Taiwán y China en la cuerda floja, pero Xi Jinping se modera
Reuniones entre China y la UE,y entre China y Estados Unidos, sobre la principal manzana de la discordia: Taiwán. El país, de facto independiente, no está oficialmente reconocido por nadie. Pero, también gracias al empeoramiento de las relaciones con Pekín, mantiene informalmente más contactos con la UE y Estados Unidos. La crisis crece, pero Xi Jinping suaviza el tono. Por la crisis interna.
Taiwán y China no, Taiwán es China, con énfasis en “es”. En esta diferencia se centra la crisis casi secular entre la República Popular China y Taiwán, que en los últimos tres meses ha experimentado un recrudecimiento notable, con reuniones internacionales para intentar calmar la tensión, pero también ejercicios militares verdaderamente amenazadores.
“Taiwán es China”, ésta es la tesis del Partido Comunista Chino: declarándose vencedor de la guerra civil (1945-49) reclama la posesión de todo el territorio chino, no admite la existencia de un territorio separado, ocupado, en retirada, por las últimas divisiones nacionalistas chinas en 1949. “Taiwán y China” es en cambio el objetivo del Partido Democrático Progresista, la izquierda de Taiwán, que ya no reclama el estatus del único gobierno chino legítimo, como era típico de los nacionalistas, sino pide la formalización de una independencia que ya existe de hecho. Taiwán y China están separados por una estrecha franja de mar, pero hay un abismo entre ellos. La primera es una de las democracias orientales más prometedoras, a la vanguardia de las nuevas tecnologías y es un país libre, en el que todos los derechos están garantizados. El segundo, como se sabe, está bajo el régimen comunista más grande del mundo, un régimen que ha sabido renovarse y mantenerse al día, pero siempre extremadamente represivo y dotado de la capacidad de controlar estrictamente a sus ciudadanos.
El recrudecimiento de la crisis en los últimos meses se debe al empeoramiento general de las relaciones entre China y las democracias occidentales, especialmente tras la propagación (desde China) del Covid-19. La tensión más fuerte es entre China y Australia, habiendo decidido esta última, con el tratado de Aukus, equiparse también con submarinos de propulsión nuclear. Pero incluso con los propios Estados Unidos (a pesar del cambio de presidencia, de Trump a Biden) y con la UE, las relaciones son más tensas de lo habitual.
En primer lugar, con la UE, el 15 de octubre estaba prevista una reunión virtual entre Charles Michel, presidente del Consejo Europeo y el presidente chino Xi Jinping. La manzana de la discordia es Lituania. La pequeña república báltica ha abierto una nueva representación diplomática taiwanesa en la capital Vilnius. Y el detalle que Pekín considera grave es que lleva el nombre de “Taiwán”, que para Pekín no tiene por qué existir. Está prevista una visita de una delegación taiwanesa a Lituania y otros países de Europa Central para el próximo mes. Y en diciembre, en cambio, está prevista la visita de un grupo parlamentario lituano a la isla “rebelde”, encabezada por Matas Maldeikis (jefe del grupo de amistad Taiwán-Lituania). Pero las peligrosas relaciones entre la UE y Taiwán no se limitan solo a Lituania. La propia Francia está en la mira después de que una delegación parlamentaria francesa encabezada por el senador Alain Richard visitara la isla el 10 de octubre. Y la UE, en su conjunto, no ha terminado de ninguna manera las conversaciones con el gobierno de Taipei para un acuerdo bilateral de inversión. También el martes 12 de octubre, la presidenta Tsai Ing-wen “se reunió” virtualmente con los más altos funcionarios europeos por este motivo.
El juego de fuerza con Estados Unidos, por otro lado, adquiere tonos decididamente más fuertes, porque también hay cuestiones militares en juego, no solo diplomáticas y comerciales. Según las revelaciones del Wall Street Journal, uno de los más atentos del Este de Asia, una veintena de asesores militares estadounidenses, pertenecientes a fuerzas especiales y a la Infantería de Marina, siguen presentes en Taiwán para entrenar tropas terrestres locales. La presencia estadounidense, pequeña y no oficial, está motivada por la preocupación por la actitud hostil china, pero también por la propia condición de las fuerzas de defensa taiwanesas. Quizás adormecidos por la ilusión de paz con Beijing, de hecho, en los primeros 15 años de la década de 2000, los gobiernos anteriores de Taipei descuidaron la inversión en defensa. Aunque ha habido cierta recuperación en los últimos seis años, el ejército taiwanés corre el riesgo de no ser un elemento de disuasión suficiente para impedir la acción de las fuerzas chinas. La presencia estadounidense, sin embargo, provocó la ira de Pekín, que encomendó las declaraciones más belicosas a un columnista del Global Times, un diario en inglés y semioficial: la presencia de tropas estadounidenses en la isla es una “línea roja que no debe ser atravesada” y en caso de guerra, los estadounidenses “serán los primeros en ser eliminados”. Sin embargo, permanece abierto un canal diplomático. La fecha aún no se ha fijado, pero todavía se planea una reunión telefónica entre el presidente Biden y Xi Jinping para fines de otoño.
El pasado 6 de octubre, el ministro de Defensa de Taiwán, Chiu Kuo-cheng, dijo que China podrá lanzar un ataque “a gran escala” en la isla para 2025. Y lo dijo en medio de una escalada de ejercicios muy bélicos y realistas. Además de las maniobras de aterrizaje en la costa opuesta a la de Taiwán, unos 150 aviones chinos, incluidos bombarderos H-6 capaces de transportar ojivas nucleares. Sobrevolaron las aguas cercanas a Taiwán, cerca de su espacio aéreo (que no está reconocido como oficial frontera, pero como área exclusiva de defensa aérea).
Sin embargo, Xi Jinping, en su discurso del 9 de octubre, mencionó la aspiración de una “reunificación pacífica”, asumiendo que sucederá. Pero no mencionó ni amenazó con el uso de la fuerza militar. Según el politólogo Walter Russel Mead (cuyo editorial sobre Covid en China, publicado en el Wall Street Journal en febrero de 2020, había provocado la expulsión de China de tres periodistas del diario económico), es una pausa para la reflexión, dictada por la debilidad económica china. La crisis del gigante inmobiliario Evergrande, la crisis energética que impone un racionamiento y provoca apagones en todo el país, la reanudación de los brotes pandémicos en una nación que ya había declarado erradicado el Covid en abril de 2020, son signos de una fuerte debilidad. Que impone prudencia. Xi Jinping sabe que, en una situación como esta, no puede permitirse tener demasiados enemigos. Pero, como advierte el propio politólogo estadounidense, “esto es una pausa, no un cambio de dirección”.