principales instigadores de la llamada Primavera Árabe. Además de no querer empatizar con las mujeres, es por tanto comprensible que Infantino tampoco quiera hacerlo con las víctimas del terrorismo y las guerras civiles en Siria y Libia.

Además, en su “azucarada” entrevista, no es casualidad que haya ignorado la revuelta que se está produciendo desde hace semanas en Irán, un Estado canalla cercano y aliado con Qatar, desencadenada por el asesinato de Mahsa Amini, de 22 años, que no llevaba el velo “correctamente”. Desde entonces, el régimen de los ayatolás y los pasdarán ha habido más asesinatos de mujeres jóvenes, los arrestos de manifestantes y las detenciones arbitrarias se cuentan por miles, y la máquina de sentencias de muerte funciona sin cesar. Para Infantino, por tanto, es mejor mirar hacia otro lado, ya que excluir a la selección iraní del Mundial, como se ha pedido repetidamente y como habría sido justo, habría hecho que los emires del clan Al Thani se pusieran de perfil.

Más allá de los aspectos deportivos, hay que dar prioridad a los morales. Desde este punto de vista, es bueno que Italia no participe en lo que pasará a la historia como el Mundial de la corrupción, el terrorismo y las violaciones de los derechos humanos.