CONTINENTE AFRICANO

Condonar la deuda: una recompensa para los gobiernos más corruptos

Condonar la deuda de los Estados más pobres es una de las constantes del pensamiento “solidarista”, pero los jóvenes africanos protestan contra la corrupción y se oponen al endeudamiento de sus gobiernos.

Economía 24_09_2024 Italiano English

Hace treinta años, la joven socióloga camerunesa Axelle Kabou culpaba a los dirigentes africanos de la falta de desarrollo de su continente: “Somos una generación objetivamente privada de futuro”, decía. Desde entonces, las nuevas generaciones del continente africano se han sentido privadas de futuro y, por ello, muchos jóvenes se unen a organizaciones criminales que trafican con drogas, armas, seres humanos, productos animales y vegetales, se suman a la yihad o simplemente se adaptan e intentan salir adelante en el sistema general de corrupción y desgobierno que en Nigeria llaman “estilo de vida” y que en Kenia hace decir a los que ganan las elecciones: “Ahora nos toca comer a nosotros”. Pero es precisamente en Kenia y Nigeria donde en los últimos meses los jóvenes “privados de futuro” han organizado manifestaciones para protestar contra la corrupción, identificada como la causa principal y fundamental de los males que aquejan a sus países y a África en su conjunto. Han participado decenas de miles de personas. Para reprimir las protestas en Kenia, el gobierno ha enviado a la policía y al ejército, que dispararon a la altura de los ojos, muriendo decenas de manifestantes. En Nigeria, el presidente Bola Tinubu desacreditó a la juventud acusándola de estar manipulada por personas con motivos turbios. Otros jóvenes fueron asesinados por la policía.

En el origen de las protestas está el anuncio de nuevos impuestos que tasarán incluso los productos de primera necesidad, ya de por sí inasequibles para la mayoría de la población y, sin embargo, considerados necesarios por los gobiernos que tienen que hacer frente a unas arcas vacías. Son países ya muy endeudados que tienen que recurrir a nuevos préstamos, además en condiciones cada vez menos ventajosas por el riesgo que corren los acreedores de no recibir el capital prestado. El presidente keniano William Ruto ha intentado explicar que actualmente la deuda externa del país es de tal magnitud que 61 céntimos de cada dólar de los impuestos deben destinarse a devolver el capital prestado y los intereses acumulados. Tratando de apelar al orgullo nacional, Ruto ha hablado de la necesidad de “redimir a nuestro país y afirmar nuestra soberanía”, pero no ha servido de nada. Los jóvenes han replicado denunciando el dinero malgastado por el gobierno, el dinero sustraído de las arcas del Estado, el enorme despilfarro, los lujos de los que incluso presumen ministros y parlamentarios alardeando en las redes sociales de fotos de chalés, piscinas, coches caros y viajes. Sólo el lujoso jet alquilado por el presidente para viajar a Estados Unidos en mayo con una nutrida delegación costó 1,5 millones de dólares, le reprocharon. Además, los beneficios superiores obtenidos con la visita a la Casa Blanca de los que tanto ha alardeado el Gobierno, al ser en esencia otro préstamo millonario se traducirán, si se vuelve a hacer mal uso de ellos, en otras pesadas cargas de reembolso que habrá que compensar con nuevos impuestos y reducciones de los servicios públicos.

Hace unos años, una fotografía del entonces presidente, Uhuru Kenyatta, circuló provocativamente por las redes sociales, acompañada del anuncio al mundo de que el presidente no tenía autorización para pedir más préstamos en nombre del pueblo keniano, y que el país y las generaciones futuras no serían responsables en modo alguno del capital que él pidiera y obtuviera.

Los jóvenes de Kenia y Nigeria denuncian una situación que es común a la mayoría de los Estados del continente africano, por no decir a todos. Tres países -Ghana Zambia y Etiopía- se han declarado recientemente en suspensión de pagos; otros, como Kenia, Nigeria, Egipto y Túnez, sólo han evitado hacerlo recurriendo a nuevos préstamos. En los últimos diez años, el total de la deuda externa africana ha crecido más que el producto interior bruto. De hecho, ha aumentado un 183%, cuatro veces la tasa de crecimiento del PIB, y ha superado los 1,8 billones de dólares. Esto ha sucedido a pesar de, o más bien porque, mientras tanto, todos los países africanos se han beneficiado de repetidas anulaciones de sus deudas externas con instituciones de préstamo, gobiernos y acreedores privados, lo que les ha permitido acceder a nuevos préstamos en condiciones favorables. Además, 31 países han sido incluidos en el Heavy Indebted Poor Coutries (HIPV), un programa internacional de condonación de la deuda creado en 1996, promovido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, destinado a los países pobres más endeudados y dotado de un fondo de mil millones de dólares (al que también contribuye Italia).

Los obispos de Kenia y Nigeria se han situado valientemente al lado de los jóvenes para denunciar la corrupción que despilfarra miles de millones y les priva de su futuro. Son muy conscientes de que los Estados africanos no necesitan dinero, sino aprovechar sus inmensos recursos naturales y no desperdiciar su capital más preciado, una población mayoritariamente joven.

Con motivo del Jubileo, el Papa ha pedido la condonación de la deuda externa de los países del Sur como vía hacia la paz. La próxima Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero de 2025, tiene por tema: Perdónanos nuestras deudas: concédenos tu paz.

Quién sabe lo que piensan al respecto los jóvenes africanos y los obispos católicos que se preocupan por su futuro.