San Roberto Belarmino por Ermes Dovico
SEGÚN LA DSI

El mensaje de Kirk se basaba en la ley natural universal

Charlie Kirk no era católico, sino evangélico. Al menos formalmente para él no existía una Doctrina Social de la Iglesia, aunque había recuperado la adhesión a una ley natural, expresada aun así con matices evangélicos.

Internacional 16_09_2025 Italiano

La muerte por asesinato de Charlie Kirk ha conmocionado a todo el mundo. En estos días se multiplican los comentarios y las reflexiones sobre el suceso, junto con el consternado apoyo espiritual a su esposa e hijos. La tragedia ocurrida no se olvidará fácilmente y ejercerá una influencia significativa en la forma de pensar, dadas sus numerosas aplicaciones en muchos ámbitos de la vida actual. Por nuestra parte, nos limitamos a realizar algunas consideraciones desde el punto de vista de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).

La mayoría de las posiciones que condenan lo ocurrido se limitan a la violación de la libertad de expresión y las exigencias de la democracia liberal. Muchos observadores y comentaristas ven en Kirk al defensor de esta libertad, un hombre que tuvo el valor de expresar sus ideas discutiendo con todos en un debate público, como el que estaba llevando a cabo en el momento del disparo. Esta interpretación no entra en el plano de los contenidos, es decir, de lo que decía y de los principios que promovía y defendía. Está claro que la libertad también es un contenido y no solo una forma, pero asumida de manera tan genérica y entendida solo como la libertad de expresar la propia opinión en público, resulta reduccionista y también ambigua.

Lo mismo ocurre con quienes adoptan la perspectiva del “sueño americano”, del que la acción social y política de Kirk habría sido una expresión fiel y honesta. También en este caso nos detenemos un paso antes de profundizar en los contenidos. Quien quiera hacer un análisis a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia no debería quedarse ahí, porque ambos criterios —la libertad democrática de expresión y el sueño americano— necesitan a su vez ser fundamentados. Más bien hay que preguntarse si el mensaje de Kirk quería basarse en unos fundamentos más sólidos.

Algunos aducen que sus posiciones sobre las emergencias sociales y políticas actuales eran de diversa índole y no todas merecían la misma valoración. Esto puede ser cierto, pero los llamados “principios no negociables”, aunque traducidos de manera personal, estaban todos presentes. Luchaba contra el asesinato de vidas humanas inocentes mediante el aborto estatal, defendía y promovía la familia natural, quería “buenas” escuelas para los hijos, luchaba contra las ideologías posnaturales actuales, como la del género o la del woke, señalaba los peligros de la inmigración (especialmente la islámica) para la desestabilización de las naciones, etc. Por tanto podemos decir que no solo reivindicaba la libertad democrática o el sueño americano, sino que pretendía llegar a unos fundamentos inalienables en los que podemos ver elementos de la ley natural. Esto lo vincula de manera más convincente con la Doctrina Social de la Iglesia.

Charlie Kirk no era católico, sino evangélico. Para él, al menos formalmente, no existía una Doctrina Social de la Iglesia, no solo por la falta de autoridad magisterial competente para formularla doctrinalmente, sino también porque la relación entre la razón política y la fe religiosa es diferente para los evangélicos que para los católicos. Del protestantismo pueden derivarse diferentes soluciones a este respecto: un Estado completamente laico y secularizado o un Estado que gobierna directamente la dimensión pública de la vida religiosa; los fieles pueden considerar que su conciencia legitima cualquier elección en la esfera pública o que Jesucristo quiere que sean coherentes también en este ámbito.

Por lo que sabemos, Charlie Kirk había recuperado la adhesión a una ley natural, expresada aun así con matices evangélicos, pero bastante sólida porque se basaba en el buen sentido o, mejor dicho, en el sentido común. Los puntos en los que insistía eran en realidad bastante sencillos, al alcance de todos, y los defendía con argumentos racionales y no solo de fe, pidiendo a sus interlocutores que le dijeran dónde se había equivocado. En estos aspectos de su compromiso, la relación con la Doctrina Social de la Iglesia parece consistente.

El papel público que él asignaba a la fe cristiana y a Dios estaba relacionado con este aspecto. También en este ámbito, sus actitudes siguen siendo más evangélicas que católicas, porque entre su conciencia y las enseñanzas de Jesús no estaba la Iglesia docente, pero no se puede olvidar que también para la Doctrina Social de la Iglesia la religión cristiana tiene un papel público y hay que luchar ante todo por la primacía de Dios en el mundo, contra el indiferentismo religioso ateo, como condición para todo lo demás.

En la marea de noticias difundidas estos días sobre él, también se ha hablado de su posible acercamiento a la religión católica. Alguien ha recogido algunas de sus afirmaciones sobre María Santísima que, junto con su amistad con numerosos católicos comprometidos en la vida pública, podrían indicar esta disposición interior suya.

Sin embargo, esto plantea una pregunta: ¿aprobaría la Iglesia católica actual el compromiso de Charlie Kirk? Independientemente del nuevo rumbo abierto por León XIV y hablando en general, empezando incluso por algunos obispos estadounidenses, es lícito tener muchas dudas sobre la apreciación de su mensaje. Sobre la vida, la familia, la homosexualidad, el género, el suicidio asistido, la inmigración, el ecologismo... Muchas voces autorizadas de la Iglesia católica actual están en desacuerdo con las ideas promovidas por Charlie. Y aún más con su método, considerado con toda probabilidad demasiado militante. No es que él no dialogara, como hoy dicen hacer los eclesiásticos católicos como exigencia primordial, sino que dialogaba no solo por dialogar, sino para que las ideas verdaderas prevalecieran sobre las falsas durante el diálogo.