San Félix I por Ermes Dovico
FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

La alegría del testimonio

Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén (Lc 2,38)

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

(San Lucas 2, 36-40)
 

Ana, una anciana profetisa que vive inmersa en la oración, reconoce en Jesús al Mesías y lo anuncia a quienes esperaban la redención de Jerusalén. Llama la atención su total disponibilidad a Dios, una vida dedicada a la vigilancia espiritual y a la alabanza, que da frutos concretos: Ana se convierte en instrumento de testimonio de alegría para los demás. Dios obra a través de personas fieles y atentas, que saben reconocer los signos de su presencia y comunicarlos a los demás. ¿De qué manera dedicas tiempo a la oración y al servicio a Dios en tu vida cotidiana? ¿Eres capaz de reconocer los signos de la presencia de Dios y compartirlos con los demás?