Burke: “Nuestra tarea es proclamar a Cristo y defender la fe”
"El Señor nos dijo que recorriéramos el mundo para bautizar a la gente, esto está muy claro, esa debe ser nuestra tarea". “Si un misionero tiene como única intención apreciar las culturas indígenas, entonces no evangelizará y podría incluso perder su fe”."El documento de trabajo del Sínodo de la Amazonía es absolutamente inaceptable, debemos hacer todo lo posible para defender la integridad de la fe católica". "Es deshonesto presentar un Sínodo para la evangelización de la Amazonía, cuando el verdadero objetivo es revolucionar toda la Iglesia". "No soy enemigo del Papa y no hay una conspiración estadounidense”. ¿Bannon? “No tengo relación con personas que trabajan para destruir la Iglesia”. Habla el cardenal Raymond L. Burke, quien será el principal relator de la “Giornata della Bussola”, que se llevará a cabo el próximo 06 de octubre.
“El documento de trabajo del Sínodo de la Amazonía es absolutamente inaceptable, debemos hacer todo lo posible para defender la integridad de la fe católica”. También “es deshonesto presentar un Sínodo dirigido a la evangelización en la Amazonía, cuando el verdadero objetivo es revolucionar a toda la Iglesia”. Estas son las palabras del cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, que conversó en exclusiva con la Nuova Bussola Quotidiana, como preámbulo a la “lectio magistralis” que realizará durante la “Giornata della Bussola”, del próximo 6 de octubre en la Comunidad “Shalom-Regina della Pace” en Palazzolo sull'Oglio (Bs). El tema del día será “Hasta los confines de la tierra” y es precisamente el tema de evangelización que abrió esta entrevista.
Su Eminencia, hoy está muy de moda afirmar que nuestra tarea es sólo dar testimonio de Cristo simplemente haciendo el bien, tal vez ayudando a los pobres y a los migrantes.
Le respondo con el ejemplo de San Pedro Claver, un jesuita español que, durante más de cuarenta años, en el siglo XVII fue misionero en Cartagena (Colombia) para los esclavos que vinieron de África. Cuando llegaron los grandes barcos llenos de esclavos, él estaba allí para sanar sus heridas, pero también les enseñó oraciones porque creía que el regalo más importante que tenía para dar era la fe.
Desea evitar el proselitismo...
El proselitismo significa tratar de imponer la doctrina o incluso hacer que el ingreso a la Iglesia sea una condición para recibir ayuda material. Y esto ciertamente no es correcto. Pero nosotros no podemos dejar de anunciar a Cristo a quienes no lo conocen, no podemos dejar de mostrar la belleza de la Iglesia. Esto deja al interlocutor perfectamente libre, pero él recibe el testimonio. Me viene a la mente el ejemplo de un migrante islámico que, al encontrarse con un joven católico y hablar con él acerca de sus creencias, quedó impresionado por un Dios muy cercano a su pueblo, contrario a lo que se vive en el islam, y pidió el bautismo. Jesucristo es el único salvador del mundo y si proclamamos a Cristo, la gente se sentirá atraída. Si no mencionamos a Cristo y no decimos que nuestro amor proviene de él, alimentado por la Eucaristía, ¿por qué la gente debería preguntarnos acerca de él? El Señor nos dijo que fuéramos por todo el mundo para bautizar a la gente, esto está muy claro, ésta debe ser nuestra tarea.
En general, hoy se hace más hincapié en la necesidad de apreciar las diferentes culturas y religiones, se dice que los misioneros deben escuchar, que cuando llegan deben sobre todo aprender de los pueblos nativos su mensaje.
Si uno comienza como un misionero con la única intención de apreciar la cultura que encontrará, entonces podemos estar seguros de que no habrá evangelización y, probablemente, incluso, estos misioneros podrían perder su fe. Pero esta actitud ciertamente no es nueva. Recuerdo que cuando era un sacerdote joven, un párroco me llamó para asistir a una reunión con un misionero en África. Me sorprendió porque me dijo que en los tres años que había estado en una misión nunca había celebrado misa, pero que aún si estaba cerca de la gente, entrando con más plenitud en sus vidas. Lamentablemente, no son casos aislados.
