Derechos al Infierno
A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca. (Jn 15,2)
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos». (Jn 15,1-8)
Los sarmientos que no tienen fruto son los que, llenos de soberbia, creen que pueden separarse de Él y a pesar de esto continuar obrando bien. Pero este tipo de sarmientos son también los que esconden los talentos recibidos por Dios, creyendo que pueden salvarse sin obras. Así acaba uno yendo derecho al Infierno, porque Dios nos poda como un sarmiento ya inútil. Estemos atentos a los pecados de omisión en relación a Dios y a los hermanos que Él nos ha puesto en nuestro camino.