San Columbano por Ermes Dovico

San Juan de Ávila

Místico y Doctor de la Iglesia, precursor y consejero del Concilio de Trento, modelo de sacerdotes y «figura profética», como lo definió Pablo VI

Santo del día 10_05_2021 Italiano English

Místico y Doctor de la Iglesia, precursor y consejero del Concilio de Trento, modelo de sacerdotes y «figura profética», como lo definió Pablo VI cuando lo canonizó en 1970. San Juan de Ávila (1500-1569) ha sido todo esto. Se puede pensar todavía que su misión en la Iglesia debe alcanzar su culmen; como si el lento proceso de su canonización (que terminó cuatro siglos después de su muerte) y su redescubrimiento hayan sido fruto de un diseño preciso de la Divina Providencia. El Papa Montini exaltó sus muchos carismas y lo vio como un ejemplo seguro para el clero, así como una respuesta perfecta a la sociedad secularizada: «Cualquier sacerdote que dudara de su propia vocación podría acercarse a nuestro santo y tener una respuesta reconfortante. Cualquier estudioso, que estuviera inclinado a reducir la figura del sacerdote en el marco de una sociología profana y utilitarista, mirando la vida de Juan de Ávila, tendría que cambiar sus juicios [...]».

Nacido en un pequeño pueblo de Castilla de una familia noble, Juan quedó huérfano cuando aún tenía que completar sus estudios. Se graduó en filosofía y teología. En 1526 fue ordenado sacerdote, dando gran parte de su herencia a los pobres. Su ardiente espíritu misionero lo empujó hacia México, pero las cosas no salieron de acuerdo con sus planes. Al llegar a Sevilla, a la espera de embarcarse hacia el Nuevo Mundo, comenzó a predicar en la ciudad y sus alrededores. El Siervo de Dios Fernando de Contreras, un insigne catequista, le conoció y se quedó muy impresionado por su arte oratoria, así que pidió al arzobispo que lo convenciera de quedarse en la patria. Así sucedió. Mereció el apodo de “Apóstol de Andalucía” con su incesante predicación. Aun así, no le faltaron pruebas: en 1531 terminó en prisión por una acusación injusta de herejía, de la que fue absuelto por completo dos años después.

El período de prisión - durante el cual comenzó a escribir su obra maestra Audi, filia - lo ayudó a crecer espiritualmente. Apasionó a los corazones sobre los beneficios infinitos de la Redención de Cristo y sobre la maternidad de María. Maduró esa teología orante, típica de los santos, que le hará decir: «Qué tesoros escondidos nos otorga Dios en las pruebas, de las cuales el mundo solo piensa en huir». Así, recordaba que Jesús mismo nos mostró el camino de la cruz como un camino de amor verdadero: «Cristo nos dice que, si queremos unirnos a él, debemos caminar por el camino que ha recorrido», un camino opuesto a los «caminos del honor mundano». Su fama como predicador se extendió hasta el punto de que se le pidió que pronunciara el sermón para el funeral de la joven Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, en 1538. Su homilía ayudó a la conversión de san Francisco de Borja. Unos meses después, también sus palabras tuvieron un efecto excepcional en un hombre de 43 años, que estaba confundido acerca de su vocación. Ese hombre era san Juan de Dios, fundador de Fatebenefratelli (Orden Hospitalaria de San Juan de Dios).

No por nada, sus contemporáneos lo llamaron «Padre Maestro». Al menos debe mencionarse su gran amistad con san Ignacio de Loyola (hacia quien dirigió a una treintena de sus alumnos) y santa Teresa de Ávila (a la que apoyó en la reforma del Carmelo). Como Benedicto XVI escribió en la carta apostólica con la que lo proclamó Doctor de la Iglesia, «a él acudieron en búsqueda de ayuda y orientación grandes santos y reconocidos pecadores, sabios e ignorantes, pobres y ricos». Consciente de la necesidad de formar cristianamente a los niños y jóvenes que se preparaban para el sacerdocio, fundó varios colegios menores y mayores, que anticiparon a los seminarios tridentinos. Al arzobispo de Granada le hubiera gustado llevarlo a las dos últimas sesiones del Concilio de Trento, pero Juan ya se encontraba muy enfermo; sin embargo, continuó su apostolado escribiendo y redactó dos Memoriales que tuvieron una gran influencia en el Concilio. Un gran personaje, de quien la Iglesia puede todavía obtener mucho bien.

Patrón del clero secular español

Para saber más:

Homilía de Pablo VI para la canonización de Juan de Ávila (31 de mayo de 1970)