LA INICIATIVA

Carteles en el Vaticano: “Libertad para la Misa en latín”

Desde ayer en Roma se pueden leer una serie de carteles en defensa de la liturgia tradicional. Son carteles que llamarán la atención de los transeúntes, y especialmente de los prelados y monseñores que entran y salen de los muros sagrados. El comité promotor pide al Santo Padre que mire también a aquellas “periferias litúrgicas” que desde hace tiempo “ya no se sienten acogidas en la Iglesia”.

Ecclesia 29_03_2023 Italiano

La mirada de los transeúntes en las inmediaciones del Vaticano se dirige desde ayer hacia una serie de carteles que no anuncian productos ni candidatos, sino que quieren alzar la voz en defensa de algo que allí parece vivir amenazado: la liturgia tradicional, la llamada Misa “en latín”.

Su duración será de dos semanas, con la esperanza de que los prelados y monseñores que entran y salen cada día de los muros sagrados presten atención a la frase que destaca en todos los carteles: “Por amor al Papa. Por la paz y la unidad de la Iglesia. Por la libertad de la Misa tradicional en latín”. A continuación, cada una de las cuatro versiones lleva una cita y una imagen de uno de los pontífices más directamente implicados con la liturgia tradicional, como san Pío V, san Juan Pablo II y Benedicto XVI, empezando por la “frase simbólica” con la que este último devolvió la plena ciudadanía a esa forma litúrgica: “Lo que fue sagrado para las generaciones anteriores, sigue siendo sagrado y grande también para nosotros, y no puede ser de repente completamente prohibido o incluso juzgado perjudicial”. Algo que es justamente lo que está ocurriendo sin explicación posible con las recientes medidas vaticanas que pretenden sofocar y acabar con ese rito como si ya no fuera “sagrado y grande” e incluso se considerara “perjudicial”.

No hay siglas, ya que todos los promotores “participan a título personal aunque procedan de distintas realidades católicas (como los blogs Messainlatino y Campari & de Maistre, y las asociaciones Coordinamento Nazionale del Summorum Pontificum y Ass. San Michele Arcangelo)”, informa el comunicado de prensa, en italiano e inglés, que se ha hecho público coincidiendo con la publicación. Además de explicar los motivos de la iniciativa, el texto (así como el eslogan) ofrece una contribución más para disipar la extendida narrativa, quizá incluso en los salones sagrados, que tiende a presentar a los fieles tradicionalistas como un puñado de rebeldes, retrógrados y -no hay ni que decirlo- enemigos del Papa. En cambio, los promotores actúan “por amor al Papa, para que se abra paternalmente a la comprensión de esas periferias litúrgicas que desde hace algunos meses ya no se sienten acogidas en la Iglesia”. En definitiva, una petición filial, en nombre de unos “hijos” de la Iglesia que han sido tratados últimamente como “hijastros”, a partir del motu proprio Traditionis Custodes de 2021, pero con especial recrudecimiento después de que el cardenal Arthur Roche, Prefecto del Culto Divino, dictara medidas aún más restrictivas para atar de pies y manos a los obispos que aún se muestran demasiado benévolos con esta parte maltratada de su rebaño.

Por lo tanto no es en contra, sino a favor. Y además, cabe recordar que no fueron los fieles tradicionalistas los que han “declarado” la guerra. Resulta incluso curiosa la obstinación de la jerarquía que, en nombre de la (supuesta) unidad de la lex orandi, da muerte a un rito antiguo y venerable, al tiempo que parece dar cabida a otros experimentos litúrgicos. Por ejemplo, la diócesis mexicana de San Cristóbal está promoviendo la inclusión de ritos mayas en la celebración de la Misa y espera recibir la aprobación romana. Ya se han oficializado adaptaciones para el rito congoleño, que el Papa Francisco ha elogiado pública y repetidamente, considerándolo pionero para el rito amazónico. Y por otro lado, Bélgica está experimentando a otro nivel, promoviendo liturgias especiales para la bendición de parejas homosexuales y otras parejas irregulares. El Santo Padre, según recientes declaraciones públicas de monseñor Johan Bonny, obispo de Amberes, no se opondría: “El Papa no ha dicho ni que sí ni que no. Ha dicho ‘Es su competencia’”. En resumen: todo parece lícito menos lo que la Iglesia proclamaba y celebraba hasta anteayer.

Razón de más para que suene cuanto menos extraño considerar “caducado” un rito al inicio del Concilio Vaticano II. Pero eso es precisamente lo que piensa el cardenal Roche, que ha declarado a la BBC que la liturgia tradicional ya no sirve porque “la teología de la Iglesia ha cambiado”. En realidad, es todo lo contrario: el comunicado afirma (precisamente refiriéndose a la frase de Benedicto XVI citada más arriba) que “la creciente hostilidad hacia la liturgia tradicional no encuentra justificación ni en el plano teológico ni en el pastoral”. Una cosa es el desarrollo orgánico y otra muy distinta marcar una cesura entre una Iglesia anterior y una posterior. A no ser que se quiera refundar la Iglesia desde cero, asumiendo así prerrogativas que en teoría pertenecen a Nuestro Señor.

Otro golpe a la “narrativa” eclesialmente correcta viene de los frutos, resumidos así: “Las comunidades que celebran según el Misal de 1962 no son rebeldes contra la Iglesia; al contrario, bendecidas por un crecimiento constante de fieles y de vocaciones sacerdotales, constituyen un ejemplo de firme perseverancia en la fe y en la unidad católica en un mundo cada vez más insensible al Evangelio, y en un tejido eclesial que cede cada vez más a impulsos disgregadores. Por ejemplo, más allá de los Alpes (y aún más lejos), los seminarios tradicionales se llenan donde los diocesanos se vacían. O fijémonos en los jóvenes que cada año acuden en masa a la peregrinación París-Chartres, marcada justamente por los oficios en rito antiguo. Es a estos frutos a los que habrán mirado los obispos al responder cerca de dos tercios favorablemente, o a lo sumo pidiendo algunos ajustes, respecto a la aplicación del motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, tal como lo reconstruyó la periodista Diane Montagna. Pero ese sondeo fue “sabiamente” sintetizado, por no decir algo peor, en función de la Traditionis Custodes (es decir, la anti-Summorum Pontificum), que arrasó con todo.

Pero a pesar del “amargo dolor” y de la “grave injusticia”, el comunicado expresa esperanza, tanto más cuanto que “en la Iglesia de nuestro tiempo, en la que la escucha, la acogida y la inclusión inspiran toda la acción pastoral”, también los fieles y sacerdotes amantes de la liturgia tradicional confían en ser escuchados, acogidos e incluidos. “Los que van a la ‘Misa en latín’ no son creyentes de segunda clase, ni desviados a los que hay que reeducar o un lastre del que hay que deshacerse”. ¿Sobrarán también para ellos unas migas de sinodalidad?