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De la carta del cardenal Zuppi a los musulmanes: La Cuaresma y el Ramadán

El arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana escribe un amplio mensaje a los “hermanos y hermanas que creen en el Islam”, proponiendo un irénico paralelismo entre el ayuno islámico y el de Cuaresma. Basta olvidar que es Cristo quien marca la diferencia entre ambos.

Ecclesia 13_03_2024 Italiano English

El problema no es desear un feliz Ramadán a un amigo musulmán; ni tampoco que una autoridad religiosa o civil ofrezca tales deseos de manera informal al imán de la comunidad islámica vecina. El problema es que un arzobispo católico, en nombre de su diócesis, escriba una especie de “carta pastoral” a sus “hermanos y hermanas que creen en el Islam”, que es exactamente lo que ha hecho el arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), el cardenal Matteo Maria Zuppi. Parece que, intuyendo que se acerca el próximo cónclave, quiere recordarles a los partidarios del papa Francisco que hay un digno sucesor en el mercado de papas.

Y así, va apuntándose tantos: en pocos días, primero envía el mensaje velado de que el problema de los divorciados vueltos a casar puede “resolverse pastoralmente” con un recurso más generoso a los Tribunales competentes; luego da crédito al mundo gay, mirando hacia el otro lado a propósito cuando su vicario, el padre Davide Baraldi, decide ir a presentar la conferencia del padre Simone Bruno, que explica que hay muchas formas de familia y que las relaciones adúlteras y homosexuales no son pecaminosas; por último, el último tanto se lo marca en el terreno del diálogo interreligioso, escribiendo un largo mensaje público precisamente a los “hermanos y hermanas creyentes en el Islam” (que, de haberse dirigido a los católicos, habría seguido el enfoque políticamente correcto de anteponer las niñas a los niños).

Y bien, ¿qué pasa cuando un arzobispo, en lugar de hacer una simple llamada telefónica al imán, se pone a escribir una carta casi pastoral a los musulmanes? Sólo puede ocurrir una cosa: que elija el camino de la aproximación más irenista posible, que desemboca en el más mezquino “indiferentismo” religioso. Y, en efecto, Zuppi establece un paralelismo entre la Cuaresma y el Ramadán que comienza con “Ramadán, al igual que la Cuaresma”, y termina con la ecuación “Ramadán-Cuaresma”. Una ecuación que obviamente requiere un pequeño sacrificio: el de Jesucristo. Porque sólo a este precio acaban siendo iguales el ayuno, la oración y la limosna de los fieles de las dos religiones, que son los elementos en los que el cardenal basa su mensaje.

Y, en efecto, el mensaje a partir de aquí se vuelve de lo más banal. ¿Preparados? “Que la lectura más intensa de los textos sagrados, para nosotros la Biblia y para vosotros el Corán, sostengan la vida espiritual y la impulsen a realizar actos de misericordia”. Nosotros la Biblia, vosotros el Corán, para que no nos olvidemos de que todos juntos formamos parte apasionadamente de las religiones “del libro”... Un poco más adelante: “Ramadán-Cuaresma, como el mes que se abre a la alegría: para nosotros es la fiesta de Pascua, en la que celebramos el triunfo de Jesús sobre la muerte y el mal, en favor de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos y de todos los lugares; para vosotros es la fiesta de la ruptura del ayuno, una extraordinaria ola de alegría comunitaria”. Sí, nosotros por aquí, vosotros por allá: más allá de los detalles, una gran unión...

Por otra parte, prosigue el arzobispo de Bolonia, “en nuestra celebración, como en la vuestra, leo la profunda verdad de la Alegría, que, para ser verdaderamente tal, no debe tener fronteras”. Alegría, verdaderamente tal e incluso escrita con mayúscula, sin Jesucristo. El mismo que, sin embargo, dijo algo sobre el hecho de que la alegría plena depende de que su alegría esté en nosotros, y que esta alegría suya es posible si permanecemos en su amor, y que este permanecer depende de la observancia de sus mandamientos (cf. Jn 15, 10-11). Y esto sólo hojeando nuestro Texto sagrado.

Tampoco bromean en Bérgamo. El director de la Oficina para el Diálogo Interreligioso de la diócesis de Bérgamo, el padre Massimo Rizzi, envió el 4 de marzo una carta a todos los sacerdotes de la diócesis, con el fin de exhortar a los párrocos a invitar a los fieles a rezar por el comienzo del Ramadán. Una ocasión propicia sería, según él, la oración de los fieles durante la Santa Misa del cuarto domingo de Cuaresma. El extraño propósito de dicha oración sería la “continua realización de todas las dimensiones que conforman la humanidad querida por el Creador y el continuo crecimiento del diálogo entre los pueblos y las diferentes creencias”. El trasfondo del documento de Abu Dhabi es más que reconocible.

El padre Rizzi, con el aval de su obispo, esto es, monseñor Francesco Beschi, ha lanzado también la propuesta de “vivir momentos de encuentro durante el mes de Ramadán, como el Ifār compartido, una iniciativa que la Oficina de Diálogo Interreligioso apoya desde hace años, un momento de unión compartida en la ruptura del ayuno diario”. Organizado por Asociaciones Musulmanas o Centros Culturales, en colaboración con Parroquias y Oratorios, creo que puede favorecer el conocimiento mutuo y la colaboración entre creyentes cristianos y musulmanes”. Curiosa iniciativa, ya que se participa en la fiesta islámica de la ruptura del ayuno... sin haber ayunado. Ni siquiera durante la Cuaresma, pues para nosotros los católicos ya no son obligatorios ni el ayuno ni la abstinencia durante los cuarenta días.

Como no hay muchas esperanzas de que obispos y sacerdotes lo entiendan, sólo nos queda esperar que sea un hermano musulmán el que eche a la calle a los hermanos católicos que han ido a celebrarlo, con un bonito cartel que diga: “No fasting? No party” (¿No has ayunado? No hay fiesta).