San Ildefonso
Es conocido por sus escritos, entre los cuales destaca un notable tratado sobre la virginidad perpetua de María, y sobre todo por el milagroso encuentro con la Virgen, conocido también por los musulmanes
San Ildefonso (607-667) es conocido por sus escritos, entre los cuales destaca un notable tratado sobre la virginidad perpetua de María, y sobre todo por el milagroso encuentro con la Virgen, conocido también por los musulmanes en la época de la dominación en España. Nacido en Toledo de una rica familia visigoda durante el reino de Witerico, Ildefonso entró muy joven en el entonces famoso monastero de Agali, hoy desaparecido, y cuando tenía unos 25 años fue consagrado diácono por el obispo san Eladio. Después fue elegido abad y, como tal, participó en los concilios VIII y IX de Toledo, mientras se dedicaba asiduamente a escribir. En el año 657 fue elegido obispo y según el Elogium, una biografía escrita por su contemporáneo san Julián de Toledo (642-690), el rey Recesvinto le obligó a aceptar el nombramiento.
Escribió un Comentario sobre el conocimiento del Bautismo, en el que expone con sencillez la doctrina de los Padres sobre el sacramento, partiendo de la creación del hombre y el pecado original, siguiendo con la diferencia entre el bautismo de conversión del Bautista y el de Cristo, la importancia del Credo y una catequesis sobre el Padrenuestro, que incluye la recomendación de la Comunión diaria («en esta oración del Padrenuestro pedimos que este pan, el mismo Cristo, se nos dé cada día»). Escribió también la obra Sobre el progreso del desierto espiritual, en la que describe el camino del alma que, después del Bautismo, para su salvación y santificación, es llamada a seguir a Cristo en el camino del Evangelio, como hicieron los israelitas que atravesaron el desierto hacia la Tierra prometida.
Su escrito más célebre sigue siendo, de todas formas, el tratado Sobre la virginidad perpetua de Santa María contra tres infieles (un anónimo hebreo más dos herejes del siglo IV, Joviniano y Elvidio, cuyas tesis ya había refutado san Jerónimo) en el que, con argumentaciones sólidas, defiende la virginidad perpetua de María, que ya había sido definida dogmáticamente en el segundo concilio de Constantinopla (553). La teología mariana de Ildefonso, que conocía bien las obras de san Agustín e Isidoro de Sevilla, tuvo un notable impacto sobre el pueblo español, que la asimiló hasta el punto de llamar habitualmente a María la Virgen, con la sencilla palabra utilizada por el santo, que en sus escritos se dirigía a ella también como Madre.
En esta ferviente devoción se enmarca el milagro acaecido la noche del 18 de dicembre de 665, cuando Ildefonso, en compañía de algunos clérigos y otros fieles, fue a la iglesia para cantar himnos en honor de la Virgen. El grupo encontró la capilla iluminada por una luz tan deslumbrante que todos huyeron por temor, excepto el santo y dos de sus diáconos. Ante ellos vieron a la Virgen, rodeada de otras vírgenes que entonaban cantos celestiales. María hizo un gesto con la cabeza a Ildefonso para que se acercase a Ella y, fijando su mirada sobre él, dijo: «Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería». Y dicho esto, la Virgen le impuso la sagrada casulla (el hábito litúrgico propio del ministro que celebra la Misa) dándole las instrucciones de usarla sólo en los días festivos designados en su honor.
Acerca de la veracidad de la aparición se expresó el concilio de Toledo, que consideró que era tan evidente que ordenó un día de fiesta para perpetuar su memoria. El hecho milagroso fue incluido en época moderna en el volumen Acta Sanctorum como «El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición», confirmando una transmisión ininterrumpida durante siglos y que resistió a la invasión islámica, que se inició en el siglo VIII. De hecho, los musulmanes sí que transformaron la antigua iglesia en una mezquita, pero dado que conocían el milagro sobre María, que es venerada en el Corán, respetaron como sagrados el lugar y la piedra que allí había. Se trata de la piedra, protegida hoy en día por una reja en la actual catedral de Toledo, que los fieles pueden venerar hoy en día y sobre la que la Santísima Virgen apoyó los pies durante la aparición a san Ildefonso.
Hoy también celebramos las bodas de María y José