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COMUNISMO

China-Vaticano: Dos años después, aún más persecución

Dos años después de la firma de los acuerdos provisionales entre China y la Santa Sede seguimos sin conocer su contenido, pero podemos evaluar sus efectos en la vida de los sacerdotes y los fieles. La agencia de noticias Asia News ha recogido una serie de testimonios que demuestran que la persecución va en aumento.

Libertad religiosa 08_08_2020 Italiano English

“Comparado con la Iglesia del Sur, nuestra situación es bastante tranquila. En los últimos años hemos tenido una sede relativamente estable; las misas dominicales, las misas solemnes y todas las actividades de oración se desarrollaban con bastante regularidad. Todo esto terminó con la firma del Acuerdo Provisional entre China y la Santa Sede el 22 de septiembre de 2018. Cuando iba a llegar la Navidad del 2018, el personal del gobierno local vino a informarnos de que nuestro lugar de reunión iba a ser prohibido”, explica un fiel laico chino, Benedicto (seudónimo) a la agencia misionera Asia News. Dos años después de la firma de este Acuerdo todavía no podemos conocer su contenido, pero podemos evaluar sus efectos en la vida de los sacerdotes y los fieles. La agencia de noticias Asia News ha recogido una serie de testimonios (anónimos, por razones de seguridad) de católicos y sacerdotes chinos. La imagen que surge es claramente la de un empeoramiento de las condiciones de vida y la libertad de culto.

Lo que se desprende de los testimonios, sobre todo, es el doble esfuerzo de intentar que la Iglesia “subterránea” (fiel al Vaticano) entre a formar parte de la Iglesia “patriótica” (fiel al Partido Comunista Chino), para después reducir esta última tanto en número como en importancia. El objetivo es claramente transformar la Iglesia en un órgano de propaganda del Partido. John, de Shangai, dice: “Me sorprendió un poco cuando empecé a ver la bandera nacional fuera del edificio de la iglesia. No hay nada malo en desplegar la bandera nacional. Pero para poner en relieve el eslogan “Ama al país, ama a la Iglesia” [“Ai guo, ai jiao” es el eslogan de la Iglesia Patriótica, también avalado por el Consejo de obispos chinos reconocidos por el Gobierno], ¿no sería mejor desplegar también al mismo tiempo la bandera de la fe, por ejemplo la del Vaticano o la de la parroquia?”. María, que vive en otra región de la China continental, confirma: “Las paredes exteriores de la parroquia están cubiertas con las numerosas normas relativas a la cultura china y la administración de la Iglesia; la bandera ondea en el campanario, junto a la cruz, como si quisiera ocupar el lugar de la luz que viene de la cruz”.

La pandemia de Covid-19 ha empeorado aún más las condiciones de las iglesias en China, obligadas a cerrar y reabrir sólo después de varios meses. Y sólo bajo ciertas condiciones, muy políticas y nada sanitarias: las personas que deseen entrar en los lugares de culto tienen que registrarse primero online, proporcionando todos sus datos personales. Las iglesias pueden reabrir, pero sólo si prometen dar a los fieles también una educación patriótica y respetar los “cuatro requisitos”: ceremonia de izamiento de la bandera, enseñanza y promoción de las leyes chinas, predicación de los valores fundamentales del socialismo, promoción de la cultura tradicional china. La campaña de los “cuatro requisitos” comenzó justamente en 2018 (año del Acuerdo) y con la pandemia se ha acelerado aún más.

