Santa Isabel de Portugal por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Una familiaridad engañosa

Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta. (Mt 13, 57)

Fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe. (Mt 13, 54-58)


Para aquellos que están dispuestos a examinar honestamente los hechos, bastan unas pocas pruebas para creer en Jesús. De hecho, una sola prueba es suficiente: su Resurrección de entre los muertos. Podemos pensar que quienes conocieron a Jesús desde que era niño hasta que llegó a la edad adulta están, con respecto a nosotros, en ventaja en el hecho de creer en Él. En cambio, haberlo conocido tan de cerca, sin un esfuerzo de humildad, no es suficiente para creer en Él; es más, esta familiaridad se convierte en motivo de obstáculo a la fe. Por esto, no serán los primeros bienaventurados quienes humanamente están cerca de Jesús, empezando por sus parientes y conciudadanos, sino aquellos que, habiendo creído en Él, acogen la voluntad del Padre que lo ha enviado y la ponen en práctica. Pongamos, por tanto, atención a que nuestro estar siempre en contacto con Jesús presente en la Eucaristía no nos haga perder el entusiasmo de tener a Dios con nosotros todos los días.