Santa Beatriz de Silva
Las que tras su muerte fueron conocidas como concepcionistas franciscanas nacieron de la orden fundada por santa Beatriz de Silva, una mística portuguesa
Las que tras su muerte fueron conocidas como concepcionistas franciscanas nacieron de la orden fundada por santa Beatriz de Silva (1424-1492), una mística portuguesa que vivió en el periodo de los viajes de los grandes exploradores y en la fase conclusiva de la Reconquista.
Octava de once hijos, nació en una familia de la alta nobleza en Campo Maior, villa de la cual el padre había sido el primer gobernador tras la liberación de los moros. Uno de sus hermanos era el beato Amadeo de Portugal (1420-1482), un religioso que reformó la Orden franciscana creando la rama de los amadeitas, después incorporados por san Pío V a los Frailes menores. En 1447, la joven Beatriz fue llamada a la corte como dama de compañía de Isabel de Portugal de diecinueve años, que en aquel año se casó con Juan II de Castilla (1405-1454). Beatriz era una mujer de gran belleza, cortejada en vano por los nobles castellanos, por lo que Isabel acabó cegada por la envidia, olvidando la amistad y fidelidad que su dama le demostraba.
Se dice que la reina llegó a encerrarla en un baúl, donde Beatriz permaneció tres días invocando ayuda a la Virgen, que le pidió fundar una orden en honor de su Inmaculada Concepción. Al final, la llegada al castillo de un tío materno determinó su liberación, cuando Isabel creía que su “rival” en belleza ya había muerto. Beatriz, que mientras tanto había hecho voto de castidad, perdonó a la reina, la cual se arrepintió.
Entorno a 1454 abandonó la corte y la vida mundana para retirarse al monasterio de las dominicanas de Toledo, donde, sin haber profesado los votos, vivió casi treinta años observando perfectamente la regla y preparándose a la misión a la cual Dios la había llamado. En 1484, permaneciendo en Toledo, se mudó con algunas compañeras a un palacio que le había dado Isabel la Católica (hija de Isabel de Portugal), que fue destinado como monasterio y recibió el nombre de Inmaculada Concepción.
Cinco años más tarde Inocencio VIII aprobó la nueva orden, dedicada exclusivamente a la contemplación y puesta bajo la regla cisterciense. Fue aprobado también el hábito pensado por la fundadora: túnica y escapulario de color blanco, manto celeste y un doble bordado con la imagen de la Inmaculada. Pasaron otros tres años y el 9 de agosto de 1492, ya obligada a estar en cama pero vestida con el hábito religioso, Beatriz volvió a la Casa del Padre. Tras la muerte de la santa, que tenía como director espiritual a un franciscano, tuvo lugar por vía pontificia la conexión con la orden fundada por Francisco de Asís: las monjas del monasterio de Toledo fueron llamadas «concepcionistas franciscanas».
Las concepcionistas se difundieron por toda la Península Ibérica y, más tarde, en las tierras del Nuevo Mundo, dando una contribución notable a la propagación de la piedad popular hacia la Inmaculada, siglos antes de la solemne definición dogmática. En el siglo XVII la orden fundada por santa Beatriz verá el ingreso de su religiosa más célebre, la venerable María de Jesús de Ágreda (1602-1665), evangelizadora de América (en bilocación…) y autora de una serie de escritos de profunda espiritualidad, entre los cuales una Vida de la Virgen María y la Mística Ciudad de Dios.