Esto nos lleva a la cuestión del Sínodo de la Amazonía, cuyo documento preparatorio (Instrumentum Laboris) se hace eco precisamente de este enfoque. Usted, junto con Monseñor Athanasius Schneider, publicó un llamado a la oración y al ayuno para que el Sínodo no apruebe los errores y las herejías de este documento.
Debemos orar y ayunar por la Iglesia porque estamos en una profunda crisis. Debemos hacer todo lo posible para defender la integridad de la fe católica. Este documento es completamente inaceptable. La realidad de Cristo es cuestionada cuando se dice que en estas culturas paganas hay fuentes de revelación que deben ser respetadas en sí mismas, más allá del contexto del plan de Dios que se realiza en la encarnación de Cristo. Según la visión profundamente equivocada del Instrumentum Laboris, Cristo se transforma en una sola cosa junto al cosmos y Dios también se revela en otras cosas. El panteísmo está estrechamente relacionado con esto, por lo tanto, se evidencia el culto al mundo natural. Pero para nosotros el único culto debe ser la adoración divina, una adoración ofrecida a Dios, como Dios mismo nos enseña, que entendamos la relación correcta con la naturaleza y con nosotros mismos.
Luego está el problema del significado del sacerdocio...
Ciertamente, en este camino se cuestiona el sacerdocio único de Jesucristo. En homenaje a las culturas indígenas, se afirma que los ministerios sean compartidos por varias personas que estén en rotación. Y luego está presente el ataque al celibato, que es de origen apostólico y constituye sobre todo un bien teológico. Es la pertenencia total a Cristo como parte de su oficio sacerdotal.
El sacerdote está hecho para celebrar la Eucaristía, para ofrecerse a sí mismo para la salvación de las almas, para entregarse totalmente a Cristo. Esto es lo esencial, todas las demás actividades sacerdotales: la enseñanza, la ayuda de los fieles en dificultades, las diversas obras, incluso la defensa de los indígenas, son una consecuencia, podrían fallar sin quitarle nada al ministerio. Pero cuando llega el sacerdote hay una gracia especial, porque está configurado sacramentalmente para Cristo. Las personas de fe lo saben bien y lo aprecian mucho.
El pretexto es la disminución de las vocaciones.
Pero aquellos que están promoviendo una “nueva Iglesia” no quieren las vocaciones, las desaniman, precisamente para justificar la posición de ataque contra el celibato. No es casualidad que en estos tiempos estén en la mira los estudios religiosos, quizás las congregaciones jóvenes, que tienen muchas vocaciones. Existe incluso un video de un conocido religioso italiano que habla del “fin de la Iglesia de los sacerdotes”, de nuevos modelos de ministerio. Esto es exactamente lo que quieren, pero es un pensamiento protestante. Pero no es cierto que no haya más vocaciones, lo que falta en muchos lugares es el apostolado de las vocaciones, la oración por las vocaciones. Cuando yo era obispo diocesano en los Estados Unidos, en cada reunión con los sacerdotes, les pedía el apostolado para las vocaciones. Una vez un sacerdote, al final de mi presentación me dijo: nunca alentaré a un joven a ser sacerdote hasta que la Iglesia no permita el sacerdocio a las mujeres y elimine el celibato de los sacerdotes. Aquí el problema.
También hay quienes planean hacer de la Iglesia Amazónica el paradigma de la Iglesia universal.
