Jueves Santo por Ermes Dovico

San Germán de Capua

Se dedicó a una intensa vida espiritual a través de la oración, la penitencia y la lectura de escritos cristianos. El papa Hormisdas lo eligió para guiar la delegación que en el año 519 partió hacia Constantinopla para resolver el llamado cisma acaciano

Santo del día 30_10_2022 Italiano English

La doctrina y la sabiduría reconocidas a san Germán de Capua († 540/541), amigo de san Benito, fueron importantes a la hora de recomponer un cisma con Oriente que duraba desde hacía 35 años. Antes de ser elegido para esta misión, Germán había demostrado ser un hombre totalmente orientado hacia Dios.

Había nacido en una familia acomodada. Tras la muerte de su padre vendió todos sus bienes y donó lo que había recaudado a los pobres. A partir de entonces se dedicó a una intensa vida espiritual a través de la oración, la penitencia y la lectura de escritos cristianos. Cuando en torno al año 516 murió el obispo Alejandro, para el clero y el pueblo de Capua fue natural pedir a Germán que le sucediera: el santo no se sentía a la altura del cargo, pero tras una resistencia inicial aceptó.

El papa Hormisdas lo eligió para guiar la delegación, la tercera en cuatro años, que en el año 519 partió hacia Constantinopla para resolver el llamado cisma acaciano, iniciado en el año 484 debido a las ambiciones del entonces patriarca Acacio (†489). Este último es el autor del Henoticon, un documento escrito a propósito de manera imprecisa, en el que se ignoraban los decretos del Concilio de Calcedonia y guiñaba un ojo a la herejía monofisita, la cual atribuía a Cristo solo la naturaleza divina. El Henoticon no era nada más que el intento de Acacio de liberarse de la autoridad del papa y afirmar el primado de Constantinopla sobre todas las demás iglesias de Oriente. Si se exceptúa el éxito parcial de la primera embajada con algunos obispos orientales, las primeras dos delegaciones habían fracasado en el intento de resolver el cisma: de hecho, no habían conseguido hacer firmar la confesión de fe preparada por san Hormisdas, que trece siglos después sería citada en el Concilio Vaticano I.

La situación política y religiosa cambió con el ascenso al trono del emperador Justino y la elección del patriarca Juan. Ello favoreció la misión de Germán y de sus compañeros, recibido con grandes honores en Constantinopla: en poco tiempo, todas las peticiones del papa fueron aceptadas. Y el Jueves Santo del año 519, en la catedral de la ciudad, se celebró la renovada comunión con la Iglesia católica. La delegación volvió a casa un año más tarde para consolidar la reconciliación con las demás iglesias orientales. 

En sus Diálogos, el papa Gregorio Magno menciona dos episodios relativos a Germán. En el primero cuenta que al santo se le apareció un día el alma del diácono Pascasio, liberado de sus penas del Purgatorio gracias a las oraciones del obispo de Capua. El segundo tiene que ver con san Benito, que la noche de la muerte de su amigo (que se puede datar el 30 de octubre del 540 o 541) se encontraba en Montecassino en la torre de su monasterio y, mientras estaba inmerso en la oración, vio el alma de san Germán elevada en el cielo por unos ángeles en un globo de fuego. Por el traslado de parte de sus reliquias y su vínculo con san Benito, la ciudad de Cassino se llamó durante algunos siglos «San Germán» (en la foto de arriba, la Insigne Colegiata de San Germán, en Cassino, antes de los bombardeos de 1944).