“Vida”, la autobiografía del Papa Francisco admite problemas con Benedicto XVI
El “libro bomba” resulta ser un déjà vu a juzgar por las anécdotas anticipadas por el Corriere della Sera y ya relatadas en varias entrevistas. Paradójicamente, la única novedad se refiere a la relación con Ratzinger, que desmonta la versión de la buena relación con el “abuelo sabio”.
Una conocida web lo había anunciado como el “libro bomba del Papa Francisco”, pero a juzgar por los extractos publicados ayer por Aldo Cazzullo en el Corriere della Sera, hay muy poco de “explosivo” en la autobiografía “La vida. Mi historia en la Historia” que se publicará el 19 de marzo. Será entonces cuando podremos ver el contenido completo, aunque los diferentes adelantos filtrados ayer simplemente para incitar al público a correr a la librería tienen muy poco de inédito. Son, más bien, espinas clavadas que Bergoglio ya se ha sacado varias veces.
El Pontífice suele hablar de sí mismo a menudo, pero esta vez, al tratarse de una autobiografía, tiene más derecho a hacerlo. Así que no podía faltar la historia de su enamoramiento como seminarista de una chica que conoció en la boda de su tío (algo que ya contó al rabino Abraham Skorka en el libro de 2010 “Sobre el cielo y la tierra”), la promesa a la Virgen del Carmen tras la que no ve la televisión desde la noche del 15 de julio de 1990 (ya desvelado en una entrevista a “La Voz del Pueblo” en 2015), los elogios a la profesora comunista Esther Ballestrino (ya realizados en el libro-entrevista de Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti “El Jesuita”, publicado en 2010), la dura acusación contra el gobierno kirchnerista de haber intentado ponerle “la soga al cuello” (ya referida a los jesuitas húngaros durante la última visita apostólica a Budapest), la trastienda sobre el cónclave de hace once años con la reafirmación de la integridad del pulmón operado en su juventud (ya relatada en una reciente entrevista a “Vida Nueva” y antes por algunos cardenales y biógrafos “amigos”), el descarte de la hipótesis de renuncia y el anuncio de que prefiere el título de obispo emérito de Roma en caso de dimitir (ya revelado en 2022 a Televisa Univisión).
Incluso si queremos pasar a temas menos personales, la defensa de Fiducia Supplicans y su ambigüedad cuando afirma que “no se cuestiona la doctrina de la Iglesia” hace tiempo que dejó de ser una novedad, al igual que la legitimación de las uniones civiles ya reconocida con gran revuelo en un recorte de entrevista que acabó incluida en un documental de 2020 de Evgeny Afineevsky.
Paradójicamente, la única historia digna de interés dentro del adelanto publicado ayer por Cazzullo es la relativa a la relación con Benedicto XVI. Las palabras de Francisco, de hecho, desmienten de una vez por todas la versión de la feliz convivencia con su “sabio abuelo”, una fórmula que Ratzinger había descartado con su ironía bávara, subrayando que su sucesor era en realidad sólo nueve años más joven que él. El Papa argentino escribió: “Me ha entristecido ver, a lo largo de los años, cómo la figura del Papa emérito ha sido instrumentalizada con fines ideológicos y políticos por personas sin escrúpulos que, no habiendo aceptado su renuncia, han pensado en su propio provecho y en su propio jardincito que cultivar, subestimando la dramática posibilidad de una fractura dentro de la Iglesia”. En once años, Francisco ha demostrado que no tiene ningún problema en pisar el acelerador para aplicar su agenda de gobierno, introduciendo sin miramientos incluso medidas que “rompieron el corazón” de su más que nonagenario predecesor. Con cierta chulería, además, el Papa ha dicho también que no teme un cisma.
En la autobiografía, sin embargo, evoca por primera vez el drama que podría suponer una escisión en la Iglesia, aunque identifica su posible causa sólo en la actitud de quienes han instrumentalizado a Benedicto XVI. En otro pasaje del adelanto, Francisco desmonta definitivamente el mito de la concordia absoluta entre él y el anterior Papa en los años del monasterio Mater Ecclesiae y relata: “Decidimos juntos que habría sido mejor para él no vivir escondido, como había pensado inicialmente, sino ver a la gente y participar en la vida de la Iglesia. Desgraciadamente, de poco sirvió, porque en diez años no han faltado las polémicas y eso nos ha perjudicado a los dos”. Así que, como ya había revelado monseñor Georg Gänswein y confirmó posteriormente Peter Seewald, no es cierto que la relación entre Ratzinger y su sucesor fuera de color de rosa. A la luz de la confesión de Bergoglio, a los defensores acérrimos de la continuidad les costará cada vez más seguir sosteniendo esta tesis y que les tomen en serio.
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