Santa Adelaida
Reina, emperatriz y, sobre todo, santa. En efecto, hubo muchas etapas importantes en la vida de Adelaida de Borgoña (931-999), pero su denominador común se encuentra en su reputación de cristiana ejemplar que se ganó ya en su juventud mostrándose como una madre y esposa devota, influyente en la política de Italia y Alemania y con especial cuidado por los últimos.
Reina, emperatriz y, sobre todo, santa. En efecto, hubo muchas etapas importantes en la vida de Adelaida de Borgoña (931-999), pero su denominador común se encuentra en su reputación de cristiana ejemplar que se ganó ya en su juventud mostrándose como una madre y esposa devota, influyente en la política de Italia y Alemania y con especial cuidado por los últimos.
Hija de Rodolfo II de Borgoña, quedó huérfana de padre alrededor de los seis años, a los dieciséis años se casó con Lotario II y de su matrimonio nació una hija. Su marido murió tres años más tarde, quizás envenenado por su rival Berengario II, que le sucedió como rey de Italia y pidió a Adelaida que se casara con su hijo mayor Adalberto: cuando ella se negó, fue encarcelada primero en un castillo y luego en la “Rocca di Garda”, sufriendo también el racionamiento de la comida. Consiguió escapar, quizás gracias a la ayuda de Otón I de Sajonia (912-973) que había venido a Italia para liberarla y pronto se casó con ella.
El 2 de febrero de 962, acompañando a su marido a Roma, Adelaida fue coronada emperatriz por el papa Juan XII. A la muerte de Otón I, la mujer fue tratada con desagradecimiento por su hijo Otón II, abandonó la corte y fue entonces cuando se dirigió al abad de Cluny, san Mayolo, que ayudó a la familia a reconciliarse. Otón II se arrodilló para pedir perdón a su madre, que como signo de gratitud envió ofrendas al santuario de San Martín de Tours junto con el manto de su hijo, pidiendo al santo que lo protegiera. Pero Otón II también murió unos años más tarde, sumando otro duelo de Adelaida que sobrevivió a cinco de sus seis hijos, siempre ofreciendo sus sufrimientos a Dios. En el año 991, a la muerte de su nuera Teófano, la santa tuvo que regir el Santo Imperio Romano porque su sobrino Otón III era todavía un niño.
Como regente del imperio, Adelaida demostró una vez más ser una guía sabia, ayudada por los consejos de san Mayolo y san Odilón de Cluny, con quienes apoyó el movimiento reformista. Construyó iglesias, reconstruyó el monasterio de San Salvatore en Pavía, fundó la abadía de Seltz en Alsacia y apoyó a la abadía de Payerne en Suiza, mientras se dedicaba a otras obras de caridad. Cuando su sobrino alcanzó la mayoría de edad, trabajó para pacificar Borgoña. San Odilón describirá su viaje en una de sus obras, Epitaphium, recordando la devoción a los mártires, las donaciones, los milagros y las profecías de Adelaida, que en los últimos años de su existencia terrena se retiró al convento de Seltz, viviendo en oración y penitencia. Fue canonizada por Urbano II en 1097.