Santa Rosa Venerini
La fundadora de las Maestras Pías se ocupó de dar una buena educación a las niñas, combinada con la enseñanza de las verdades de la fe y la moral.
Entre las grandes figuras de la pedagogía cristiana está santa Rosa Venerini (1656-1728), la fundadora de las Maestras Pías. Se ocupó de dar una buena educación a las niñas, combinada con la enseñanza de las verdades de la fe y la moral.
Nacida en Viterbo, de familia acomodada, fue la tercera de cuatro hijos. Rosa fue educada de acuerdo con firmes principios cristianos, que con el tiempo hará que sus talentos den fruto. A la edad de siete años hizo voto de consagrarse a Dios. En su temprana juventud experimentó un conflicto interno entre su inclinación a los bienes espirituales y las seducciones del mundo, que logró superar gracias a la oración y la penitencia. A la edad de veinte años intentó entrar en la vida religiosa, pero a los pocos meses de estar en un monasterio salió porque la muerte de su padre la llevó a regresar a casa para consolar a su madre, que vivió otros cuatro años.
Después de una dolorosa búsqueda de su vocación, Rosa llegó a un punto donde su vida dio un giro. Siguiendo el consejo de su confesor, comenzó a invitar a las niñas y madres del barrio a su casa para recitar el Rosario. En esas reuniones pudo ver la pobre formación cultural y religiosa de muchas mujeres del pueblo. Entonces entendió la misión a la que Dios la había llamado. El 30 de agosto de 1685, después de alquilar una casa y obtener la aprobación del obispo, fundó con la ayuda de dos maestras su primera escuela gratuita, destinada a la educación y formación religiosa de las niñas más pobres. Fue la primera verdadera escuela pública para niñas en Italia. Los comienzos no fueron sencillos, debido a la resistencia de una parte del clero y, especialmente, de los miembros de la alta sociedad. La santa sufría, pero no se rindió, fortalecida por el espíritu de oración. “Me siento tan clavada a la voluntad de Dios que no me importa la muerte o la vida, quiero lo que Él quiere, quiero servirle tanto como a Él guste y nada más”.
El apoyo de los sacerdotes creció al constatar el crecimiento cultural y moral de las jóvenes. La fama de esta obra se extendió fuera de las fronteras de Viterbo. El cardenal Marco Antonio Barbarigo, obispo de Montefiascone, llamó a Rosa para ir a su diócesis, la apoyó materialmente para la fundación de una decena de escuelas entre 1692 y 1694 y estableció con ella la Congregación de las Maestras Pías. El instituto se radicó en Roma. Allí la fundadora pudo abrir una escuela en pleno centro. El 24 de octubre de 1716 recibió la visita de Clemente XI, acompañado por ocho cardenales. El Papa quería escuchar las clases y al final de la mañana dijo: “Doña Rosa, usted hace lo que nosotros no podemos hacer, le damos las gracias porque con estas escuelas santificará Roma”.
Su santidad se nutrió de una incesante contemplación. Dijo que la oración mental “es el alimento del alma”. En sus meditaciones se recogía en una íntima escucha de las palabras de Jesús, en particular las pronunciadas en la cruz. Consciente de que el mundo se sostiene por el Sacrificio Eucarístico e impulsada por el deseo de colaborar en la salvación de las almas, rezaba participando espiritualmente en todas las Misas celebradas cada día en el mundo.
El lema “educar para salvar” de las Maestras Pías Venerinas resume bien la espiritualidad de Santa Rosa, quien exhortó a sus discípulas a servir a Dios con gozo: “Queridas hermanas, fatíguense con alegría y nunca se cansen de agradecer al Amor Eterno y el Bien Supremo por habernos llamado a un ministerio tan sagrado que es la educación cristiana de las niñas”.