Todo es gracia de Dios
No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre. (Mt 10, 9)
Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis. No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies. En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra, que a aquella ciudad. (Mt 10, 7-15)
El Señor, para evidenciar que todo es gracia de Dios, aconseja a los apóstoles que no confíen sólo en los valores materiales. Además, los resultados de la misión no hay que valorarlos con parámetros humanos. Para protegernos del orgullo y la vanagloria, a menudo Dios establece que, en la misión, quienes siembran no sean los mismos que quienes recogen. Acordémonos siempre que al cristiano se le pide combatir con fe la buena batalla, mientras que la victoria pertenece a Dios, en la manera y en el tiempo en la cual quiera obtenerla.