Santa Cecilia por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

¿Soberbia o misericordia?

¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? (Mt 18, 33)

Acercándose Pedro a Jesús le preguntó: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: “Págame lo que me debes”. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano». (Mt 18, 21-35)


A menudo olvidamos que cada uno de nosotros es deudor no solo hacia Dios, sino también hacia muchos hermanos, pues también nosotros somos pecadores. El siervo de la parábola es malvado porque es soberbio. Se comporta como si tuviese derecho al perdón de Dios, casi como si tuviese la misma dignidad; y sin embargo, rechaza perdonar al hermano, sintiéndose por lo tanto superior y mejor que él. Prácticamente, la soberbia del siervo malvado impide que la Sangre misericordiosa de Cristo fluya y llegue a los otros hijos de Dios. Perdonar no quiere decir olvidar; y esto porque no nos es posible olvidar con la fuerza de voluntad. Sin embargo, con esta y con la Gracia de Dios esforcémonos en no sentirnos superiores a nuestros hermanos que nos han hecho daño.