Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
Miguel (de Mi-ka-El), que significa «¿Quién es cómo Dios?», ya en el nombre expresa la omnipotencia del Creador junto a la humildad del Arcángel. Gabriel (de Gavri’El), «Fortaleza de Dios», testimonia bien el modo como el Antiguo y el Nuevo Testamento se iluminan mútuamente. Rafael (de Rafa’El), «Medicina de Dios», aparece en el Libro de Tobías, donde se revela como «uno de los siete ángeles que siempre están dispuestos a estar en presencia de la gloria del Señor»
Tras la reforma del calendario litúrgico de 1969, la Iglesia recuerda a los tres Arcángeles en el día que, anteriormente, estaba dedicado solo a san Miguel (el 24 de marzo se celebraba la fiesta de san Gabriel y el 24 de octubre la de san Rafael).
Miguel (de Mi-ka-El), que significa «¿Quién es cómo Dios?», ya en el nombre expresa la omnipotencia del Creador junto a la humildad del Arcángel, como bien describió san Gregorio Magno: «Cuando debe realizarse algo que requiere gran valentía y fuerza, se dice que se manda a Miguel para que se pueda comprender, por la acción y el nombre, que nadie puede actuar como Dios». El libro de Daniel lo llama «el gran príncipe» que vigila sobre los hijos del pueblo de Dios. Y el Apocalipsis hace comprender por qué la Iglesia lo venera como príncipe de los ejércitos celestiales, adversario de Satanás y de los otros ángeles rebeldes: «Y hubo un combate en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón, y el dragón combatió, él y sus ángeles. Y no prevaleció y no quedó lugar para ellos en el cielo» (Ap 12,7-8). Tras la célebre visión que tuvo hacia 1884, León XIII compuso una oración a san Miguel que se recitaba al final de cada Misa no cantada hasta 1964. La instrucción Inter Oecumenici la hizo caer en desuso a nivel litúrgico, aunque en el siglo XXI estamos asistiendo a su recuperación gracias al nacimiento de grupos de fieles, amantes de la Misa en rito antiguo.
Gabriel (de Gavri’El), «Fortaleza de Dios» o «fuerza de Dios», es elegido por el Omnipotente para el mensaje central en la historia de la salvación: anunciar el nacimiento de Jesús a la Virgen María, a la que honra llamándola «llena de gracia», en perfecto acuerdo con la voluntad divina. Como refiere el evangelista Lucas, Gabriel había anunciado seis meses antes el nacimiento de Juan Bautista, apareciendo en el templo a Zacarías. Su figura testimonia bien el modo como el Antiguo y el Nuevo Testamento se iluminan mútuamente: precisamente él (cf. Dn 9,21-27) es quien explica a Daniel la profecía de las «setenta semanas» (490 años para la exégesis) que pasarían antes de «poner fin al delito, cancelar el pecado y expiar el crimen, para traer una justicia eterna, para que se cumpla la visión y la profecía, y para ungir el Santo de los Santos», prefiguración de la primera venida de Cristo y de su Resurrección. La Iglesia lo ha elegido patrono de los trabajadores de las comunicaciones.
Rafael (de Rafa’El), «Medicina de Dios», aparece en el Libro de Tobías, donde se revela inicialmente en forma humana con el nombre de Azarías: es él quien acompaña a Tobías en el viaje que emprende para recuperar un antiguo crédito de su padre, un hombre generoso en las limosnas y que se había quedado ciego. A lo largo del viaje Rafael ayuda a Tobías a casarse con Sara, lo exhorta a rezar con él y libra al matrimonio de los ataques del diablo, que hasta entonces había atormentado a la joven causando la muerte de todos sus maridos en la noche de bodas. Cuando volvió a casa, el padre de Tobías se curó de la ceguera gracias a su intercesión. Antes de volver al cielo, se revela como Rafael, «uno de los siete ángeles que siempre están dispuestos a estar en presencia de la gloria del Señor». Con un versículo similar, el Apocalipsis presenta a los ángeles a los que se les entregan las siete trompetas en la apertura del séptimo sello. Rafael es patrono de los enfermos, los novios, los esposos y los viajeros.
Para saber más:
Catequesis de san Juan Pablo II sobre los ángeles (audiencia general del 6 de agosto de 1986)