Polonia acoge a los refugiados ucranianos, la UE la castiga
No es de ahora, sino desde hace ocho años que Polonia acepta refugiados ucranianos. Polonia, desestabilizada por Bielorrusia con una ola artificial de emigrantes, ha sido acusada de egoísmo. Incluso hoy la UE la acusa por el respeto al Estado de Derecho.
El éxodo de Ucrania a Polonia dura ya ocho años. Hoy, cuando los ojos del mundo entero se centran en Ucrania y en la guerra desatada por Rusia contra este país, no todos recuerdan que el enfrentamiento ruso-ucraniano comenzó hace ocho años. El primer caso de este enfrentamiento fue la anexión de Crimea por parte de Rusia. Tras la revolución ucraniana de 2014, Rusia envió sus propias tropas para tomar el control del gobierno de Crimea y el nuevo gobierno prorruso declaró su independencia de Ucrania. Ese mismo año, nacieron dos repúblicas separatistas, Doneck y Lugansk, en el este de Ucrania. Entonces comenzaron los enfrentamientos armados entre el ejército ucraniano y las milicias prorrusas. Gracias a los dos protocolos de Minsk (del 5 de septiembre de 2014 y del 12 de febrero de 2015), se alcanzó un alto el fuego que redujo la intensidad del conflicto.
La agitación política y social y la inestabilidad económica provocaron una gran migración de ucranianos, sobre todo de jóvenes. Una migración que no se nota en Europa Occidental porque la gran mayoría de estos migrantes se han quedado en Polonia. Polonia ha tenido un gesto muy generoso con estas personas necesitadas: ha concedido a los ucranianos no solo permisos de residencia, sino también de trabajo. Las cifras del año pasado muestran que aproximadamente 1.350.000 ucranianos se han instalado en Polonia, de los cuales más de 800.000 trabajan legalmente.
Ante esta avalancha de personas, Polonia no pidió a la Unión Europea que fijara cuotas para los inmigrantes ucranianos, o que aceptara a una parte de ellos: con sus propias fuerzas consiguió acoger e integrar a casi un millón y medio de extranjeros. El problema es que en Occidente nadie se ha dado cuenta, o no ha querido hacerlo, de este gran fenómeno migratorio que Polonia ha abordado sola con éxito.
Polonia ha sido condenada por la crisis migratoria provocada por Lukashenko. La Bielorrusia del dictador Lukashenko, tras las falsas elecciones que le confirmaron como presidente por sexta vez, se vio afectada por las sanciones económicas de la UE. En respuesta a las sanciones, Lukashenko, quizá tomando como ejemplo al presidente turco Erdogan, decidió crear artificialmente la crisis migratoria en la frontera con Polonia, que es también la frontera exterior de la UE. Las autoridades bielorrusas empezaron a conceder visados a ciudadanos de varios países de Oriente Medio que fueron trasladados, incluso en aviones bielorrusos, a la capital, Minsk, y luego a la zona fronteriza. Los organizadores del tráfico dijeron a los migrantes que podían cruzar la frontera. Por este “viaje” a Europa pagarían miles de dólares, incluso 10.000. El propio Lukashenko, que se encontraba cerca de la frontera, dijo abiertamente a estas personas: “Si alguien quiere ir a Occidente, está en su derecho: no intentaremos capturaros, golpearos y manteneros detrás de las alambradas, sino que trabajaremos con vosotros para hacer realidad vuestro sueño”.
Obviamente, las autoridades polacas consideraron que era su deber defender la frontera exterior de la UE impidiendo que los inmigrantes la cruzaran. Sobre todo para no ser cómplice del tráfico de personas organizado por los bielorrusos con la aprobación, si no la inspiración, de Putin. Para evitar una crisis humanitaria, las autoridades polacas intentaron trasladar ayuda humanitaria a los migrantes reunidos en la frontera, pero las fuerzas de seguridad bielorrusas no les dejaron pasar. En esa situación, los extranjeros, inspirados, instigados y ayudados por los servicios bielorrusos, atacaron la frontera polaca, destruyendo las vallas fronterizas y agrediendo físicamente a los soldados polacos. Los agentes de los servicios bielorrusos apoyaron abiertamente a los migrantes cegando a los soldados polacos con láseres, disparando al aire o participando en la destrucción de las barreras de protección. Muchos soldados polacos resultaron heridos por el lanzamiento de piedras y otros objetos. Pero se ha hablado poco de todo esto. Los medios de comunicación, utilizando a menudo material de vídeo preparado por los bielorrusos, lo único que hicieron fue destacar la crisis humanitaria provocada por el tráfico de personas organizado por el propio régimen de Lukashenko y acusaron a las autoridades polacas de falta de humanidad, insensibilidad y racismo. El lema de las noticias era: “Los nacionalistas/racistas polacos no dejan entrar a los inmigrantes”. Nadie se hizo eco de la voz de Sviatlana Tsikhanouskaya, líder de la oposición bielorrusa en el exilio, que dijo abiertamente: “Polonia se está protegiendo de una invasión ilegal”.
