¿Bergoglio o Francesco? Nueva concepción del papado
Hoy la teología católica dominante cree que la fe cristiana y la vida de la Iglesia es un proceso histórico y que toda vida en el Espíritu no viene de afuera, sino que pasa por la concreción de la historia. Quedar Bergoglio es, por tanto, fundamental para ser Papa, porque el papado no es algo que esté “por encima” o “más allá” del hombre Bergoglio, sino que el Espíritu abre vías de auto comunicación precisamente desde dentro de esa biografía individual.
Sobre las palabras pronunciadas por Francisco en el encuentro en Eslovaquia con los padres jesuitas y luego en el avión de regreso, casi todos han opinado. Por lo que también doy mi opinión, no para sumarme a la fuerza y tardíamente a la gran multitud, sino porque me parece que nadie ha tocado un punto de la cuestión que considero esencial.
Frases ambiguas, intervenciones instintivas no suficientemente pensadas, posiciones teológicamente muy cuestionables... y así sucesivamente: se hablaba de “humillación” del papado, de “confusión” en palabras del Papa, de superación del “límite de la decencia”. Todas estas críticas, si las tomamos, en síntesis, se centran en un punto: Bergoglio tiene la ventaja sobre Francisco. La persona de Bergoglio, con su forma de ser, de hacer, de comunicarse, ha sido premiada en el papado con el que ha sido investido. Después de convertirse en Francisco, Bergoglio siguió siendo Bergoglio, con sus idiosincrasias, sus tics, sus prejuicios, sus aversiones instintivas, su forma de pensar… en fin, con toda su historia personal. Según los autores de las múltiples intervenciones críticas que hemos leído en los últimos días, esto es lo que provoca la “humillación” del papado, la “confusión” y la superación del “límite de la decencia”: en lugar de hablar como papa, Bergoglio habla y se mueve como Bergoglio.
Está claro que, si este fuera el problema, tendríamos que preocuparnos, pero no tanto. Se trataría de hecho de un problema accidental y no sustancial, ligado al caso concreto de Bergoglio, a su carácter que tiende a exorbitarse o a su historia personal específica. Actitudes que no son acordes con el papado, no agradan, como pedir el reconocimiento de las parejas homosexuales y luego escribir la Introducción al libro de Benedicto XVI sobre Europa que, en la primera página después de la Introducción, dice todo lo contrario, desarma. Pero si todo se reduce al “caso” Bergoglio, el problema también es limitado por sí mismo.
La verdadera cuestión, en cambio, es que no se trata de un problema contingente, dado que es precisamente la teología católica contemporánea la que sostiene que el papado debe pasar por la persona del Papa, es decir, que Francisco debe pasar por Bergoglio. Una vez se pensaba que, una vez elegido Papa, el Papa debería pensar y hablar como Papa, dejando de pensar y hablar desde lo que era antes. Esto se debe a que se atribuyó un significado trascendente a la investidura papal con respecto a la inmanencia del investido: Ratzinger o Bergoglio, una investidura sagrada con respecto a la profanidad del investido. Pero hoy la teología católica dominante ya no lo cree así. Cree que la fe cristiana y la vida de la Iglesia es un proceso histórico y que toda la vida en el Espíritu no viene de afuera, sino que pasa por la concreción de la historia. Por tanto, permanecer Bergoglio es fundamental para ser Papa, porque el papado no es algo que esté “por encima” o “más allá” del hombre Bergoglio, sino que el Espíritu abre vías de auto comunicación desde dentro de esa biografía individual.
Después del “punto de inflexión antropológico” de la teología católica contemporánea, se piensa que todo hombre está ante todo “consigo mismo” y que en ello consiste su libertad. Todo lo que vive, sabe, hace... se vive, se conoce y se hace teniendo a sus espaldas este “estar consigo mismo” que por tanto lo condiciona, pero precisamente en este condicionamiento ejerce su libertad, que antecede a cualquier situación condicionante y por tanto trasciende. La auto comunicación de Dios se produce precisamente en este “estar consigo mismo”, que no se reduce a una única situación de la vida, sino que sólo puede pasar por situaciones de la vida. También el hombre Bergoglio fue y está ante todo “consigo mismo” y esto ha condicionado y condiciona todo su saber, decir y hacer, pero es precisamente por este camino que se abre paso su ser Papa, que no se reduce a las incertidumbres de sus entrevistas en el avión, a algunas de sus confusas comunicaciones, a ciertos arrebatos de rabia... pero que al mismo tiempo solo puede pasar a través éstas.
A propósito de la forma de actuar de Francisco, se ha hablado mucho de la “secularización” del papado. Las críticas dirigidas a sus declaraciones en Eslovaquia lo confirmarían. Ahora bien, la secularización del papado se produce precisamente cuando Francisco está subordinado a Bergoglio, o cuando Bergoglio prevalece sobre Francisco. En lugar de ser Francisco quien “levanta” a Bergoglio, es Bergoglio quien “arrastra” a Francisco. Si este proceso dependiera únicamente del carácter y personalidad del Papa gobernante, sería limitado y transitorio, pero si la teología dominante lo respalda, la secularización del papado es un hecho “estructural” que va mucho más allá del caso de Francisco, ya que es el fundamento doctrinal. No estamos frente a obstáculos molestos pero soportables por ser contingentes, sino ante una nueva concepción del papado.