COVID Y PODER

Beijing promueve un pasaporte de vacunación global

China está adelantada a su tiempo y es la primera gran potencia emergente en introducir un pasaporte de vacunación. Aunque no es el primero, promueve un sistema de reconocimiento mutuo en todo el mundo. ¿La otra cara de la moneda? Es otro instrumento de control totalitario.

Internacional 12_03_2021 Italiano English

China se adelanta y es la primera grande potencia emergente que introduce un pasaporte de vacunas, en papel y electrónico, para sus ciudadanos. Aunque no es la primera, pues en Islandia y Polonia han adoptado herramientas similares, China apunta a crear un sistema global de reconocimiento recíproco. De ahora en adelante, según las intenciones de Beijing, se podrá circular por el mundo sólo si se tiene ese pasaporte. Nacido para “liberar” las movilizaciones, podría transformarse en una herramienta coercitiva para quienes no lo poseen aún o no pueden poseerlo. Pero parece que esto último es realmente lo que menos preocupa, según la reacción y los comentarios.

El pasaporte de vacunación chino es un documento no (aún) obligatorio, omnicomprensivo. Además de los datos esenciales (cuántas dosis de vacunas fueron inoculadas a su poseedor), también contiene una pequeña carpeta clínica, con los resultados de las pruebas Covid-19. Puede descargarse en cualquier lugar, incluso en su teléfono móvil y a través de WeChat, la red social de mensajería china más popular. Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores de Beijing, propone que el sistema se universalice lo antes posible. En una rueda de prensa al margen de la Asamblea Nacional Popular, afirmó que impulsará para que estos pasaportes sean adoptados también por otros países y sean mutuamente reconocidos entre Estados, con el fin de permitir a las personas atravesar las fronteras con seguridad.

Un primer objetivo de esta iniciativa es reabrir los cines fronterizos y relanzar el comercio. De hecho, aún hoy, las fronteras son bien controladas, en China no puede entrar nadie que haya pasado por un país en riesgo y todos son igualmente sujetos a cuarentena. El objetivo a medio-largo plazo, es parte de la estrategia de vacunación. En Latinoamérica, dos tercios de los sueros utilizados son Made in China. En África, 35 países importaron los medicamentos de producción china. Y Beijing también ha donado millones de dosis a 69 Estados, mientras se ofrece a instituir centros de vacunación en el exterior, especialmente para sus emigrantes. En un régimen donde todo es político, esta difusión como mancha de aceite de las vacunas chinas ciertamente no es gratuita y tendrá un retorno en términos diplomáticos y políticos. Es una forma diferente de ampliar la esfera de influencia de Beijing. Lo mismo ocurre con el pasaporte de vacunación, que Beijing introduce de primero y que tendrá como efecto certificar el viaje de un país a otro, establecer quién puede moverse y quién no.

Sobre la construcción de un sistema de reconocimiento mutuo del pasaporte de vacunación, los tiempos deberían ser más rápidos de lo esperado. Como ya se mencionó, Islandia ya los ha introducido para sus (pocos) habitantes. Pero no ha sido noticia, dado al tamaño muy pequeño de su población. En el área de la UE, Polonia es el primero en introducir el pasaporte electrónico en su plan de vacunación. Dinamarca y Suecia han anunciado que harán lo mismo, con documentos que permitirán no sólo viajar, sino también acceder a los lugares público sin restricciones. Como ya escrito en estas columnas, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión de la UE, propuso la introducción en todos los países miembros de un "pase verde" estandarizado, que variará para los movimientos internos y externos dentro de la UE. En la Angloesfera, mientras existe resistencia en el Reino Unido, en los Estados Unidos de Biden el proyecto de introducción de un pasaporte como el chino está progresando rápidamente. En Naciones Unidas, la Organización Mundial del Turismo es premiada por la armonización de todos estos documentos electrónicos.

La idea, por lo tanto, no es solo china, sino que la República Popular tiene una ventaja adicional. Y no es el tamaño de su población, sino la rigidez y la omnipresencia de sus controles. El documento que hoy es descargado por los chinos, que les permitirá viajar al exterior, si se está vacunado e inmunizado, es solo el último eslabón de una cadena de controles. De hecho, ya en la primavera de 2020, los chinos se vieron obligados a llevar consigo un código QR que contenía información sobre su estado de salud. Si resultaban negativos a la prueba y no despertaban sospecha (ningún contacto con personas contagiosas o presuntas, sin viajar a áreas infectadas) el código les daba luz verde, de lo contrario no deberían haber tenido acceso a nada, ni siquiera al transporte público. Este sistema, a su vez, está integrado a los precedentes créditos sociales, que evalúan, sumando o restando puntos, los comportamientos de cada ciudadano chino. Cada puntuación corresponde a lo que el ciudadano aún puede hacer o no hacer en la vida. Mientras tanto, todos son monitoreados por cientos de millones de cámaras de vigilancia, muchas de las cuales están equipadas con software de reconocimiento facial.

China ya es un país donde cada ciudadano está bajo vigilancia. Y con el pasaporte de vacunación no se hace otra cosa que agregar un control adicional. Los sistemas anteriores permitían al Estado aislar completamente a un elemento políticamente sospechoso y destruir su existencia, no permitiéndole moverse de su residencia y usar su propio dinero. En un régimen como el comunista chino, como ya ha sucedido a menudo con los disidentes y las minorías perseguidas, la salud puede ser un mero pretexto. Por "razones de salud" es posible poner en gueto y encarcelar a un disidente, un cristiano, un uigur o un tibetano, sin pasar por el proceso de la justicia.

Y esta es la otra cara de la moneda que los Estados occidentales consideran muy poco. Países como China (que no es la única dictadura del mundo) pueden utilizarlos para confinar a los disidentes, opositores y elementos sospechosos. Pero incluso en un país libre, el límite entre seguridad y control es cada vez más difuso. En tiempos en que la ecología es el único pegamento ideológico de las democracias europeas, podrían introducirse otras ideas chinas, como los créditos sociales ecológicos. Y se habla de métodos para promover el "comportamiento verde" durante al menos 10 años. Medirían el grado de conformidad con el comportamiento ecológicamente correcto, no con el Partido Comunista de China, pero serían esencialmente lo mismo. Sobre todo, porque el propio Covid se considera una consecuencia del cambio climático, una "licencia de puntos" del comportamiento ecológico de un ciudadano europeo pronto podría acompañar al pasaporte de vacunación. Es solo una hipótesis, pero todavía no nos damos cuenta de cuánta libertad perderíamos en ese caso.