Ricos en espíritu
Porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. (Mt 11, 25)
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». (Mt 11, 25-30)
Los ricos en espíritu, los soberbios de corazón, creen que no necesitan a Dios puesto que se consideran autosuficientes. También cuando parecen humildes, en realidad buscan solo la vanagloria y la alabanza de los demás. Para llamarlos a una posible conversión, Dios Padre no les revela sus secretos a ellos, sino a los pequeños. Así, los humildes son con frecuencia los primeros en convertirse en discípulos de Jesús, y es precisamente por esto por lo que Él alaba al Padre. ¿Buscamos la alabanza de los demás o la de Dios?