San Marcos por Ermes Dovico
semana santa

Sábana Santa, el amor es más fuerte que el mal: una exposición inesperada

El Sábado Santo, el arzobispo de Turín, Monseñor Cesare Nosiglia, dirigirá ante la Sábana Santa una liturgia de oración, transmitida en directo. En este período de sufrimiento y soledad, todos necesitamos que la luz de la Resurrección nos alcance. Por eso la noticia ha llenado de alegría a todo el mundo, tanto a los apasionados de la reliquia como a los que no lo son.

Ecclesia 10_04_2020 Italiano English

Una noticia inesperada ha llenado de alegría a todos los apasionados de la Sábana Santa: este Sábado Santo, 11 de abril, el arzobispo de Turín, monseñor Cesare Nosiglia, dirigirá una liturgia de oración delante de la venerada reliquia que se transmitirá en directo a las cinco de la tarde. Al hacer el anuncio, el obispo Nosiglia ha dicho que “este tiempo de contemplación pondrá a disposición de todos, en todo el mundo, la imagen de la Sábana Santa. Una imagen que nos recuerda la pasión y la muerte del Señor, pero que también abre nuestros corazones a la fe en su resurrección”.

En este tiempo de sufrimiento y soledad, todos necesitamos sentir que la luz de la resurrección nos alcanza y que cura nuestras heridas, tanto físicas como espirituales. Todos estamos experimentando una nueva condición de desorientación total que no habíamos previsto. Hemos perdido nuestras certezas, nuestros puntos de referencia. Todos estamos enfermos, algunos en el cuerpo, otros en el espíritu, otros en ambos. La Sábana Santa nos ayuda a encontrar algo sólido a lo que aferrarnos, como una vela en el mar tempestuoso. Como el manto de Jesús que la mujer enferma quería tocar para ser curada.

En la Sábana Santa vemos en una sola imagen todas las estaciones del Vía Crucis: las huellas de los azotes, de la coronación de espinas y de los golpes que preludian la sentencia de muerte; la tierra que quedó en las heridas de las rodillas causadas por las caídas; las huellas en los hombros que Cristo recibió en el patibulum, el travesaño de la cruz. Podemos imaginar el tormento de la Virgen y la emoción de las mujeres piadosas al ver los atroces tormentos a los que fue sometido Jesús. Podemos entender la tradición que transmite el delicado gesto de una mujer, Verónica, que limpia el rostro de Jesús: la propia Sábana Santa, inexplicable imagen en un paño, inspiró este episodio. Y vemos de nuevo la reapertura de las heridas de la flagelación, cuando se le quita la túnica a Jesús; los agujeros de los clavos, las muñecas y los pies, un rastro evidente de la crucifixión; el signo de la muerte en la gran herida del costado de la cual salen la sangre y agua. Finalmente la deposición y el entierro en la sábana blanca proporcionada por José de Arimatea.

Necesitamos ver el lado físico de esas heridas, que hacen que Jesús esté cerca de nosotros e iluminan la esperanza -que se convierte en certeza- de que no todo termina con la muerte. “El amor es más fuerte”, ha subrayado el obispo Nosiglia. “Ésta es la proclamación de la Pascua que la Sábana Santa nos hace revivir y llena nuestros corazones de gratitud y fe, fe en su resurrección”, éstas son las reconfortantes palabras del arzobispo de Turín.

En la Sábana Santa no vemos sólo las heridas del Señor. Vemos la imagen de su cuerpo, solemne en la muerte, pero “impresionado” de manera misteriosa por un fenómeno que ha amarilleado el lino como lo hace la luz. Las costras de sangre restantes, parcialmente disueltas, dan testimonio de un tiempo de contacto de entre treintaiséis y cuarenta horas. Las horas de la tarde del Viernes Santo, el Sábado Santo, el amanecer de Pascua. No más. Ese cuerpo no fue dejado en la tumba, no hay signos de putrefacción.

En un momento en que sentimos más fuerte el miedo a la muerte, en que se cierne sobre nosotros el riesgo de contagio, que nos preocupa la enfermedad de los que luchan en el hospital y que nos arrebata a tantos seres queridos, la Sábana Santa nos envuelve con el calor del amor de Aquel que dio su vida por nosotros.

El obispo Nosiglia nos lo recuerda con fuerza: “Sí, el amor con el que Jesús nos dio su vida y que celebramos durante la Semana Santa es más fuerte que cualquier sufrimiento, que cualquier enfermedad, contagio, prueba o desánimo. Nada ni nadie puede separarnos de este amor, porque es fiel para siempre y nos une a Él con un vínculo indisoluble. Sí, la Sábana Santa siempre lo repite a nuestros corazones: el amor es más fuerte“.

La visión de la Sábana Santa reconfortará nuestros corazones que ayunan de la Eucaristía. Cuando podamos volver a recibirlo, será con una nueva conciencia, después del sufrimiento de la distancia del cuerpo del Señor. Ese cuerpo que nuestros ojos ven impreso en la Sábana Santa, chorreando sangre de sus heridas, de las que todos somos responsables. Pero los ojos cerrados del rostro de Cristo, serenos entre tantos tormentos, nos hablan de la misericordia de Dios, que no quiere mirar nuestros pecados.

“El amor que nos manifiesta la Sábana Santa nos sostiene en la creencia de que, al final, la luz vencerá las tinieblas del desánimo y del miedo”, ha dicho el obispo Nosiglia, “y la vida vencerá a la muerte y a cualquier otro mal que aceche a la humanidad”.

Frente a la Sábana Santa, por tanto, contemplando ese cuerpo, esa sangre, ese Rostro, podemos sentir el gran consuelo de esta certeza: el amor es más fuerte.