Los controles para la aplicación de las normas son obsesivos, tal y como Teresa testifica a Asia News: “En estos dos años, la diócesis ha enfrentado una presión creciente. Por ejemplo, los domingos desde primera hora de la mañana, el Gobierno envía a su personal a la iglesia para controlar. Algunos se paran frente a la entrada, otros se sientan en las filas traseras, otros deambulan por aquí y por allá: su objetivo es ver cómo funciona la parroquia y sus actividades. Además, el personal que se queda en la entrada comprueba que los menores de 18 años o recién cumplidos no entren en la iglesia. Cuando ven niños, alumnos de primaria, secundaria o bachillerato que quieren entrar, les impiden quedarse en la parroquia y los obligan a volver a casa. Está terminantemente prohibido organizar cursos de catecismo para menores; incluso las aulas están cerradas: ¡en resumen, una gran desolación!”.

Esto sucede en las iglesias oficiales. En las iglesias clandestinas, por otro lado, hay una abierta persecución. En abril, en la provincia sudoriental de Jiangxi, la administración local obligó a algunos de los sacerdotes diocesanos que se negaron a unirse a la Asociación Patriótica Católica China (APCC), a asistir a un curso de formación patriótica de tres días. Un mes antes, en la provincia de Hebei, las autoridades obligaron a un sacerdote católico de 83 años bajo arresto domiciliario en un hotel a unirse a la APCC. Después de tres días, sin embargo, los síntomas de un ataque al corazón hicieron necesaria la hospitalización. El hombre religioso fue por lo tanto enviado de vuelta a su ciudad natal con la prohibición de celebrar la misa y otros servicios religiosos. La policía controlaba el acceso a las iglesias donde celebraba la misa, para evitar que volviera o que los fieles se reunieran allí de nuevo.

El padre Francesco confirma a su vez la situación de la Iglesia clandestina para Asia News: “Después de la firma del Acuerdo entre China y el Vaticano las políticas religiosas de nuestra diócesis no sólo no se han aliviado, sino que se han vuelto aún más restrictivas. Las autoridades suelen reunir a los sacerdotes para cursos de formación, empujan a los sacerdotes clandestinos a unirse a la Asociación Patriótica, los arrestan llevándolos a lugares secretos para cambiar su mentalidad”. También habla de esto otro sacerdote, Paolo: “Después de la firma del Acuerdo, la situación de la Iglesia clandestina es cada vez más crítica, los lugares de oración de la parroquia han sido cerrados, la celebración pública de la misa dominical ya ni siquiera está permitida, los sacerdotes no pueden hacer más que celebrar la misa en privado en la casa de algunos fieles, sin comunicarlo a demasiados personas para evitar una gran participación. A pesar de ello, incluso las misas privadas son a menudo interceptadas por los funcionarios locales, por no hablar de los cursos de catequesis”.

Otro sacerdote que ha dado su testimonio a la agencia misionera enumera las reglas draconianas del nuevo Reglamento de Asuntos Religiosos actualizado en 2018. No sólo los miembros del Partido tienen estrictamente prohibido pertenecer a cualquier religión, sino también todos los que trabajan en el sector público. “Los empleados de los órganos estatales e instituciones públicas que no son miembros del Partido deben firmar un documento en el que prometen que no profesarán ninguna religión. Muchos fieles que trabajan en organismos estatales e instituciones públicas, por temor a perder sus empleos, traicionan su religión y abandonan su fe”. Las reglas se aplican para todos: “No está permitido que los menores de 18 años profesen su fe”. “Los ciudadanos que creen en una religión no pueden ser reclutados en el ejército”. “La Iglesia no puede organizar ninguna actividad educativa”. “Una universidad ha prohibido a los estudiantes católicos asistir a la misa dominical”. El régimen chino también utiliza “trucos” para cerrar iglesias, incluso las reconocidas oficialmente: “Las iglesias, aunque estén registradas, a menudo se cierran con el pretexto de que el ‘número de fieles es demasiado pequeño’. En el momento de la inscripción, los funcionarios locales sugieren verbalmente que la Iglesia no debe ‘inscribir demasiados fieles’, por lo que algunas parroquias sólo han inscrito a unos pocos. Entonces el Gobierno argumenta que no se puede usar la iglesia con tan poca gente, y la cierra”.