Qué se puede hacer en el noviazgo
Pues todo el que obra el mal detesta la luz. (Jn 3,20)
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios». (Jn 3,14-21)
Las tinieblas, en el discurso que le hace Jesús a Nicodemo, son una imagen que recuerda al pecado mortal, es decir el mal acto objetivamente grave, realizado sabiendo que es un pecado grave y cumplido con voluntad. Quien tiene la costumbre de cometer actos mortales, favorece la oscuridad del escondimiento y las mentiras, de manera que no son reconocidos ni condenados. Aquellos que, con la ayuda indispensable de la gracia, se han librado de los deseos malvados, no temen la Luz, representada por la enseñanza y el testimonio de Jesús. Y nosotros, ¿de qué lado estamos? Si hacemos algo escondidos preguntémonos si estamos empezando a caer en la tentación. Por ejemplo, los novios no deberían hacer cosas que los avergonzaran si estuviesen delante de su madre.