Preparados para el juicio
Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor”. (Mt 7, 22)
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”. Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande». Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas. (Mt 7, 21-29)
Con la expresión “aquel día” Jesús se refiere al momento de nuestro juicio particular, cuando estaremos solos con Él y ya no habrá excusas, como las que utilizamos ahora para limpiar nuestra conciencia. La profundidad del arraigo de la fe en nosotros puede ser evaluada durante las adversidades y aflicciones que caracterizan nuestra vida. Esforcémonos para que, con Fe, permanezcamos en pie, como la casa cimentada sobre la roca. Solo así sabremos que verdaderamente ponemos a Dios en el centro de nuestra voluntad y nuestros deseos.