Cristo Rey por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Un fuerte llamamiento

Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. (Mc 14,24)

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos diciéndoles: «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí». Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. (Mc 14, 12-16. 22-26)

 

Durante la Última Cena, Jesús da a sus discípulos primero su Cuerpo y, después, su Sangre. Esto significa que no serán sus adversarios quienes le capturarán y le condenarán a muerte, sino que será Él quién se ofrecerá en sacrificio para la salvación eterna de los hombres. Pero, para ser salvados, es necesario confiar en Jesús y reconocerlo como Hijo de Dios y nuestro Señor. Por esto, Jesús afirma que su Sangre será derramada por muchos puesto que otros, que perseveran en la incredulidad y la conducta malvada, no se beneficiarán de su sacrificio. Para nosotros es, por tanto, un fuerte llamamiento a fin de que el sacrificio de Cristo en la cruz no sea en vano.