Santa Lucía: La belleza de ser la esposa de Cristo
Sufrió el martirio bajo Diocleciano por su firme decisión de vivir como mujer consagrada a Cristo y no abjurar de su fe. El hecho de ser patrona de la vista no proviene de las actas de martirio, sino de la devoción ligada a su nombre (de lux, luz). Durante siglos, su testimonio de vida ha inspirado a fieles, artistas y poetas.
-LA RECETA: COLIVA
Hablemos de otra víctima del infame Diocleciano (244-313), el gran exterminador de cristianos (que Dios se apiade de él).
Lucía nació hacia el año 283 en Siracusa, donde también murió en el 304. Vivió toda su vida allí, en esa hermosa ciudad siciliana que le rinde un homenaje sin igual. Se celebra el 13 de diciembre, fecha de su muerte.
Su familia era noble, pero su padre murió cuando ella tenía sólo cinco años. Su madre, Eutiquia, enfermaba a menudo y gastaba grandes sumas de dinero en tratamientos, pero en vano. Cuando tenía dieciocho años, Lucía le sugirió a su madre que fueran juntas a Catania, a la tumba de santa Águeda, para que intercediera por su recuperación. Era el año 301. Esa peregrinación cambiaría su vida para siempre.
Mientras rezaba Lucía se quedó dormida y en su sueño vio a santa Águeda, que le habló, le aconsejó y le predijo un futuro como patrona de Siracusa. Después de este hecho Eutiquia se recuperó y Lucía confirmó su decisión de dedicar su vida a Cristo –ya se había consagrado en secreto- y de distribuir sus riquezas entre los pobres. Pero no había contado con su prometido, elegido por la familia desde que era una niña, que debido a la decisión que Lucía había tomado se quedaba sin matrimonio y también sin la dote correspondiente. Como venganza la denunció por ser cristiana. En aquellos tiempos los decretos de persecución de los cristianos emitidos por el emperador Diocleciano estaban en vigor.
Fue el prefecto Pascasio quien juzgó a Lucía, amenazándola con que si no renunciaba a su fe cristiana sería obligada a entrar en un burdel. Lucía no se desanimó y se defendió con fuerza y valor, afirmando que el cuerpo sólo se contamina si el alma lo consiente.
Empujado por su actitud “rebelde”, Pascasio ordenó que la forzaran, pero, según cuenta la tradición, Lucía se volvió milagrosamente pesada, tanto que ni decenas de hombres ni la fuerza de los bueyes pudieron moverla. Acusada de brujería, Lucía fue rociada con aceite, colocada sobre la leña y torturada con fuego, pero las llamas no la tocaron. Finalmente la obligaron a arrodillarse y, según las fuentes latinas, la apuñalaron en la garganta (jugulatio) en el año 304, a la edad de veintiún años. Murió sólo después de recibir la comunión y profetizar la caída de Diocleciano y la paz para la Iglesia.
Las actas del martirio de Lucía se han encontrado en dos versiones antiguas y diferentes: una en griego, cuyo texto más antiguo data del siglo V (en el estado actual de la investigación); la otra, en latín, que data del siglo V-VI y que parece ser una traducción del texto griego. La historia de que le arrancaron los ojos no aparece en las actas de martirio y se remonta a los siglos XIV-XV (sin embargo, esta leyenda ha inspirado un pastel típico de Apulia, los “ojos de santa Lucía”, que son galletas de anís en forma de gafas). El emblema de los ojos en la copa o el plato estaría vinculado, más sencillamente, a la devoción popular, que siempre la ha invocado como protectora de la vista por la etimología de su nombre, del latín lux, luz.
Varios testimonios escritos del siglo XVII cuentan el fin (considerado milagroso) de la hambruna en Sicilia en 1646. El domingo 13 de diciembre de 1646, una paloma (otras fuentes afirman que era una codorniz) fue vista dando vueltas dentro de la catedral de Siracusa durante la misa. Cuando la paloma se posó en el trono del obispo, una voz anunció la llegada al puerto de un barco cargado de trigo. La gente vio en ese barco la respuesta dada por Lucía a las muchas oraciones que se le habían dirigido, y debido al hambre no esperaron a molerlo, sino que lo consumieron hervido.
La fiesta de santa Lucía es muy popular en Sicilia, especialmente en Siracusa, donde es la patrona. El 13 de diciembre, la estatua de plata de la santa es trasladada en procesión desde la catedral de la isla de Ortigia, la parte más antigua de Siracusa, hasta tierra firme, a la basílica de Santa Lucía al Sepolcro, donde permanece hasta el 20 de diciembre, cuando la devuelven de nuevo a la catedral entre luces y fuegos artificiales. En señal de penitencia, el 13 de diciembre no se come pan, sino sólo legumbres y verduras, en toda Sicilia.
El culto a santa Lucía comenzó inmediatamente después de la deposición de su cuerpo en las catacumbas que tomaron su nombre, y su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación. Tras la ocupación árabe de Sicilia, los siracusanos ocultaron el cuerpo de la santa en un lugar secreto de las catacumbas.
Según una versión de la historia de las reliquias, el general bizantino Jorge Maniace consiguió que un anciano (cuyo nombre nunca se ha dado a lo largo de los siglos para no tacharlo de infamia a él y a sus descendientes) señalara el cuerpo, probablemente mediante un engaño. Y así, en 1039, el general robó el cuerpo para rendir homenaje a su soberano en Constantinopla. El cuerpo de la santa fue llevado junto con los restos de santa Águeda a Constantinopla como regalo a la emperatriz Teodora. Pero los venecianos la robaron en 1204 (las reliquias de santa Ágata ya habían sido llevadas a Italia en el siglo anterior) cuando conquistaron la capital bizantina al final de la Cuarta Cruzada y el duque Enrico Dandolo se la llevó a Venecia como su botín de guerra. Una vez allí, los restos de la santa fueron trasladados a la isla de San Giorgio Maggiore. En 1279, el mar embravecido hizo zozobrar las embarcaciones que se desplazaban para rendir homenaje a Lucía y desde entonces, al morir algunos peregrinos, se decidió trasladar las reliquias al barrio de Cannaregio, en la iglesia que lleva el nombre de la santa.
Posteriormente, debido a la construcción de la estación de ferrocarril, la iglesia fue demolida en 1861, y el 11 de julio de 1860 el cuerpo se trasladó definitivamente a la cercana iglesia de san Jeremías (en la foto), donde descansa actualmente, aunque los habitantes de Siracusa reclaman con fuerza su regreso a su ciudad. Los restos sagrados fueron devueltos excepcionalmente a Siracusa durante siete días en diciembre de 2004, con motivo del 17º centenario de su martirio. La estancia de los restos fue acogida por una increíble multitud de siracusanos y gente de toda Sicilia. Una vez comprobado el elevadísimo número de devotos, se planteó la posibilidad de un retorno definitivo. El cuerpo de la santa volvió de nuevo a Siracusa del 14 al 22 de diciembre de 2014.
Una segunda tradición paralela, que se remonta a Sigeberto de Gembloux (m. 1112), dice que los restos de la santa fueron llevados a Metz, en Francia, donde todavía son venerados por los franceses en un altar de una capilla de la iglesia de Saint-Vincent.
A lo largo de los siglos, la figura de santa Lucía ha sido una fuente de inspiración no sólo en el plano estrictamente religioso y teológico, sino también en el artístico y, sobre todo, en el literario. Ha encontrado su lugar tanto en la literatura culta como en la tradición popular. Es la patrona de los ciegos, los oftalmólogos, los electricistas y de la lucha contra las enfermedades oculares.