Pizzaballa: “Las razones de Israel no justifican lo que está sucediendo en Gaza”
Mientras el Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal se suman a los países que reconocen al Estado palestino, dos entrevistas al Patriarca de Jerusalén ponen de relieve la situación: el odio que se está alimentando aleja cualquier perspectiva futura de resolución del conflicto.

Tal y como se ha anunciado ampliamente, el Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal han reconocido ayer al Estado palestino y hoy, con motivo de la Asamblea General de las Naciones Unidas, les seguirán Francia, Bélgica, Luxemburgo y Malta. Un reconocimiento que cambia muy poco sobre el terreno y que presenta elementos críticos (como ya hemos escrito), pero que es una señal política hacia el Gobierno de Israel, con el que los aliados tradicionales se muestran cada vez más intolerantes. Una situación resumida por el líder de la izquierda israelí, Yair Goland, según el cual estas decisiones son “consecuencia directa de la inconsciencia política de Netanyahu: la negativa a poner fin a la guerra y la peligrosa decisión de la ocupación y la anexión”.
Por su parte, el primer ministro Benjamin Netanyahu no se ha dejado intimidar y excluye por completo la posibilidad de que nazca un Estado palestino: “Tengo un mensaje claro para aquellos líderes que han reconocido un Estado palestino tras la terrible masacre del 7 de octubre: estáis premiando enormemente el terrorismo. Y tengo otro mensaje para ustedes: esto no va a suceder. No surgirá un Estado palestino al oeste del Jordán”, ha aseverado.
Y el ministro de Finanzas israelí, y líder de la derecha ultraortodoxa, Bezalel Smotrich, ejerce más presión al afirmar que “la única respuesta a la medida antiisraelí es la soberanía sobre la patria del pueblo judío en Judea y Samaria y la eliminación definitiva de la estúpida idea de un Estado palestino”.
Mientras tanto, sobre el terreno, la operación de destrucción de la ciudad de Gaza continúa sin descanso, con enormes costes humanos adicionales: el ejército israelí (Idf) ha comunicado ayer que 550.000 civiles han abandonado la ciudad en dirección al sur (foto LaPresse), donde deberían llegar a una “zona humanitaria” creada específicamente por el Idf.
En resumen, observando la situación militar y política no se ve ni siquiera un atisbo de esperanza para llegar al menos a un cese de las hostilidades, que por otra parte es algo muy diferente a la paz, como ha recordado recientemente el patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa. A este respecto, para comprender lo que está sucediendo, es útil retomar sus palabras concedidas en los últimos días en dos entrevistas: una para el festival de Open y otra para el semanario de la diócesis de Vittorio Veneto, L'Azione, tras haber tenido que renunciar, precisamente a causa de la guerra en curso, a asistir a las celebraciones en el santuario de Motta di Livenza.
En primer lugar, su opinión sobre lo que está sucediendo en Gaza: “Es de una gravedad enorme —ha dicho a L'Azione— y (...) no puedo entender cómo se puede tolerar algo así”. El patriarca reconoce que “hay instrumentalizaciones” por parte de Hamás y que “Israel tiene sus razones”, pero “no pueden justificar de ninguna manera lo que está sucediendo en Gaza. Esto hay que decirlo”.
La gravedad del comportamiento israelí en Gaza también se ve desde una perspectiva futura: “Estoy desconsolado por todo el odio que está generando esta situación, algo que aleja cada vez más cualquier perspectiva futura de reconciliación y curación de estas heridas”. Concepto reiterado en la entrevista con Open: “Aunque terminara hoy, no sería el final. Seguiremos pagando las consecuencias durante mucho tiempo: las heridas, la desconfianza, el rencor y el odio permanecerán durante mucho tiempo”.
Para comprender este aspecto, es interesante lo que dice Pizzaballa sobre el sentimiento de la población israelí: “Existe el deseo de que termine la guerra; creo que hoy en día la mayoría de la población está cansada de la guerra. Pero quien quiere el fin de la guerra no necesariamente desea la paz con los palestinos; son dos cosas bastante diferentes”. Y lo mismo puede decirse de los palestinos.
Pero otro aspecto subrayado por el cardenal ayuda a comprender de dónde surgen ciertas reacciones, al menos la “desproporción” entre lo ocurrido el 7 de octubre y la respuesta de Israel: “Israel está viviendo en su propia burbuja (...), donde se siente la única y exclusiva víctima de todo lo que está sucediendo. Esto no le permite tener una visión lúcida, clara y libre no solo del presente, sino también de las perspectivas futuras”.
Y en cuanto al futuro, hay un segundo punto señalado por el cardenal Pizzaballa: aunque considera útil el reconocimiento del Estado palestino porque “los palestinos necesitan un apoyo humano, y también necesitan que se reconozca su dignidad como pueblo”, se muestra muy escéptico sobre el hecho de que “dos pueblos, dos Estados” sea una solución realista: “La perspectiva de los dos Estados sigue siendo un ideal que corre el riesgo de convertirse solo en una declaración, por muy necesaria que sea. Habrá que ser muy creativos de cara al futuro, porque cualquier solución deberá prever períodos muy largos y un contexto de opinión pública y cultural que lo comprenda. Habrá que trabajar mucho para crear las condiciones de cualquier perspectiva futura. La posibilidad de ‘dos pueblos y dos Estados’ es cada vez más lejana”.
Un tercer punto se refiere a las raíces inmediatas de lo ocurrido el 7 de octubre, es decir, el asesinato en 1995 del entonces primer ministro israelí Yitzhak Rabin, protagonista de los acuerdos de Oslo de 1993 con el líder palestino Yasser Arafat. Con su asesinato a manos de un colono israelí, que consideraba el acuerdo con los palestinos una traición, se cerró de hecho una ventana de oportunidad para la solución negociada del conflicto. Y, según el cardenal, se puso en marcha un proceso que ha desembocado en la violencia actual: “El 7 de octubre es el resultado de años de polarización que ha ido creciendo con el tiempo. El asesinato de Yitzhak Rabin en 1995 ya era un signo de un pensamiento radicalizado que luego se desarrolló hasta entrar en las instituciones. En el otro lado ocurrió lo mismo. La incapacidad de generar confianza y desarrollar un lenguaje inclusivo nos ha llevado al desastre actual”.
Hay que destacar un último punto con vistas a buscar una solución: el patriarca de Jerusalén muestra una total desconfianza en la política y apuesta, en cambio, por la sociedad civil: “No perdería demasiado tiempo con la política. Lo que es evidente en este periodo es la debilidad, cuando no la parálisis, de las instituciones políticas locales, internacionales, multipolares... y también me gustaría decir de las instituciones religiosas. Este es el momento de la sociedad civil: es ahí donde debemos actuar y a la que debemos dirigirnos”, ha declarado a L’Azione. Y en Open explica de nuevo la tarea: “Reconstruir un tejido en el territorio, crear alianzas dentro de la sociedad civil que mantengan viva la humanidad”.