La Polonia que se abre a los refugiados ucranianos es atacada por Bruselas. Mientras la cuestión de los migrantes en la frontera polaco-bielorrusa aún no se ha concluido, la Rusia de Putin invade Ucrania, provocando casi inmediatamente un flujo masivo de personas que huyen de la guerra hacia los países vecinos: Rumanía, Hungría, Eslovaquia, pero sobre todo hacia Polonia. En los primeros días hasta el 26 de febrero, 120.000 ucranianos se han refugiado en Polonia, al día siguiente su número aumentó a 200.000, el 28 de febrero a 300.000 y las últimas cifras del 1 de marzo hablan de 400.000; columnas kilométricas de coches muestran que estas cifras están destinadas a aumentar rápidamente. Y el mundo se ha dado cuenta de que los polacos, tachados de nacionalistas, racistas y hostiles a los extranjeros, no solo han abierto la frontera a los refugiados, sino también sus hogares, sus corazones y sus carteras. En los puestos fronterizos se han organizado rápidamente centros de asistencia por parte del Ministerio del Interior, las autoridades locales, las ONG y muchos voluntarios. También hay muchas personas de buena voluntad en la frontera que se ofrecen para transportar a los refugiados dentro de Polonia de forma gratuita.
La Iglesia polaca se ha movilizado masivamente para ofrecer ayuda: los domingos se recogen ofrendas para los ucranianos y muchas diócesis han pedido a sus párrocos que identifiquen estructuras parroquiales en las que puedan alojarse los refugiados y que comuniquen las listas de las familias dispuestas a acoger a algunas personas. Se han organizado recogidas de alimentos de larga duración, mantas, sacos de dormir, colchones, toallas, ropa de cama, medicamentos, productos de higiene, productos de limpieza y pañales.
En la ayuda a los ucranianos desempeñan un papel fundamental las ciudades fronterizas que tienen que absorber esta interminable “ola de choque” de los refugiados. Un periodista que trabaja en la ciudad de Przemyśl, donde llega una importante línea ferroviaria procedente de Ucrania (los ferrocarriles ucranianos utilizan vías más anchas que el resto de Europa, incluida Polonia, por lo que se necesita una vía especial para permitir el paso de los trenes ucranianos), informa de que hasta el 27 de febrero se recibieron en la estación 25.000 personas, casi todas ellas mujeres con niños (Ucrania ha movilizado a todos los hombres a las armas, por lo que solo salen del país las mujeres con sus hijos y los ancianos). Había 14 trenes esperando con unas 30.000 personas a bordo. Pero la ayuda no se limita a acoger a las personas que huyen: las autoridades llenan los trenes que vuelven a Ucrania con todo tipo de ayuda.
La movilización implica también al mundo empresarial: muchos bancos hacen transferencias gratuitas a Ucrania, los ferrocarriles polacos hacen viajar gratis a los refugiados, muchas empresas ofrecen grandes sumas a Cáritas y a los centros de ayuda, una conocida cadena de tiendas ha ofrecido a sus empleados ucranianos una suma única para que la entreguen a sus familiares en Ucrania. Y las iniciativas se multiplican cada día, también porque cada día aumenta el número de personas que huyen de la guerra: se prevé que su número podría superar el millón.
Mientras Ucrania es víctima de la primera guerra de este tipo en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, mientras Polonia se moviliza con enormes esfuerzos, incluso económicos, para ayudar a Ucrania y a sus habitantes tanto dentro de país como a los que huyen de la guerra, hay políticos en Bruselas, incluso de la oposición polaca, que presionan para que se active inmediatamente el mecanismo de condicionalidad del Estado de Derecho para privar a Polonia de los fondos europeos. Es una burla, pero sobre todo una vergüenza que demuestra en qué se están convirtiendo la UE y los que gobiernan en Bruselas.
Una voz desde Ucrania. En este contexto, vale la pena citar las palabras de mons. Jan Sobilo, obispo auxiliar de la diócesis católica latina de Kharkiv-Zaporizhia: “Un enorme agradecimiento por el hecho de que los polacos nos hayan abierto sus fronteras, sus casas y sus bolsillos. Nos apoyan con todo lo que pueden, recogen donaciones para Ucrania para medicamentos y alimentos. Agradecemos a las autoridades polacas su sabia política, que ha convencido a otros países de que no se trata solo de Ucrania, sino de la seguridad de Europa y del mundo entero. Nuestro presidente ha dicho hoy que Polonia es actualmente el mayor amigo de Ucrania. Polonia siempre ha apoyado a Ucrania y ahora es un gran protector y hermano que acoge a los ucranianos en su casa, como a sus hermanos y hermanas. Muchas gracias por las oraciones de los polacos, por su apoyo, por su solidaridad. Polonia está tomando la iniciativa de defender a Ucrania con ella. También es la defensa de todo el mundo. Polonia se ha convertido en el comandante (Hetman en polaco, ndr) de todos los que luchan y se esfuerzan por la paz”.