Defensores de la vida, pero abortistas: ideas confusas en el Vaticano
Los nuevos nombramientos en la Academia Pontificia para la Vida - véase el ingreso de la economista Mariana Mazzucato - confirman la “línea Paglia” de apertura a expertos en sectores importantes, pero en principio favorables al aborto. Y se depuran las voces más fieles a la identidad original de la Academia, y por tanto críticas a la orientación actual.
Depuración de la Junta Directiva de las personalidades vinculadas a las raíces de la Academia Pontificia para la Vida (APV) e inserción entre los miembros ordinarios de otras personalidades que nada tienen que ver con la defensa de la vida. Así, la “nueva” Academia Pontificia para la Vida corta aún más los puentes con el pasado y crea un curioso antagonismo con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
Los nuevos nombramientos, anunciados el 15 de octubre, causaron ruido sobre todo por la presencia entre los miembros ordinarios de la economista ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato, definida como atea, proaborto y vinculada al Foro Económico de Davos. Pero los nombramientos más graves para el futuro de la APV son otros. Cierto, el escándalo por el nombramiento de Mazzucato es comprensible, dado el currículum de la economista; pero desde que monseñor Vincenzo Paglia asumió la dirección de la PAV, ser contrario al aborto, la a anticoncepción, a la fecundación artificial, a la eutanasia, ya no es un requisito para sentarse en el organismo creado por Juan Pablo II para defender la vida.
Si bien en esta nueva concepción la defensa de la vida ha ampliado los confines para abrazar ahora todo lo que tiene que ver con la vida humana -desde las migraciones hasta la defensa del medio ambiente-, prácticamente ha desaparecido el vínculo profundo que existe entre la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y el respeto a la dignidad humana en todas las demás circunstancias de la vida. De esta manera, se hace posible el nombramiento de personalidades proaborto en la APV, en nombre de su competencia en algunos sectores específicos.
Los primeros nombramientos de la gestión Paglia, realizados en 2017, ya habían suscitado fuertes reacciones; ahora, con el nombramiento de Mazzucato, seguimos por el mismo camino. En este caso tenemos a una economista de renombre internacional, que además fue asesora en economía del entonces primer ministro Giuseppe Conte, muy cercana al presidente del Foro Económico de Davos (WEF, World Economic Forum); por tanto, teórica del Gran Reset al igual que de la transición ecológica (en un tuit reciente pedía un “bloqueo climático”). En sus libros y ensayos defiende con fuerza la necesidad de un Estado empresarial.
Al Papa Francisco le gusta por sus tesis a favor del llamado “capitalismo inclusivo” y de hecho también fue protagonista en el reciente encuentro en Asís sobre la “Economía de Francisco”, dirigiendo un seminario sobre finanzas. Pero lleva tiempo circulando en el círculo católico, tanto que también fue invitada al “Meeting” de Rímini en 2020. Por lo tanto, no es una sorpresa, dados los precedentes de otros gurús laicos y ateos que dictan la ley en el Vaticano, que a un cierto punto Mazzucato también fue enfilada en algún organismo dependiente de la Santa Sede.
Pero ¿por qué exactamente en la APV? ¿Qué tienen que ver una economista y los discursos sobre el capitalismo con los temas relacionados con la vida? Mazzucato también está entre los colaboradores de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible, y Monseñor Paglia evidentemente cree que sus principios sobre la economía inclusiva sean útiles en la perspectiva de señalar el camino para una redistribución de los recursos sanitarios a favor de los países pobres.
Sin embargo, queda la pregunta: ¿cómo es posible pensar que el derecho al aborto (un tuit de Mazzucato rechazaba la decisión de la Corte Suprema de EE. UU. que revocó Roe vs. Wade) sean compatible con políticas para la vida en sectores específicos, incluida la salud?
Pregunta que probablemente otros miembros de la PAV se han hecho en los últimos años, y es así como las voces más críticas contra la gestión de Paglia han desaparecido de la nueva Junta Directiva, mientras que entre los miembros ordinarios ha sido cancelado monseñor Alberto Germán Bochatey, obispo auxiliar de La Plata (Argentina). Bochatey es un gran experto en Bioética, discípulo del cardenal Elio Sgreccia que durante 14 años estuvo al frente de la PAV. Tampoco fue renovado como miembro ordinario Alain Lejeune, profesor de derecho farmacéutico, que también es fiel al legado del cardenal Sgreccia.
Pero volviendo a la Junta Directiva, el Papa Francisco recortó a las personalidades que en los últimos años habían impugnado la “Línea Paglia”: el profesor Adriano Pessina, director del Centro de Bioética de la Universidad Católica de Milán; y la Dra. Mónica López Barahona, presidenta de la Delegación española de la Fundación Jérôme Lejeune, además de directora de la Cátedra de Bioética en Madrid, Jérôme Lejeune. Ambas quedan como meros miembros ordinarios. En cambio, una pequeña polémica se refiere a la profesora Gabriella Gambino, profesora de Bioética en la Universidad de Tor Vergata (Roma) y subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida: desaparecida de la lista presentada, pero miembro de derecho de la Junta Directiva, como delegada del Dicasterio. ¿Simple olvido o hay otra cosa?
En todo caso, el sentido de las exclusiones es claro: sobre Monseñor Paglia, se habían quejado reiteradamente de la forma autoritaria de proceder, tomando iniciativas y posiciones no compartidas por la Junta Directiva o que la Junta desconocía. Y obviamente no compartían el nuevo rumbo y las aperturas en temas de bioética -como los recientes sobre anticoncepción, FIV y eutanasia- que trastornan los criterios de la teología moral.
Los nuevos nombramientos marcan, por tanto, una nueva aceleración hacia una concepción reducida de la vida y de su valor, que aleja a la Pontificia Academia para la Vida también de la línea del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida que, aun con todas sus limitaciones, mantiene un enfoque tradicional, como lo muestra el reciente documento para preparar a las parejas de novios al matrimonio. La enésima contradicción de este pontificado.