Este es otro punto importante. Hay una actitud muy deshonesta, que revela un espíritu de mundanalidad. El Sínodo se presenta con el objetivo de cuidar pastoralmente a las personas que se evangelizarán en la Amazonía, pero en realidad los obispos alemanes afirman claramente que el objetivo es revolucionar a toda la Iglesia. Y, ciertamente, no es parte del plan de Dios sino de una cierta ideología. Tanto es así que el obispo de Essen, Monseñor Franz-Josef Overbeck, señaló recientemente que después del Sínodo de la Amazonía “nada volverá a ser lo mismo” en la iglesia.
Acerca de las revoluciones en la Iglesia, de vez en cuando su nombre aparece entre los “enemigos” del papa Francisco. A menudo está conectado con Steve Bannon y, en general, con estadounidenses ricos, preocupados por las críticas al capitalismo y, por eso, comprometidos con una conspiración para “cambiar al Papa”. Tal y como lo dice un libro que se acaba de publicar en Francia y que le han regalado al Papa en su reciente viaje a África.
Cuando me reprochan por ser un “enemigo” del Papa, pido siempre que mencionen una sólo ocasión en la que habría atacado al Papa Francisco. Defender la integridad de la fe católica no puede verse como un ataque contra el Papa, si tenemos claro lo que significa un Papa para la Iglesia. En cuanto al resto, es todo tonterías. Hablando de Bannon, lo he visto un par de veces, como sucede con muchas personas públicas. Recientemente, he incluso tomado distancia pública de una asociación internacional que, nacida para ayudar a los parlamentarios europeos a actuar de acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, se estaba acercando cada vez más a la actividad política de Bannon. Incluso Bannon quería hacer una película sobre el libro “Sodoma” de Frédéric Martel, para mostrar que la Iglesia es una banda de hipócritas y que los cardenales son casi todos homosexuales. Yo, en cambio, tengo que enseñar la fe, defender la fe, no puedo involucrarme con personas que actúan para destruir la Iglesia.
Los capitalistas estadounidenses permanecen...
Pero no hay ningún complot. Es obvio que, en cualquier sociedad libre, las personas tienen la libertad de expresar sus opiniones y necesidades. Entre los ricos, también hay católicos que hacen muchos sacrificios por la Iglesia, que pueden dar su opinión, pero no son una pandilla contra el Papa Francisco y, justamente, yo no soy el gurú, como dicen algunos.
Sin embargo, son tiempos turbulentos para la Iglesia estadounidense, pues el asunto McCarrick aún no se ha digerido.
En los Estados Unidos, el caso McCarrick todavía está abierto porque nunca se ha aclarado quién protegió y promovió a este cardenal, que desde el inicio de su sacerdocio abusó de los jóvenes. A pesar de esto, se convirtió en obispo, más tarde ascendió a una diócesis más importante y finalmente fue elevado a cardenal. Hay una explicación racional de lo que ha sucedido y si no se reconoce, si no se aclara cómo fue posible y quiénes son los responsables, las personas obviamente se sienten decepcionadas y perdidas. Lo peor es que los fieles han perdido la fe en sus obispos. Para mí siempre ha sido edificante ver, que incluso después del primer escándalo de 2002, la gente amaba a sus sacerdotes, pero ahora la confianza en los obispos es mínima. Los obispos tenían que manejar la situación de los sacerdotes abusivos y, en cambio, estalló el impactante caso de McCarrick, que no solo cometió estos crímenes, sino que además fue promovido muchas veces, esto es increíble.
A este respecto, hay un problema fundamental al que soy muy sensible. He escuchado y sigo escuchando en estos días, que el derecho canónico no podía hacer frente a estas cosas. Es falso, existen procedimientos canónicos para estos casos. Antes de las acusaciones, era obligatorio abrir una investigación preliminar; luego, de acuerdo con lo que venía descubierto, se debía iniciar un proceso judicial o administrativo. Desafortunadamente, cuando hubo acusaciones, los obispos en lugar de seguir la disciplina de la Iglesia, lo hicieron a su manera. Y esto es un error, así los obispos han protegido a los sacerdotes que han cometido terribles actos de abuso sexual.
(Traducido por Marinellys Tremamunno)